El misterio del tatuaje flotante. MJ Villamancebo
no me interrumpa, y que me haga las preguntas al final- Dijo esto último mirándola a la cara, evitando mirarla a los ojos, cosa que era difícil, porque Zoe, era una chica muy guapa, con los ojos grandes y verdes.
El Comandante Amat, se levantó y se giró de nuevo, y mirando por la ventana comenzó su relato.
-El 3 de septiembre, viaje a la isla del Hierro, al pueblo de "La Restinga".
Tengo que reconocer que es una zona preciosa.- Se giró y se sentó, de nuevo en el sofá. Se le notaba que estaba muy nervioso. -Yo estaba de vacaciones, ...el Teniente Ansuez, viajo conmigo.
Yo iba a ver... a mi esposa- dijo esto con dolor,... y continuo hablando -Y Ansuez a unos amigos.
Mi esposa, Lucía, trabajaba como arqueóloga submarina en aquella zona y por eso fui a verla.- Y se levantó otra vez del sofá, y se fue a la ventana.
Era obvio que estaba muy nervioso, y que no era nada fácil para él, contar aquella historia.
-Esa noche, la primera noche que pasamos alli, el teniente se fue al pueblo, con sus amigos, y yo me quede en el campamento provisional que el equipo de mi esposa tenía a unos 5 kilómetros del pueblo, hacia el este.
Esa noche, cuando estábamos a solas, Lucía me enseño una pulsera... Esta pulsera- dijo mientras se remangaba y le enseñaba el tatuaje que ella ya había visto en la foto.
-¿Eres tú?- Dijo Zoe en un suspiro, casi sin aliento.
-No toques, por favor -Dijo el, retirándose rápidamente, con miedo a que le tocara y se coloco de nuevo al lado de la ventana. -De momento, el único que ha podido tocarlos, sin desintegrarse, ha sido Ansuez, perdón, el Dr. Ansuez.-
-Por favor, continua, porque... eso es un tatuaje, no es una pulsera -dijo Zoe, mientras su cabeza analizaba todo a toda velocidad.
-No son tatuajes. -Dijo contundente el Comandante Amat. -Es mi piel, que se ha pigmentado así, en esas zonas.
Medicamente, soy medio indoeuropeo y medio africano, según la zona en la que se tomen las muestras.-
La cara de Zoe parecía un poema, no daba crédito a lo que estaba oyendo y lo que estaba viendo.
Amat, se dio cuenta, y continúo hablando. -El caso, es que cuando Lucía me dio la pulsera, solo la toque... -paro de hablar y con tono cabreado, dijo -Ella la tuvo varios días, y no pasó nada, nada. La examinaron ella y sus compañeros, y pensaron que la habría perdido un turista en verano y por eso decidió regalármela... La toco todo el mundo,... - y su voz paso del cabreo a la desesperación, y casi llorando se derrumbó en el sofá.
Su voz apenas era un sollozo. -No recuerdo haberla cogido,... solo sé... que ella me la dio,... con una sonrisa... -Respiro hondo y se levantó de nuevo. Y de nuevo, miro por la ventana.
Zoe veía los cambios de sentimientos, alegría, dolor, pena, incomprensión, impotencia... y como intentaba controlarlos... Estaba tan atractivo.
-Todo se volvió negro...-Continuo el Comandante, sacando de sus pensamientos a Zoe. -Después de varias horas, me desperté... solo, en medio de un agujero, sobre una caja, que no se todavía de que material es, y a unos 100 metros de mí, en redondo, el ejército.
Recuerdo que me levante, y alguien, con un altavoz, me pregunto, que como me encontraba.
Levante el pulgar en señal de bien, aturdido y desorientado, pero físicamente bien.
Me levante y fui hacia donde me habían hablado,... y un enorme zumbido surgió detrás de mí.
La caja estaba vibrando.
Cuanto más me alejaba, más fuerte era el zumbido.
Temí que explotara, y me volví a sentar sobre ella,... y ceso el zumbido.
Estuve allí, solo, 72 horas, sin agua, ni comida.
Nadie podía pasar, porque se desintegraba en un instante.
Mucha gente intento ir a ver si estaba vivo, y desaparecieron... como si fueran polvo.
"Los tatuajes", los llamaremos así, ya habían aparecido.
A las 72 horas, estaba tumbado sobre ella, mirando el cielo azul, y comenzó a vibrar, y con un golpe seco, paro.
Desde el otro lado, todos me preguntaban qué pasaba. Yo no tenía ni idea.
Entonces,... un Ibi, un pájaro, se posó sobre la caja a mi lado,... busco mi mano, y luego miro hacia la orilla.
Le..., le pregunte al animal, si me podía ir... Y asintió con la cabeza.-
-¿Cómo?- Pregunto incrédula Zoe.
-Lo sé. Es de locos.
He investigado un poco. El Ibi es el animal con que los egipcios representaban a...-
-Thoth- Termino la frase Zoe.
-Si- dijo el, y tras un momento continuo con su relato. -Salí de allí, y los militares que intentaban tocarme los tatuajes,...pufff...polvo.
El Teniente Ansuez, él, es médico militar, es el único, que, por razones desconocidas, puede tocarme.-
-La caja y tú sois un peligro- Dijo Zoe, en un tono tan calmado, que al Comandante se le heló la sangre, hasta que comenzó a notar como la cara de Zoe, se ponía roja de ira.
Mientras, Zoe se levantaba del sofá y le decía en un tono cada vez más alto.
-¿y la habéis traído a una zona urbana? Y además una zona turística, ¿ESTÁIS LOCOS?-
-Tranquila -se apresuró el Comandante Amat en tratar de calmarla -Yo solo soy peligroso si me tocan la piel de los tatuajes. El resto no hay peligro.-
-¿Y TE PARECE POCO? -Grito Zoe -¿Y LA CAJA? NO SABÉIS NADA SOBRE ELLA.-
-Un poco si se. - Dijo el Comandante, avergonzado- No me puedo separar de ella más de 200 m. A 100 metros comienza a vibrar, a 150 metros levita y a 200 m alcanza una altura de 2 metros y realiza un sonido muy desagradable. No he probado más, por miedo.-
-¿QUE ES ESO? -Grito Zoe, que no sabia si salir corriendo o coger al guapo militar del cuello y ahogarlo.
El Comandante agacho la cabeza, avergonzado, se giró hacia la ventana, y mirando a través de esta, le dijo a Zoe, con voz totalmente militar. -Ese es su trabajo, Dra. Averígüelo antes de que destroce más vidas-.
En ese instante, Zoe se sintió culpable.
La ira que hace unos momentos había sentido, se había transformado en culpabilidad.
Él le acababa de confiar una parte muy importante de su vida. Le había contado que había muerto su esposa... y ella... ella se había dejado arrastrar por el pánico.
Y aunque las últimas palabras del Comandante habían sido en todo militar, ella había notado el dolor en sus palabras. La pena, de haber confiado en ella, y ella no haber sabido responder a su confianza.
-Lo siento. -Dijo Zoe, con un tono más calmado, y culpable. -Pero me acaba de contar que no hay aviso, simplemente se desintegra la gente.-
Hubo un silencio incómodo.
-¿Su esposa?- Susurro Zoe.
-Ni