Felicidad en construcción. Rovy Colmenter
arriesgar, siempre le respondo: la Fe.
He entendido que somos tan frágiles, tan vulnerables, que tener Fe es la posibilidad de andar dejando a un lado los temores y nuestras propias limitaciones y darle paso a las oportunidades, a los sueños, a la esperanza viva.
EL MOTOR DE LA VIDA: LA MOTIVACIÓN
Hasta que no entramos en nuestro interior, no descubriremos cómo podemos construir la felicidad; la psicología define la motivación como la fuerza que viene de adentro. Todos somos movidos por algo que se ha denominado «motivación».
Debemos tener presente que no siempre tendremos la respuesta esperada o la situación deseada, es en ese momento cuando sentimos que luchamos contra corriente o lo que es peor que el mundo nos adversa; nos cansamos de intentar, de continuar y muchas veces perdemos la motivación, y es cuando se presenta en nosotros la frustración. Si nos mantenemos conectados con nuestro interior, a la fe, podemos desprendernos de esos sentimientos o emociones que nos invaden y que no nos dejan avanzar.
En las diferentes etapas o aspectos de nuestras vidas somos motivados por las necesidades, los instintos, incentivos, entusiasmo, las expectativas que tenemos acerca de algo o alguien, las emociones. Somos seres movidos por emociones, por nuestra alma y actuamos en correspondencia.
La conocida pirámide de Maslow explica muy bien el foco de la motivación humana, cuyo estudio plantea desde lo más básico, como las necesidades fisiológicas, hasta lo más complejo, como la autorrealización personal.
Ahora bien, existe una motivación que está detrás de nuestra conducta y forma de ser y es la que viene desde lo más profundo de nuestra alma, esa esencia de nuestra parte interior, que no es material, pero que incluye nuestros pensamientos y actitudes ante la historia que está por contarse en nuestra vida.
Descubrir cuáles son nuestras motivaciones primarias, entender cuál es la intencionalidad de nuestro corazón, qué nos hace movernos y actuar de una forma u otra, nos ayudará a avanzar en el proceso del autoconocimiento, y al mismo tiempo a perfeccionar el don o dones que nos fueron otorgados a fin de llevar a cabo nuestro propósito.
Una persona que aprende a desarrollar su conducta partiendo de su misión, el amor y la esperanza, es alguien que ha permitido que su alma crezca a la par de su espíritu, y el motor que enciende su vida es alcanzar la madurez espiritual; lo que permitirá de manera inequívoca, la mejora de su vida y subir los escalones que le permitan construir la verdadera felicidad. La felicidad no es una hipótesis, no se encuentra en tener todo cuanto se desee ni como se desee. La felicidad parte del esfuerzo y se construye de aceptación y gratitud.
Cuando somos intervenidos por la sabiduría que viene de lo alto, invertimos el orden de la motivación planteado por dicha teoría piramidal, y aprendemos a desarrollar una conducta motivacional que tiene que ver más con la expansión de nuestro sistema espiritual, como fundamento, mediante la gratitud, la paz y la fe, que con la alegría o contentamiento que estamos acostumbrados a buscar, a través de la satisfacción de nuestros deseos y necesidades humanas basado en los logros o metas realizadas.
Proponte a esforzarte para alcanzar tus metas, pero cuida el foco de tus motivaciones, este puede pasar a ser el cebo para pescar grandes peces y llenar tu barca o la red desmembrada que los deja escapar.
Si hay algo poderoso, es cuando logramos darnos cuenta de que nuestro bienestar reside dentro de nosotros. Si transformamos nuestros pensamientos, y perspectivas, cambiará nuestra realidad. ¡Cuidar nuestro interior es lo más importante, somos reflectores de lo que tenemos!
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Es tu verdad vs.
mi verdad
Capítulo 2
MI VERDAD VS. TU VERDAD
¿Existe la verdad absoluta?
Los individuos, las familias, las sociedades, las naciones están relacionadas por creencias, culturas, costumbres. Cada quién vive su vida a su modo, según sus propias verdades. Durante mi vida he aprendido que regirnos por nuestras percepciones y formas de ver el mundo, nos trae muchos desaciertos.
Somos seres imperfectos, es decir, que aún no hemos sido perfeccionados. Pensamos y accionamos según nuestro marco de referencia, ya sea familiar o experiencial. En esto de la diversidad y la modernidad del mundo, hemos perdido el norte de lo que es correcto.
Nos encontramos viviendo en un mundo donde lo correcto, es lo inapropiado y lo incorrecto es la norma. Tengo dos hijos, un joven de dieciséis años y una niña de ocho años. Como ven son diferentes etapas pero un mismo fin.
Tener un adolescente nos desafía ante la intersección en el camino, «de lo que consideramos correcto», dentro de una sociedad moderna, liberal, vanguardista, y de primer mundo.
Entonces me pregunto, pero ¿qué es lo que hoy llamamos correcto, si lo que para mí puede ser correcto, para el otro no lo es? ¿Lo que puede verse como incorrecto, ya hoy se ha hecho parte de la forma de vivir de las sociedades modernas?
Hoy día podemos cambiar de tono tantas veces nos parezca, de opinión como cambiar de calzado, somos libres de hacerlo, porque «la vida es una sola y hay que disfrutarla», porque los estándares de convivencia varían según el tipo de sociedad o comunidad al cual pertenezcas. Porque las personas dicen que el «mundo ha cambiado y por ende quienes vivimos en él». Nos encontramos en un punto donde la tabla de valores o de principios se reescribe todos los días y tachamos, borramos y volvemos a escribir, según la circunstancia o el aspecto que queramos o necesitemos manejar.
El mundo se ha llenado de subjetividades, de preliminares, de relatividades, donde la aceptación por el otro, a mi modo de ver, se ha sobrevalorado. Que nada tiene que ver el amarnos los unos a los otros sin hacer acepción de personas, con el descontrol, el desorden, la anarquía que se hacen visibles a nuestro alrededor.
Un mundo donde los padres tienen miedo a sus hijos, porque prefieren simpatizar en lugar de corregir, donde hemos perdido la bitácora para guiarlos, porque estamos muy preocupados por surfear la ola de la modernidad y la aceptación. Una sociedad en la cual el respeto ha sufrido una degradación tanto conceptual como accionaria.
Estamos en un mundo donde la verdad de cada uno es válida, pues forma parte de la realidad individual. Sin brújula, nos adentramos al mar de la vida, y nos dejamos guiar por aquello llamado intuición, cuya valoración ha sobrepasado cualquier norma.
Alguna vez te has preguntado, ¿hacia dónde va el mundo? ¿Cómo fundamentas bases sólidas en tu familia, en tu vida, cuando la verdad sigue mostrándonos un abanico de opciones? Donde tu verdad puede ser tan cierta como la mía ¿En base a qué podemos orientar el barco, si hoy día la orientación depende más de las emociones que de la sensatez?
Son interrogantes que me han obligado a detenerme y a reflexionar y no dejarlas pasar, ni mucho menos omitirlas, aun cuando es más fácil caminar por donde todos caminan a enfrentarnos a la dura experiencia de mostrarnos diferentes.
La verdad siempre se impone ante las duras capas de la terquedad, lo normal como humanos es que la repudiemos, porque ocupa un todo, y nosotros intentamos detenerla, no queremos que llegue. La verdad puede ser muy dura, casi nunca estamos preparados para asumirla o enfrentarla. Por eso en ocasiones falseamos la verdad, acomodándola según nuestra propia conveniencia.
Cuando conocí a quien hoy es mi esposo, un día me dijo una frase que hasta ahora no he olvidado, «soy especialista en acomodar la verdad», para aquel entonces, en plena etapa de la ofuscación del enamoramiento, nunca pude ver cuán profunda o importante podría ser la «verdad» de aquella aparentemente insignificante frase.
Acomodar la verdad es la manera más sutil de manejarnos en la vida sin parámetros de moral, donde no existe una forma de diferenciar el bien del mal, porque es una verdad relativa, fundamentada en nuestro intelecto, en nuestras emociones, en nuestras necesidades, sin bases probatorias y que damos como cierta a partir de nuestro entendimiento.
Vivir en mi propias verdades me llevó a recorrer caminos de muchos dolores, de grandes equivocaciones, de decisiones irreversibles que me encaminaron a transitar