Llegamos tarde a todo. Fernando Rivera Calderón
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POESÍA
DERECHOS RESERVADOS
© 2017, Fernando Rivera Calderón
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Primera edición: agosto de 2017
ISBN: 978-607-8667-61-1
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El hombre del piano
toca una pieza
que no compuso
canta una canción
que no es suya
en un piano
que no es de él.
CHARLES BUKOWSKI
el que todavía tiene cabeza
entierre ahí de donde viene
EDUARDO MILÁN
Llegamos tarde a todo
Llegamos tarde a todo.
Nadie nos esperó.
Todo era viejo
(hasta lo nuevo era viejo).
Todos ya habían nacido
o habían muerto,
y las cosas del mundo
tenían una sábana blanca encima,
como los muebles de una casa abandonada.
Se escuchaban
rumores de otros tiempos,
aparentemente mejores.
Y ya no había dinosaurios
ni unicornios
ni ornitorrincos.
Llegamos tarde a todo
y nadie nos esperó
para ser expulsados del paraíso
ni para subir al arca de Noé.
Llegamos tarde;
cuando las sirenas ya habían cantado,
cuando los peces se habían multiplicado
y la cruz de Cristo era una silla.
Llegamos
después de una fiesta de siglos,
entre botellas rotas
y colillas de cigarro,
para beber de vasos en ruinas,
como ángeles después del juicio.
Y ya había muerto Lennon
y Dios y Nietzsche,
y no hubo asesino que sobreviviera a su víctima.
Y eso lo supimos
porque llegamos tarde.
Ya conversaban
Alonso Quijano e Ignatius Reilly
en el pasillo de ofertas de la tienda de libros.
Ya se habían escrito El Aleph y la quinta de
Beethoven.
Ya el polvo enamorado de Quevedo había sido
barrido
bajo la alfombra.
Llegamos
a la cama destendida
donde los amantes
se extinguieron.
A la hoguera en cenizas
que calentó otro sueño,
y a esa piedra negra que un día fue lava roja,
y al desierto de arena,
antiguo mar
donde nadaban ballenas fantasmas
y anémonas retrógradas.
Llegamos tarde.
Pero…
…todavía
alcanzamos a escuchar
el aplauso
de lejos,
el último estertor
del espectáculo
que nunca vimos,
en el momento
en que prendieron las luces
y terminó la magia,
y se abrieron las salidas de emergencia,
por donde se fue el mundo que era.
Pero nosotros veníamos llegando
apenas,
tarde a todo,
justo
cuando comenzaron
los créditos finales
de la película,
que alguien dijo
–mientras salía del cine–
que era de amor,
cuando el amor
no sólo era una reacción
de compuestos indecibles
e irritantes secreciones.
Llegamos tarde al bautizo,
a la boda y al sepelio;
y no fue un asunto de impuntualidad:
no estábamos aquí para llegar antes
ni mucho menos a tiempo,
pero evidentemente
llegamo starde:
El mundo en pedazos,
el silencio atómico,
la llama helada,
la celda sin rejas,
la buganvilia negra,
El odio a la primavera,
una serie
de luces
navideñas
sobre
una
calavera.