Llegamos tarde a todo. Fernando Rivera Calderón
leche deslactosada,
la utopía desutopizada,
la llama que llama
y no contesta,
y el fuego que se seca,
y el río que se apaga,
y la madre desahuciada
y hueca.
Llegamos tarde a todo.
Nadie nos esperó
para subir al Caballo de Troya
ni para ahogarnos en el Titanic
ni para pegar nuestras alas con cera
ni para aprender de la muerte
ni del Minotauro
ni de la guerra.
Llegamos tarde
a la repartición del cielo
y de la tierra,
cuando la tierra
ya sólo era
el gran cementerio.
Un hermoso jardín
de huesos molidos
y gusanos
hambrientos.
Es
difícil
llegar
a
un
momento
del
Tiempo
en
el
que
todo
ha
pasado
ya.
Y se ven las brasas
de lo que fue,
y se ve la hoguera,
pasajera;
y se ve
el silencio
dermatológico,
capitalista, comunista,
extremista,
taxidermista,
de lo que era,
cuando pudo ser,
o fue,
pero
sólo quedó
la estela,
el reducto,
el siempre incipiente,
remanente.
Llegamos tarde a todo.
Hay evidencias
de que ya habían sido revelados
los secretos milenarios
de la existencia,
y se había demostrado
científicamente
que había preguntas
que no podían responderse,
porque habían cambiado
las preguntas
y habían cambiado
las respuestas,
y habían cambiado
aquellos que preguntaban
y aquellos que respondían.
La duda
había sido extirpada
para cuando llegamos.
Ya para entonces
se había cuestionado todo:
el poder,
la razón,
el sexo,
el poder,
la razón,
las moscas,
el sexo,
el poder,
la razón,
la muerte,
el sexo.
Llegamos tarde
al sexo.
Usábamos condón
pero no moríamos de sida.
Nos cuidábamos de todo
y siempre alguien
se moría de otra cosa.
De hecho,
primero se morían los que más se cuidaban.
El descuido,
finalmente,
fue visto
como un signo
de adaptación.
El Universo está descuidado.
¿No es todo lo que existe
la evidencia
de un descuido
interminable?
Pero hubo un momento
en que intentamos seguir
las instrucciones.
Apegarnos al manual.
Que nadie diga
que no intentamos hacer bien las cosas,
pero llegamos tarde.
No había nada nuevo bajo el sol,
sólo colchones,
tambores,
estufas
y fierro viejo que vendan.
Todo era seminuevo
cuando llegamos:
nos dieron una vida
de medio uso.
Saldos
de instantes
que otros vivieron,
palabras
con las que otros
hablaron.
Silencios
que ya habían sido guardados,
piezas
de distintos rompecabezas,
calcetines extraviados,
monedas sin cara ni cruz,
animales extintos,
lenguas muertas.
reflujos de humedad
bajo el salitre del tiempo.
Llegamos tarde
a todo.
Todo ya en ruinas,
en raros escombros;
hasta los recién nacidos
nacían
arruinados,
envejecidos
prematuramente.
El mundo entero
convertido
en la atracción
arqueológica