Llegamos tarde a todo. Fernando Rivera Calderón
href="#fb3_img_img_4c9599c5-49a0-590f-bd3f-508d613e1c54.png" alt="chpt_fig_010"/>
de un turista
de otro
tiempo,
que captura imágenes
sin entender
que camina
sobre un eterno después;
que es un turista
en el peor de los destinos posibles:
la república democrática del futuro,
donde siempre,
siempre,
siempre,
llegamos tarde
a todo.
Glaciar
Hoy
El mismo día que nací es hoy.
Moriré en este mismo instante luminoso y eterno.
Tu día
En la noche del tiempo
tenemos un día de vida:
por la mañana despertamos,
estiramos los brazos,
vivimos,
amamos,
pero luego lloramos con el atardecer
y el corazón se pone entre las montañas.
Es hora de dormir.
Grises
Después del fin del mundo
algunos pensamos
que podríamos seguir
como si nada
hubiera pasado.
Aprendimos a disimular,
a callar ante los niños.
Usábamos
calendarios viejos
para contar los días
que se sucedían
como el eco
infinito
de los días
verdaderos.
Y los días
cada vez
eran
más
cortos
y el sol
cada vez
brillaba menos.
La misma noche
era también
menos obscura.
Nos volvimos grises sin el tiempo,
como antiguos dibujos animados,
desanimados.
Habíamos depositado
demasiadas expectativas
en el fin del mundo.
Pensamos
que vendría
a darle sentido a las cosas,
que sería mejor
que la Navidad
y el año nuevo
y el hanukkah
y el día de las madres.
Leímos
durante siglos
que los justos
serían reclamados
por el Cielo
y que los muertos
saldrían de sus tumbas
y que los demás
nos iríamos al Infierno
que, por lo visto,
era lo mismo
que quedarse aquí.
Después del fin,
todos juntos,
iguales,
irreparablemente
iguales.
El Cielo no cumplió su promesa
y los muertos tampoco salieron de sus tumbas,
salvo para que entraran nuevos muertos,
pero supimos guardar el secreto
y nuestro compromiso
por ocultar la verdad
nos obligó,
nos condenó,
nos redujo
a hablar
sin parar,
sin decir,
sin ver,
sin sentir,
sin escuchar
eternamente
nada.
Después del fin del mundo
algunos pensamos
que quizás
podría haber otro fin.
La esperanza
de un nuevo final
que terminara
con el mal sabor
que nos dejó el fin del mundo.
Aprendimos
a creer en otro final
al final
del eco de los días;
cuando deje de escucharse
ese murmullo de luces y sombras
y de órbitas desorbitadas
donde hacemos
el teatro.
Después del fin
el mundo
se volvió esa casa
en venta,
cuyo vendedor
oculta
la historia
de un crimen
espeluznante.
Afortunadamente
hay estudios,
investigaciones
muy serias
que afirman
que no siempre
necesariamente
los crímenes
suceden
dos veces
en el mismo sitio,
aunque
en este mundo
han sucedido
todos los crímenes.
Eco de los días verdaderos,
luz que se apaga,
recuerdos que se borran,
palabras
que dejan de decirse,
música
que se va
dejando
de escuchar,
danos esperanza,
no nos dejes
olvidar
que
todo
puede
acabar
otra
vez
y