Las Celebraciones Dominicales en ausencia de presbítero. Varios autores

Las Celebraciones Dominicales en ausencia de presbítero - Varios autores


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ordenado, y en las bendiciones, cuando el ministro es laico («El Señor nos bendiga...», «Bendigamos al Señor...»). No debe emplear las palabras reservadas al presbítero o al diácono, y debe omitir aquellos ritos que remiten de manera directa a la misa, por ejemplo: los saludos, especialmente «El Señor esté con vosotros» y la fórmula de despedida que haría aparecer al laico moderador como un ministro sagrado.33

      40. Lleve un vestido que no desdiga de esta función, o la vestidura que oportunamente señale el obispo.34 No use la sede presidencial, sino prepárese otra sede fuera del presbiterio.35

      El altar, que es la mesa del sacrificio y del convite pascual, será usado solamente para poner en él el Pan consagrado antes de la distribución de la Eucaristía.

      Al preparar la celebración se ha de procurar una adecuada distribución de las funciones, por ejemplo, para las lecturas, para los cantos, etc., y para la disposición y ornato del lugar.

      41. El esquema de la celebración consta de los siguientes elementos:

      a) los ritos iniciales, cuya finalidad es hacer que los fieles que se reúnen constituyan la comunidad y se preparen dignamente para la celebración;

      b) la liturgia de la Palabra, en la cual Dios mismo habla a su pueblo para manifestarle el misterio de la redención y de la salvación; el pueblo responde mediante la profesión de fe y la plegaria universal;

      c) la acción de gracias, con la que Dios es bendecido por su gloria inmensa (cf. núm. 45);

      d) los ritos de la comunión, mediante los cuales se expresa y se realiza la comunión con Cristo y con los hermanos, sobre todo con aquellos que en el mismo día participan en el sacrificio eucarístico;

      e) los ritos de conclusión, con los que viene indicada la relación entre la liturgia y la vida cristiana.

      La Conferencia Episcopal, o el mismo obispo, teniendo en cuenta las circunstancias de lugar y de las personas, pueden concretar más la celebración con subsidios preparados por la Comisión Nacional o diocesana de Liturgia. No obstante, este esquema no debe cambiar sin necesidad.

      42. En la monición inicial, o en otro momento de la celebración, el moderador hace mención de la comunidad con la que, aquel domingo, el párroco celebra la Eucaristía, y exhorta a los fieles a unirse espiritualmente a ella.

      43. Para que los participantes puedan asimilar la Palabra de Dios, hágase una explicación de las lecturas o un sagrado silencio para meditar lo que se ha escuchado. Puesto que la homilía está reservada al sacerdote o al diácono,36 lo mejor es que el párroco transmita la homilía al moderador del grupo, para que la lea. No obstante, obsérvese lo que haya dispuesto la Conferencia Episcopal sobre este punto.

      44. La plegaria universal se desarrollará según la serie establecida de las intenciones.37 No se omitan las intenciones por toda la diócesis, que el obispo proponga eventualmente. Asimismo, propóngase con frecuencia la intención por las vocaciones al Orden sagrado, por el obispo y por el párroco.

      45. La acción de gracias tendrá lugar de acuerdo según uno de estos dos modelos:

      a) después de la plegaria universal o después de la distribución de la comunión, el moderador invita a todos a la acción de gracias, con la cual los fieles exaltan la gloria de Dios y su misericordia. Esto puede hacerse con un salmo, por ejemplo, los salmos 99, 112, 117, 135, 147, 150, o con un himno o un cántico, como el «Gloria a Dios en el cielo», el Magníficat, etc., o también con una plegaria litánica, que el moderador dice con los demás vuelto al altar, estando todos de pie;

      b) antes del Padrenuestro el moderador se acerca al tabernáculo o al lugar donde está reservada la Eucaristía y, hecha la reverencia, deposita sobre el altar el copón con la santísima Eucaristía; a continuación, arrodillado delante del altar, juntamente con los fieles, dice el himno, el salmo o la plegaria litánica, que en esta circunstancia debe ir dirigida a Cristo presente en la santa Eucaristía.

      Pero esta acción de gracias no debe tener de modo alguno la forma de una plegaria eucarística. Los textos del prefacio y de la plegaria eucarística contenidos en el Misal no se han de usar, a fin de evitar todo peligro de confusión.

      46. Para el desarrollo del rito de la comunión, se observará cuanto viene dicho en el Ritual Romano acerca de la comunión fuera de la misa.38 Recuérdese a los fieles con frecuencia que, al recibir la comunión fuera de la misa, se unen también al sacrificio eucarístico.

      47. Si es posible, para la comunión úsese el Pan consagrado el mismo domingo, en la misa celebrada en otro lugar, y llevado por el diácono o por un laico en un recipiente apto (copón o portaviático) y colocado en el sagrario antes de la celebración. También se puede usar el Pan consagrado en la última misa celebrada allí. Antes de la oración del Padrenuestro el moderador se acerca al tabernáculo o al lugar donde está depositada la Eucaristía, toma el recipiente con el Cuerpo del Señor, lo deja sobre la mesa del altar e inicia la oración del Padrenuestro, a no ser que en este momento se haga la acción de gracias, de la que se habla en el núm. 45, b.

      48. El Padrenuestro se canta o recita siempre por todos, aunque no se distribuya la santa comunión. Puede hacerse el rito de la paz. Después de la distribución de la comunión «según la conveniencia puede observarse el sagrado silencio durante un cierto tiempo o cantar un salmo o un cántico de alabanza».39 Se puede también hacer la acción de gracias descrita en el núm. 45, a.

      49. Antes de finalizar la reunión, se darán los avisos y las noticias que afecten a la vida parroquial o diocesana.

      50. «Jamás se apreciará suficientemente la gran importancia de la asamblea dominical, como fuente de vida cristiana del individuo y de las comunidades, y como expresión de la voluntad de Dios: reunir a todos los hombres en el Hijo Jesucristo.

      Todos los cristianos deben convencerse de que no es posible vivir la propia fe ni participar, del modo propio a cada uno, en la misión de la Iglesia, sin nutrirse del Plan eucarístico. Igualmente deben estar convencidos de que la asamblea dominical es para el mundo un signo del misterio de comunión que es la Eucaristía».40

      Este Directorio, preparado por la Congregación para el Culto Divino, fue aprobado y confirmado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II el 21 de mayo de 1988, ordenando su publicación.

      En la Sede de la Congregación para el Culto Divino, a 2 de junio de 1988, solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

      Pablo Agustín, card. Mayer, Prefecto

       Virgilio Noè, Arzobispo tit. de Voncaria, Secretario

      ORIENTACIONES GENERALES AL RITUAL «CELEBRACIONES DOMINICALES Y FESTIVAS EN AUSENCIA DE PRESBÍTERO»41

      (Secretariado Nacional de Liturgia de la CEE, 1992)

      l. En algunas circunstancias y lugares es difícil asegurar la celebración eucarística los domingos y fiestas de precepto. La falta de sacerdotes imposibilita que las parroquias más pequeñas y los centros de culto de población reducida puedan ser atendidos debidamente.

      2. Dado que esta realidad pastoral puede darse en algunas diócesis españolas, ha parecido conveniente elaborar y publicar el presente libro de las Celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero, teniendo en cuenta las sugerencias del Directorio publicado por la Congregación para el Culto Divino.

      3. Este libro está destinado a los diáconos, a los religiosos y religiosas y a los laicos, hombres y mujeres, designados por el párroco para dirigir las celebraciones dominicales y festivas faltando el presbítero. La decisión de establecer estas celebraciones es competencia del obispo diocesano, oído el parecer del Consejo presbiteral.42

      4. La animación de las celebraciones dominicales y festivas en ausencia de presbítero por un diácono o por un laico, debidamente escogido y preparado, supone la observancia de las normas dadas por el obispo o por su delegado para estas celebraciones, y la actuación bajo la responsabilidad del párroco.

      I. El ministro de la celebración

      5. Siempre que sea posible, la celebración


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