Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli
una fuerza espiritual que está dentro de mí y que se está oponiendo a todo lo que hago. Siento que hay algo que no es mío y que yo no quiero.
—Muy bien —le respondí—, entonces vamos a trabajar directamente con esta sensación.
Viernes 1° de diciembre de 1989
Terapeuta: Muy bien, Ramiro. Contaré hasta tres y dejarás que esta fuerza espiritual se manifieste libremente. Uno... dos... tres. Adelante. ¿Quién eres?
Ramiro: Soy el doctor Ramiro T. Soy el hijo de Federico y padre de Norma, la mamá de Ramiro —con voz firme y segura.
T: De modo que tú eres el abuelo de Ramiro.
Ramiro T.: Así es.
T: Muy bien. Ahora puedes decir todo lo que necesites decir. Quiero que sepas que yo también soy doctor, soy médico y sinceramente quiero ayudarte. ¿Cuáles son tus sufrimientos, tus dolores? ¿Qué es lo que te lleva a estar junto con Ramiro?
R: Son las doce y cinco de la noche del 9 de febrero de 1958. Me siento mal y agarro una botella de cognac que tomo cuando me siento mal. Tengo una afección avanzada en las coronarias. En noviembre del año pasado tuve un edema agudo de pulmón. Me levanto. Estamos en la casita de Mar del Plata que amo profundamente. Me siento muy bien allí. Teresa está dormida y no quiero despertarla. Me duele el pecho y veo luz en la pieza de Norma. Me asomo y veo que ella está leyendo. Me senté a los pies de la cama y me siento peor y me tomo el pulso. Perdí la consciencia absoluta. Caí muerto. (Me sorprendió que fuera directamente al momento de su muerte, como si supiera lo que tenía que hacer.)
T: ¿Qué ocurre cuando caes muerto?
R: Mi hija me dice: “¡Papá, papá! ¿Qué te pasa papá?”. Y enseguida se da cuenta de que estoy muerto.
T: ¿Qué sientes en ese momento, qué piensas?
R: No lo sé, yo sabía que podía pasar. El médico me había dicho que no fuera a Mar del Plata por causa del clima, pero mi esposa insistió tanto de ir que finalmente mi hija fue al consultorio del cardiólogo para que él le diera las instrucciones de las cosas que tenía que hacer y las que no podía hacer en Mar del Plata. Nada de salir afuera, mucho menos al viento, nada de tomar agua de allá. Así que llevó las damajuanas de agua de acá, de Buenos Aires. Esa noche no había cenado más que una pera.
T: Entonces, vuelve unos instantes antes de tu muerte para que veas bien qué es lo que pasa. Fijate qué ocurre, qué es lo que piensas y qué es lo que sientes en los momentos previos a la muerte. Vuelve a ese momento.
R: Me siento en la cama de mi hija, a los pies, y le comento que me duele el pecho. Ella estaba con un libro en la mano con la luz encendida todavía. El dolor era muy rápido. Comencé a tomarme el pulso y vi la hora. Eran las doce y cuarto y, de pronto, vi una enorme luz blanca que se abalanzó sobre mí o yo me abalancé hacia ella. Sin embargo, yo quería quedarme ahí porque me gustaba mucho.
T: ¿En dónde te querías quedar?
R: En la casita blanca de Mar del Plata. Yo la llamaba así. No quería irme de allí.
T: Y fíjate, ¿cuáles son tus últimos pensamientos en el momento de morir? ¿Qué decisión tomaste en esos momentos?
R: No quería irme de allí. Quería quedarme en el único lugar donde podía estar tranquilo. Ir al club y jugar a las damas con mis amigos del club en Mar del Plata. (Ese es uno de los motivos por los cuales no se fue a la Luz y se quedó en el plano físico.)
T: Y entonces, ¿qué hiciste?
R: Veo mi cuerpo tirado entre las dos camas. No sé por qué, pero la policía está tomando las impresiones digitales. Me duele ver cómo llora mi hija y no puedo olvidar las palabras de ella cuando corrió a mi habitación a llamar a mi esposa: “¡Papá está muerto!”. Ni yo lo podía creer ni entender. No sé cómo decírselo. Parecía mentira, pero me sentía muy bien después de ese dolor.
T: ¿Te sentías mejor después de dejar el cuerpo?
R: Mucho mejor. Entonces pensé: “Me quedo aquí para siempre, tranquilo, donde realmente me gusta estar y no voy a tener que soportar a Teresa (su esposa)”. (Allí está nuevamente la decisión que fija el alma al plano físico.) Lo que sucede, doctor, es que ocho años antes de morir mi cardiólogo me prohibió tener relaciones sexuales por una cuestión obvia, no podía realizar esfuerzos. Y mi esposa es una persona muy fogosa, usted me entiende, ¿no? Creo que me odiaba por eso. Siempre fue terrible, pero los últimos ocho años fueron terribles, un caos. Era febrero y mi hija se iba a casar en abril. Yo le decía a mi hija: “Cásense pronto y dénme nietos”. Nunca tuve nietos —llorando—. (Aquí hay otro motivo para quedarse.)
T: Deja salir todo lo que sientas. ¿Qué pasó entonces?
R: Trasladaron mi cuerpo a Buenos Aires y me velaron en lo que era mi consultorio. Hacía mucho calor. En determinado momento estaba mi futuro yerno observando mi cuerpo mientras me velaban y se acerca uno de los caballeros de la funeraria y sugiere cerrar el cajón. Mi cuerpo estaba hinchándose e incluso, cuando llegaron a Buenos Aires y abrieron el féretro, había salido mucha sangre por la boca. Limpiaron el cuerpo y me pusieron en exposición.
T: ¿Qué pasa cuando tu hija se casa y va a tener un hijo?
R: Siento pena de no poder estar con ella y llevarla al altar. Siento pena de no poder besar a un nieto mío. Me siento muy solo.
T: ¿Y cuándo es que decides incorporarte a Ramiro? ¿Qué es lo que te lleva a él?
R: Dos motivos: uno es egoísta, el otro, no es tan egoísta. A través de él puedo disfrutar de estar en Mar del Plata en esa casa y mirar por la ventana en la esquina que da al mar.
T: ¿Y el otro motivo?
R: El otro motivo es que desde hacía siete u ocho años que veía lo que mi esposa le estaba haciendo a mi hija y realmente no podía o no quería creer que ella pudiera hacer esas cosas contra mi hija. Desde aquí me doy cuenta de que mi esposa quería matar a mi hija. Está mi nieto que lleva mi nombre y pensé que al crecer él sería fuerte y, a través de él, crearía una muralla entre mi esposa y mi hija para que mi hija no recibiera más daño. (Parece que padre e hijo, bisabuelo y abuelo de Ramiro, tenían el mismo concepto sobre la abuela de éste.)
T: Ahora dime una cosa, ¿crees que has hecho bien? ¿Crees que has actuado de la manera correcta para hacer esto? Lo digo sin ánimo de censurarte.
R: Sí, doctor, entiendo. Con respecto al primer motivo quizás sea egoísta, pero a mi nieto siempre le gustó mucho Mar del Plata y esto no lo perjudica en absoluto. En cuanto al otro motivo, tengo que reconocer que lo usé como carne de cañón porque sólo a través del cuerpo de mi nieto podía yo oponerme al daño que mi esposa le estaba causando a mi hija. Tomé esa decisión porque mi nieto Ramiro es un joven fuerte y podía hacer todo lo necesario en esta situación. Hubiese sido peor si Teresa hubiese acabado con Norma.
T: Bien; ahora, yo te voy a explicar lo que ocurrió en esa muerte imprevista.
R: Era prevista.
T: Muy bien, era prevista.
R: No debía ir; sin embargo fui por la insistencia de Teresa.
T: Cuando ocurrió esa muerte te viste confundido, turbado, preocupado por tu familia.
R: No; solamente me vi preocupado y entristecido por mi hija. Sentí un poco de bronca por ver la insensibilidad de mi esposa y la de sus dos hermanas que la estaban acompañando ese verano y, en tercer lugar, sentí una sensación de liberación y tranquilidad muy grande porque sabía que podía quedarme ahí para siempre.
T: Ya lo creo, pero eso te impidió ir a otros lugares donde uno puede ir cuando deja el cuerpo. ¿No sabes que Dios tiene lugares donde sus hijos son atendidos por seres de luz que se ocupan de sus sufrimientos y de las heridas del alma?
R: