Constelaciones familiares. Marcelo Luis Ducruet
otro mundo más allá del mundo que solemos captar a simple vista y es el mundo de la magia y los magos. ¿Y quiénes son los magos? Todos y cada uno de nosotros porque tenemos el poder para transformar nuestro universo. La idea de que la realidad es plástica, y no pocas veces mágica, nos permite imaginarnos de una nueva manera. Si así no fuera, ¿por qué sostendríamos que “el pensamiento crea realidad”?, ¿cómo tendríamos la certeza de que somos responsables y que tenemos la herramienta mágica para nuestra superación? Hay que abrazar esta idea de una magia en nosotros y de la existencia de reencuentros alquímicos para nuestra alma. Todo esto, sin caer en la banal superstición.
Es por esta causa que me gusta afirmar que somos magos, pues, el admitirlo y afirmarlo implica entrar en contacto con lo maravilloso que tiene la vida, y lo que posibilita esa comunión es la Psicoconstelación.
¿Y por qué las Psicoconstelaciones son mágicas? Porque nos abren las puertas a esas otras realidades que interactúan con nuestro presente y de las que no estamos conscientes.
La Psicoconstelación como recurso metodológico puede ser definida como una modalidad mediante la cual se ingresa en una dimensión donde se escenifica una historia que escapa a lo que podemos comprender en primera instancia. Es absolutamente creativo lo que ocurre en ella, uno simplemente tiene que estar dispuesto a dejarse llevar. Es similar a la experiencia teatral, pero no desde la representación, sino de la participación expectante. Es esa otra realidad la que emerge fenoménicamente en el espacio magnético que se genera entre los cuerpos que constelan. No es, insisto, una descomprometida escenificación sino que se trata de representar activamente el rol de ser ese otro a partir de la corporalidad propia. Así se dejan fluir las energías, se activa el campo emocional y se es en función del otro.
Podemos trazar un paralelismo con el hecho estético de ir al teatro, de ver una película, de contemplar una obra de arte, un concierto, un ballet o abrir un libro. Es vincularse álmicamente con el autor de esas creaciones.
Si yo me entrego con confianza al proceso estético, vibro, siento, imagino que estoy inmerso en la propuesta. En la Psicoconstelación sucede lo mismo. Soy protagonista de mi propia historia y soy el eco simultáneo de otras historias, las de los otros que resuenan en mí. Mi cuerpo está totalmente presente, cada célula viva de mi organismo vibra con esa energía, tal como ocurre cuando estoy abstraído absolutamente con la lectura o como cuando me hallo frente a una obra de teatro. En esa clara calma de la transparencia, los caracteres de cada uno de los personajes escenifican mi texto, mi propio ser. Somos lo que les ocurre a los otros, somos guionistas, escrutadores y directores que pueden intervenir para hacer sanar.
Es por esto por lo que prefiero trabajar con pequeños grupos, ya que todos tendrán su turno para representar y ser representados. Me parece interesante que todas las personas vivan la experiencia, que puedan trascender la mirada del otro, que no es más que la mirada propia proyectada hacia afuera.
Si me paro en un lugar y trasciendo mi propia mirada, ya no siento vergüenza, me desinhibo, porque entiendo que ese otro que me mira no es otro que yo mismo. Como facilitador, como coordinador de un movimiento, lo que particularmente me interesa, más allá de los resultados, son los infinitos registros que se disparan y activan en el otro, que puedan vivenciar estados de consciencia que la mayoría del tiempo permanecen inexplorados. Y esto es lo mágico que vivo como constelador… participo de esa realidad oculta, escurridiza, siento resonar el cuerpo del otro y, desde este nivel energético, donde no hay cabida a la palabra, me es posible realizar intervenciones para despertar en cada uno de los participantes que acuden a mi instituto “ese plano velado”.
Jamás interrumpo esa experiencia extraordinaria, aunque hayan asistido participantes nuevos, porque obstaculizaría la riqueza del trabajo y el ingreso a ese plano que está fuera de lo racional. Si por miedo, al miedo del otro, corto esa fusión de energía, entre los fenómenos inexplicables, si pongo entre paréntesis la experiencia (atípica) cuidando la imagen que se llevan los participantes, estaría coartando el fenómeno, obstruyendo la afluencia de cosas que fluyen.
Esta es mi impronta como constelador.
Vivencio la responsabilidad de la entrega álmica, de consciencia, de cuerpo y de emociones de la gente que confía en mí desde la certeza que entro a un lugar que es sagrado. Accedo con total certeza, con seguridad, fortaleza y humildad. Esta es la única forma de ingresar en un sitio en el que se te recibe con amor.
Ubicado en esas profundidades, guío el alma con respeto para que se explaye, desde un lugar que no juzga ni se inmiscuye.
Mis maestros me enseñaron a desempeñar mi papel con amor y, desde el amor, profesar ese valor trascendental que es acercarse, de alguna manera, a los secretos vericuetos de la sabiduría. Y simplemente lo que he aprendido, lo que he tomado, intento llevarlo a mi habitual práctica como terapeuta, con toda la responsabilidad, la paciencia y la consciencia que esto significa. No sé si puedo lograrlo todas las veces, pero siempre lo intento.
Uno humildemente adopta un método constelativo, incorpora los conocimientos adquiridos, sin embargo, en un punto del camino se hace necesario incluir la propia riqueza espiritual, la mirada particular y construir el camino personal. Tomar el legado de un maestro como Bert Hellinger, sin duda delata un orgullo irreprochable y esto lo asumo con muchísimo respeto y solidaridad intelectual, pero sé que si bien mi método se asemeja, al mismo tiempo estoy cumpliendo con mi propio destino. El maestro me asiste, pero si me tomo exclusivamente de él, de su influyente figura, comienzo a manejarme con un libreto que no me pertenece y pierdo la naturalidad necesaria, la fluidez que preciso para moverme durante una Psicoconstelación.
A través del tiempo, fui reinterpretando autores y métodos que derivaron en una manera personal de realizar mi labor cotidiana, siempre guiado por una firme convicción: es fundamental mantener a raya mi ego, para no intervenir más allá de la genuina búsqueda de quien viene a consultarme. Aquí ingresa la sabia prudencia, para mostrarme qué es lo apropiado, qué debo contestar, qué debo pensar, y cuáles son las cosas que debo desechar. No me aporta nada que alguien se vaya de uno de los espacios que coordino o que facilito, sintiendo algo negativo, o bien llevándose una falsa creencia positiva, producto de mi propio “saber”. Puntualmente, me interesa la comprensión sensible de que han pasado por un espacio donde los pude ayudar, donde les fue posible guardar un registro de un antes y un después en sus vidas que íntimamente les pertenece.
Es importante que cada persona que deja el espacio constelativo se lleve esa sensación de confianza, de respeto y de sanación. Ese es para mí el efecto inmediato de la terapia constelativa.
Lleva tiempo la sanación del cuerpo y del alma, y en ese proceso es fundamental el papel del ayudador para guiar sabiamente al paciente. No me sirve forzar las salidas, aunque tenga las herramientas disponibles adquiridas a lo largo de tantas experiencias como constelador, el respeto y la paciencia es lo que deberá producir el cambio.
Todo líder, coach, coordinador, facilitador, maestro, del orden que fuere, tiene como preponderante misión acompañar al otro hasta donde pueda ir, no hasta donde se pretenda llevarlo.
EL CAMINO DEL APRENDIZ
Desde mi rol profesional de constelador, observo que todas las personas que se acercan a los talleres, así como aquellos que realizan consultas individuales, son guiados por una necesidad creciente de encontrar respuestas; esta necesidad, por supuesto, es la manifestación del alma que, a través de una serie de síntomas, intenta lograr una amplitud del campo de consciencia.
Todos estamos invitados a iniciarnos en un camino de apertura. Todos estamos invitados a tomar distintas alternativas para lograr activar la mayor cantidad de recursos posibles de nuestro yo multidimensional.
Ese es el camino del aprendiz.
Nada de lo que acontece en el alma es producto del azar o de extraños designios negativos. Nuestra alma, por alguna razón sabia, elige vivir determinadas experiencias para realizar un camino de superación.
Muchas veces es difícil confiar en la certeza de estos designios cuando estamos sumidos en el dolor, porque lo que deseamos,