El viaje del alma. José Luis Cabouli
T: Avance un poco más.
H: Siento que el espíritu se aleja y siento que se pone todo oscuro, hasta que no recuerdo más.
Vean qué notable. Penélope habla de tres cuerpos que flotan uno arriba del otro y que ya no van a volver a juntarse, y agrega que el último en desprenderse, es el más etéreo y liviano. Por su parte, Héctor, que no tenía la menor idea de todo esto, es más claro todavía, y habla del alma y del espíritu, que también están uno arriba del otro y que asimismo se separan. Y aún más. Precisa que cuando el espíritu se aleja, siente que se pone todo oscuro.
Es interesante señalar que los antiguos egipcios consideraban al hombre formado por tres elementos materiales, la forma, la sombra y el nombre, y por tres elementos espirituales. Éstos eran: el ankh o aliento de vida, el ba o espíritu y el ka o doble. Éste último, el ka, es el ser invisible, el doble de nosotros mismos, aquel cuya esencia es incorruptible e inmortal y a quien estaban dirigidos todos los rituales.
También la Cabalá nos explica que tras la muerte, hay tres elementos que se desprenden, cada uno a su tiempo, y que originan a su vez los distintos rituales que se observan en la religión judía. En el momento de morir, el primer nivel de energía que se va, es la Neshamá (alma). A los treinta días, se va el Rúaj o espíritu y, al año, se retira el Nefesh, que es el nivel inferior de la energía, espíritu crudo o energía animal.
La secuencia que refiere Héctor, primero la aparición de las luces y luego la fase de inconsciencia, cuando todo se pone oscuro, es la misma que se explica en el Libro Tibetano de los Muertos.
Héctor hace una diferencia entre el alma y el espíritu. Y esto es correcto, por cuanto el alma es el vehículo mediante el cual el espíritu actúa en la atmósfera terrestre. Así como el alma se desprende del cuerpo en el momento de la muerte, así el espíritu se desprende del alma al ascender a los planos superiores.
Una cosa más. Héctor dijo que se le formaba una aureola. Recuerden que Jackson Davis observó que, en el momento de morir, la cabeza de la mujer fue rodeada por una atmósfera brillante.
***
Muerte de un sanador
Roberto (56), en una vida pasada, fue sanador y terminó sus días, plácidamente y ya anciano, en el seno de una tribu primitiva.
Roberto: Me duermo plácidamente y veo que mi cuerpo astral sale de mí. Me he muerto muy plácidamente.
Terapeuta: Eso es, sigue adelante.
R: Los negros lloran. Veo que mi cuerpo se aleja y que la tribu se hace cada vez más pequeña. Me alejo y me alejo cada vez más.
T: ¿Qué sientes en esos momentos?
R: Estoy feliz.
T: Sigue adelante, ¿qué más estás experimentando?
R: Hay una luz blanca, muy grande. Me meto ahí y me hace muy bien.
T: ¿Cómo llegas allí?
R: No sé cómo llego. Sólo veo esa luz blanca. Hay otra gente también.
T: ¿Cómo es esa gente?
R: Son energías.
T: Sigue un poco más.
R: Hay un núcleo dorado, inmenso. No me puedo acercar.
T: Sigue un poco más.
R: De allí se emite la luz blanca. Ahora, la luz me está envolviendo.
T: ¿Qué sientes o experimentas cuando te envuelve la luz?
R: Siento un gran amor y paz.
T: Sigue un poco más.
R: Siento que una voz, muy dulce e imperativa a la vez, me dice: “Tendrás que volver otra vez en el tiempo”. ¿Cuándo?, pregunto yo. “En el tiempo.” Y no habla más.
T: ¿Qué más?
R: Aparecen destellos violáceos y desaparece ese disco dorado. Como si el sol se pusiera dentro de una nube violeta.
***
Muerte de un salvaje
Mirta, 47 años, médica; revive, en una sesión, dos muertes como salvaje.
Mirta: Estoy peleando con un hombre. Peleamos por comida.
Terapeuta: ¿Cómo eres allí?
M: Soy un negro y el otro también. No tenemos nada puesto.
T: ¿Dónde te encuentras?
M: Estamos como en una selva. Somos grandotes, jóvenes, fuertes. Estamos peleando con unos palos. Nos peleamos por un animal y…
T: ¿Sí?
M: …¡Lo mato!
T: ¿Cómo lo haces?
M: Le rompo la cabeza y es como si él se achicara.
T: ¿Qué sientes en esos momentos?
M: ¡Estoy furioso! Es una furia explosiva. Me llevo todo por delante. ¡Era mi comida!
T: ¿Cómo era tu comida?
M: Es como un felino, como un tigrecito. Me lo llevo a mi choza. Hay una mujer y dos chicos y les llevo el tigrecito.
T: Muy bien. Ahora, ve al momento de tu muerte en esa vida.
M: Es como una pelea, una batalla.
T: ¿Y qué está pasando?
M: Me clavan un palo. No es una lanza. Me clavan un palo en el costado izquierdo.
T: Continúa.
M: Eso me enfurece. Me lo arranco y me abalanzo sobre la persona que me lo clavó y grito enojado. Pero pierdo mucha sangre y me caigo.
T: Sigue un poco más.
M: Caigo de rodillas y me quedo boca abajo y miro al cielo.
T: Sigue, ¿qué más?
M: Estoy ahí, tirado, pero todavía no estoy muerto.
T: Sigue, ¿qué más?
M: Veo el atardecer. Veo cómo se oscurece el día. Tengo sueño.
T: ¿Y qué sientes en esos momentos?
M: No siento nada.
T: ¿Qué piensas?
M: No pienso. Estoy, nada más. Y me muero y me quedo ahí. El cuerpo queda ahí.
T: Y tú, ¿dónde te encuentras?
M: Yo lo veo, pero me voy por los árboles.
T: ¿Y qué experimentas en esos momentos?
M: Estoy contento. Por arriba de los árboles está lindo. Hace calor, hay sonidos, siento el viento y el aire. (Observen que todo el tiempo habla como si fuera hombre.)
T: ¿Y qué piensas de esa vida?
M: Era muy ignorante. No sabía pensar. Era como un animal. Por eso me enojaba.
T: ¿Hay algo de esa vida, que estés arrastrando todavía?
M: La furia, lo irracional, lo instintivo.
T: Muy bien, ahora cuento hasta tres y ve a otra existencia relacionada con estas mismas sensaciones. Uno… dos… tres.
M: …Veo unas montañas. Hace mucho frío. Soy un hombre grande, con barba y mucho pelo. Estoy abrigado con cueros y estoy muy sucio.
T: ¿Estás solo o estás acompañado?
M: Estoy solo. Soy muy torpe. (A partir de aquí, su voz se hace más gruesa, cortante, y se expresa con dificultad.)
T: