Ho'oponopono. Lili Bosnic

Ho'oponopono - Lili Bosnic


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timón de nuestro barco al alma, seguramente se arribará al puerto donde deseamos anclar, que no siempre es en el cual el ego anhela varar. Hay que tener presente que los intereses del Alma y de la Personalidad son contrapuestos. El alma quiere aprender, la personalidad se resiste a los cambios que esta tarea implica.

      Debemos, entonces, aprender a navegar, y sólo se aprende navegando. Todos somos navegantes en el mismo océano. Todos compartimos el mismo destino y entre todos timoneamos la nave de la evolución. Las gotas de agua del océano son las que en su unión hacen el todo, pero ese todo es algo superior a cada una de sus partes.

      De modo que no me es indiferente que a ti te vaya bien o te vaya mal. Necesito que seas dichoso, que la vida te colme de dones. Si a ti te va bien, a mí, tu espejo, también me va bien. Si tú te retrasas, yo me retraso. Si tú sufres, yo sufro. Si tú te enfermas, yo estoy enfermo. Si tú sanas, yo sano.

      Todos somos uno, todos somos uno, todos somos uno.

      Uno somos todos, uno somos todos, uno somos todos.

      DIVINIDAD, LIMPIA EN MÍ CUALQUIER OBSTÁCULO QUE ME IMPIDA SER UNO CON TODOS.

      LO SIENTO. PERDÓNAME. GRACIAS. TE AMO.

      El océano es lo que nos une.

      Es lo que cobija los mil hilos del telar de la vida.

      Capítulo 3

       Lo real y la realidad

      ¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.

      Juan Rulfo

      El horizonte está en los ojos y no en la realidad.

      Ángel Ganivet

      Lo que se considera ceguera del destino es, en realidad, miopía propia.

      William Faulkner

      Muchas concepciones, espirituales y filosóficas, consideran que el mundo que percibimos es una ilusión de nuestra mente. Pero, ¿es realmente así?

      En verdad, hay que diferenciar dos términos: real y realidad. Lo real es aquello que no puede ponerse en palabras y la realidad lo manifiesta de modo simbólico o imaginario.

      Tal como desde el Tao se viene afirmando, lo real no es del orden del ser o del no ser, sino de lo no realizado. Si pudiera manifestarse como tal, dejaría de ser real.

      De modo que la conciencia y el inconsciente intentan llenar la laguna de lo no capturable de forma directa por la percepción, con creencias, cosmovisiones y dogmas que el Yo toma como la auténtica verdad.

      Pero lo cierto es que mi percepción del mundo, de mí y de los otros, es el producto de un proceso inconsciente de proyección. Veo al mundo, a mí y a los otros, no tal como son sino de acuerdo con el cristal de mi pasado. Así, mi memoria condiciona mi percepción de las cosas y la realidad es, en suma, la realidad de mi memoria.

      Esta memoria no sólo es el fruto de mi pasado personal, de los sucesos de mi historia, sino de lo que en ella confluye del ayer familiar, ancestral, arquetípico y de vidas pasadas. Todo aquello que no se ha trasmutado en experiencia —personal y no personal, individual y colectiva— que queda pendiente sin digerir, creencias y emociones, constituye la memoria. Estoy atado a esa memoria que ansía vivir lo que no ha podido terminar de vivir en su momento.

      Por ende, es desde mi pasado inconsciente que creo el mundo donde habito. Lleno la realidad de mi subjetividad, y la realidad se convierte en el espejo de mí mismo, un espejo que, en general, no reconozco como propio.

      El mundo, los otros y mi Yo, no son lo que son en sí mismos, sino que son una realidad “para mí”, creada de acuerdo con el cincel de mi pasado. Entonces, la realidad es siempre una realidad de mi memoria.

      Pero estas memorias no son casuales, sino que forman parte del plan de vida para que mi alma aprenda lo que le corresponde aprender. Así, la realidad no es una construcción aleatoria, responde a las necesidades evolutivas del alma.

      Transformar el mundo que percibo —de límite en punto de apoyo para mi evolución, de cárcel en puente— supone, entonces, hacer algo con mi memoria.

      Se presentan aquí dos alternativas a seguir. La primera propone recordar para dejar de repetir. La segunda, borrar las memorias que nos impiden estar presentes en el presente. Este último es el sendero que vamos a explorar.

      DIVINIDAD, LIMPIA EN MÍ CUALQUIER OBSTÁCULO QUE ME IMPIDA BORRAR

      LAS MEMORIAS QUE ME ATAN AL AYER.

      LO SIENTO. PERDÓNAME. GRACIAS. TE AMO.

      Lo real no es lo que veo, porque sólo veo la realidad que mi Yo construye desde el pasado.

      Capítulo 4

      Simplicidad: estar centrado en una sola cosa

      Hay más simplicidad en el hombre que come caviar por impulso, que en el que come nueces por principio.

      G. K. Chesterton

      Adoro los placeres simples. Son el último refugio de lo complejo.

      Oscar Wilde

      ¿Qué cosa es ser simple? En un mundo que elogia la complejidad, querer que la sencillez prospere parece no tener futuro.

      Sin embargo, muchas enseñanzas hacen de la simplicidad su punto de partida. Algunas de ellas confunden simplicidad con ignorancia o primitivismo. Ambos extremos —el de la complejidad por la complejidad misma y la simplicidad por la simplicidad misma— se tocan en un mismo punto: sustentar un dogma que oscurece la comprensión del sentido de la vida.

      A la vida no le preocupa ser sencilla o compleja. Le alcanza con ser lo que es. Es a la conciencia humana que este tema le parece importante, y de tanto reiterarlo con palabras vacías de contenido, los fundamentos del mismo parecen ya haberse olvidado. Entonces, ¿qué es la simplicidad?

      Ser simple es lo contrario a estar inmerso en muchas actividades. Es concentrarse en una sola cosa y no dejarse distraer por la danza seductora del ego, que quiere aparentar ser más haciendo más, pensando más, sintiendo más. Ni tampoco dejarse tragar por las memorias, con sus imágenes preñadas de ayeres añorados o padecidos.

      Ser simple es estar presente en el presente, con todos los sentidos puestos en un solo propósito importante: ser fiel a uno mismo, obedecer el mandato del alma, seguir el trazado de la senda que la Divinidad ha diseñado para cada uno de nosotros. Y para ser fiel a uno mismo, hay que ser libre.

      Ser libre de las ataduras del apego, de los prejuicios, del qué dirán, del querer agradar y buscar ser aceptado, de vivir la vida que los otros quieren para nosotros, de la dependencia emocional, del poder, de las memorias del pasado…

      Ser libre, para escuchar y realizar los deseos del alma.

      Conquistar nuestra plena libertad es una tarea que se concreta paso a paso, día con día.

      Alcanzar la libertad no es el mérito de una revolución, sino una progresiva disminución de la distancia que separa el Yo del Alma. Un hábito que se desarrolla practicando, porque el Ego no sabe vivir en libertad y se resiste a la experiencia de la liberación.

      Hay que vencer las resistencias del Yo al anhelo de libertad que proviene del alma. Claro que esto es posible pero requiere alinear la voluntad con un único propósito: la sencillez de ser uno mismo, la simplicidad de ser libre.

      DIVINIDAD, LIMPIA EN MÍ CUALQUIER OBSTÁCULO QUE ME IMPIDA PRACTICAR

      LA SIMPLICIDAD DE SER FIEL A MÍ MISMA.

      LO SIENTO. PERDÓNAME. GRACIAS. TE AMO.

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