Ho'oponopono. Lili Bosnic
Libertad: seguir el camino del alma
El hombre nace libre, responsable y sin excusas.
Jean P. Sartre
Ser libre es una condición del alma. Tal condición se reduce a una enseñanza esencial: seguir el camino del alma, la voz de la Divinidad. Nadie supone que recorrer este sendero es coser y cantar, pero tampoco es una labor insalvable.
Continuar el camino del alma, aunque quieran desalentarnos con otras versiones, es más sencillo de lo que parece. No requiere que seamos héroes, ni poseer talentos especiales o superpoderes. Sólo hay que seguir el sendero de la felicidad, porque venimos a esta vida a ser felices. Es nuestro derecho de nacimiento.
Los indicadores de que estamos avanzando en la dirección correcta hacia la libertad es la dicha que se hace presente en nuestra vida cotidiana y la autenticidad con que se manifiesta nuestra expresión.
Ser dichoso no implica no tener problemas. Los problemas son los motores de la evolución. La cuestión es lo que hacemos con ellos, si nos dejamos aprisionar o los usamos como pivotes para aprender y crecer.
Cada quien tiene, en este sentido, un destino. Nos convoca el cumplir ese destino. Si huimos de él, como Edipo, lo terminamos realizando de un modo trágico. De manera que el alma tiene un plan para esta vida, que incluye una lección para aprender, una vocación que seguir y un camino que transitar. Ése es nuestro destino.
Si hacemos que este diseño se realice, si en vez de oponernos aceptamos activamente la propuesta del alma, todo comenzará a cambiar. Nos daremos cuenta de que para ser libres hay que obedecer al Alma, y en ello encontraremos la felicidad.
Del mismo modo, cuando la libertad anida en nuestro corazón no necesitamos de máscaras para ocultarnos tras ellas. Así somos auténticos.
Ser auténticos no es sinónimo de estar en carne viva o no tener privacidad. Ser auténticos es ser cristalinos y congruentes con lo que acontece en nuestro interior, con nuestro sentir y pensar. De este modo, hay serenidad y paz en nuestra vida, la ansiedad se evapora y toda inquietud se desvanece.
Así, la dicha y la autenticidad que vivimos señalan la libertad que practicamos al elegir seguir el camino del Alma. La libertad en la cual moramos.
DIVINIDAD, LIMPIA EN MÍ CUALQUIER OBSTÁCULO QUE ME IMPIDA SER LIBRE.
LO SIENTO. PERDÓNAME. GRACIAS. TE AMO.
La libertad se alcanza cuando se siguen los dictados del alma.
Capítulo 6
Responsabilidad: lo que de ti hay en mí
La libertad supone responsabilidad.Por eso la mayor parte de los hombres le temen tanto.
Bernard Shaw
Nuestra libertad es una libertad situada. Por una parte nos debemos al alma, y por otra, algunas facticidades de la existencia muestran la insuficiencia de nuestra personalidad para traspasar ciertos bordes de la encarnadura. Por más que imagine que no volar es una ilusión creada por la mente, no puedo volar.
Cuando la personalidad se aleja del Alma o el Alma de Dios, nos precipitamos en una noche oscura, y aunque creamos que somos libres nos hemos hecho esclavos de la soberbia.
No se trata de hacer cualquier cosa en la vida, sino de hacer lo que corresponde. Y hacerlo no como mandato o imposición moral, sino como responsabilidad. Ser libres nos hace responsables. Pero, ¿responsables de qué?
En principio de nosotros mismos, de ser libres y ejercitar esa libertad. Pero, a la vez, de dar libertad a los demás. Sin embargo, únicamente se puede dar libertad si uno ya es libre. En caso contrario, sólo dará dependencia.
La responsabilidad es también un servicio, y como tal supone solidaridad. Ser solidario no consiste en llevar la carga de otros, pero sí ayudarlos a levantarse.
Todos somos otros. Todos somos Irak, Afganistán o cualquier otro lugar donde la gente muere y mata. Todos somos ese psiquiátrico donde las personas vegetan su dolor. Todos somos esos pacientes oncológicos cuyos cuerpos carcome el cáncer; todos somos esa fiesta, ese espacio de alegría, ese matrimonio o esa ceremonia religiosa. En lengua maya hay una bella expresión: In Lak’Ech (yo soy otro tú) Hala Ken (tú eres otro yo) Desde el Alma estamos unidos en un sólida red de mutuas resonancias, pero desde la personalidad cada quien es responsable por sí mismo de su historia y de lo que construye en su vida, su salud y su enfermedad.
Cuando en un acto de amor intento sanar en mí lo que de ti hay en mí, es desde mi alma que me abro a esa experiencia. Puedo alegar que es fácil buscar culpables, causas creadoras del malestar de una persona para no hacerme responsable totalmente del padecer del otro, pero lo cierto es que sí soy responsable de hacer algo con ello, por el hecho de que el otro haya llegado hasta mí, pero no soy responsable de la causa de su mal.
Ser cien por ciento responsable significa hacerme cargo en plenitud de ser libre y solidario con los demás, que es un acto de amor, un acto del alma. Es el alma la que posee la capacidad de responsabilidad, en el sentido que aquí le damos, no la personalidad. Sólo cuando el ego queda atrás puede expresarse esta fuerza del alma.
DIVINIDAD, LIMPIA EN MI CUALQUIER OBSTÁCULO QUE ME IMPIDA SER CIEN POR CIENTO RESPONSABLE.
LO SIENTO. PERDÓNAME. GRACIAS. TE AMO
Soy plenamente responsable de cada parte de la vida que llega hasta mí.
Capítulo 7
Alma y personalidad
El alma puede volverse nuevamente una realidad sólo cuando cada uno de nosotros tenga el coraje de tomarla como la primera realidad en nuestra propia vida, de tomar partido por ella y no tan sólo de “creer” en ella.
James Hillman
Los seres humanos estamos formados por dos componentes: el alma y la personalidad.
El alma es esa fuerza invencible e inmortal que vida tras vida reencarna buscando aprender, transformar los defectos en virtudes, alcanzar la plenitud de su realización en el amor. Hasta llegar al punto en el cual retornar a la tierra sólo tenga el sentido de ayudar a otras almas a evolucionar. En muchas visiones espirituales ese momento se denomina iluminación.
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