Outsiders. Sebastián Alejandro González Montero
dice hace tiempo que la realidad es fundamentalmente discontinua, cambiante y heterogénea (Bogard, 1998, pp. 54-55). Se trata de una afirmación ontológica que ha tenido como especial correlato la prescripción metodológica según la cual existen elementos de la realidad que no pueden ser captados en el nivel comprehensivo de la descripción continua de eventos, agentes, causalidades y procesos. Son muchos los detalles interesantes del debate teórico que las ideas de discontinuidad y heterogeneidad, en su momento, propiciaron.1 No decimos, por supuesto, que el asunto haya sido cerrado, ahora que es igualmente interesante subrayar la orientación metodológica de la investigación social fertilizada por la tesis ontológica en cuestión. Por nombrar solamente dos casos específicos: en sociología y en historia, la afirmación de la discontinuidad y heterogeneidad de la realidad ha tenido como resultado (entre otros) las visiones “micro” de la descripción empírica. Resultado cuya importancia es valiosa, tanto en la construcción y puesta en marcha de instrumentos de descripción de lo cotidiano, lo sutil, lo singular, lo pequeño, como en el problema de cómo ascender hacia la perspectiva troncal de la historia.2
Dedicarse a las singularidades y el devenir es algo más que una línea de trabajo aparentemente avant-garde. No es para sonar cool que hacemos esto. Nuestra investigación trata sobre el devenir, sobre seres potentes y activos y sobre sus rasgos característicos. Lo que tiene fuente, en efecto, en la conocida desconfianza por los grandes relatos y por las nostalgias metafísicas de quienes aman las figuras de la completitud (i. e. el espíritu, la nación, el partido, los prohombres,3 etc.). La fuente de nuestro trabajo es, en el fondo, la elección por otros caminos de abstracción en filosofía: las tendencias de la investigación social que tienen fuente en la ontología pluralista de la discontinuidad y lo múltiple hacen verdaderos mapas de singularidades como método alternativo a la búsqueda de generalidades a partir de casos o ejemplos (Ginzburg, 1993, pp. 27-28; Deleuze, 2015b, pp. 10-13).
La decisión ha sido especialmente útil por el sencillo hecho de que da acceso a la singularidad de la experiencia concreta de personajes cuya negociación, transacción y contestación expresan innovaciones prácticas (Hering y Rojas, 2015, p. 11; Ginzburg, 1993, pp. 10-35). Si de marco teórico nos gustara hablar, diríamos, entonces, que se trata de la perspectiva de la microhistoria y el énfasis en las narrativas, pero con precauciones conceptuales asociadas a la noción de potencia, singularidad, devenir y a la distinción activo/reactivo (Jay, 1976, p. 91; Deleuze, 2008, pp. 10-33; Bogard, 1998, p. 70). Perspectiva y precauciones que contrastan la investigación acerca de regularidades y periodos continuos en el tiempo con la investigación sobre el devenir de lo raro (outsiderness), sobre las contingencias rescatadas del olvido, sobre la peculiaridad de las vidas humanas y las singularidades experimentadas en el terreno de su devenir (Jay, 1976, pp. 52-53).
Hemos adoptado, deliberadamente, ese punto de vista por las siguientes tres razones. Por una parte, porque tiene la ventaja de que permite incorporar la indagación sobre el componente ético de los relatos de resistencia y transgresión descritos en los diversos escenarios de la investigación histórica reciente acerca del conflicto armado. Por otra parte, porque permite el uso de fuentes de muy diversa naturaleza: desde expresiones narrativas de la memoria (i. e. testimonios e historias de vida) hasta elaboraciones literarias del pasado (i. e. novela histórica, cuento, historia oral). Por medio de la perspectiva “micro” de la historia es perfectamente posible introducir dudas, vacilaciones e incertidumbres como parte de investigaciones históricas que competen, por lo demás, a relatos llenos de vacíos, preguntas difíciles de responder, vacilaciones. En últimas, seguimos una tesis bien reconocida en filosofía contemporánea: vida y narración, vida y literatura —sin importar mucho si se trata de ficciones, fantasías o relatos históricos— van de la mano de la compresión en el pensamiento.4
Finalmente, debemos decir que al recurso de la descripción sutil y pormenorizada de la historia le sigue la problemática acerca de la compresión del pasado. Como se sabe, la descripción de la historia debe acompañarse de consideraciones sobre el sentido de los hechos involucrados y de los agentes implicados. Descripción y compresión son obligantes: recuerdan todo el tiempo que los hechos y las causalidades son asunto de valoraciones que, en el pensamiento, requieren pasos suplementarios de carácter reflexivo en la investigación (Ricoeur, 2002, pp. 149-163). Tal exigencia nos ha conducido al concepto de potencia y la subsecuente distinción de lo activo (alegría) y reactivo (tristeza) (Deleuze, 2012, pp. 70-71).
En el transcurso de nuestro trabajo, ofreceremos los detalles pertinentes. La disposición con la que abordamos el tema viene de la urgente necesidad de comprender que lo que aquí pasó no solo es objeto de reconstrucción histórica en el sentido meramente descriptivo de la expresión. Creemos que hace falta preguntar por el sentido de lo que ocurrió. ¿Qué pasó? Pero, también, ¿qué sentido tiene lo que pasó? Como se sabe, la historia del conflicto armado en Colombia requiere de una perspectiva más allá del bien y del mal por el hecho de que las cosas dadas no se dieron entre situaciones y personajes tan bien definidos (GMH, 2013, pp. 13-16).
Nuestra historia está llena de matices y mixturas, de irregularidades y trayectos porosos antes los cuales estamos obligados a pensar con materiales igualmente heterogéneos. Nos hemos ocupado, por ejemplo, de relatos como “El Abeja”, de Matías de Ponce de León, Benjamín de la Calle o de la escritura privada de Pizarro (irreductible a los temas de su papel público en la escena política), según un gesto básico: ocuparse de lo singular, de los detalles y de lo anómalo (aquí preferiremos la expresión Outsiders) conduce a la búsqueda de recursos muy variados.5 Eso traduce el compromiso con la idea de que la descripción y compresión del devenir son operaciones que no están apoyadas únicamente en los procedimientos de la historia hecha a partir de secuencias de eventos ruidosos, grandes acontecimientos, personajes ilustres, etc. (Ginzburg, 1993, p. 24). Hace falta ir a niveles de detalle con fuente en materiales variopintos y de aparente simplicidad o sencillez (Ginzburg, 1993, p. 33). Es tema de atender la clase de asuntos que el trabajo de la historia enfrenta como cuestión más bien narrativa y singular. Pero también como cuestión de sentido y valoración.
La precariedad de nuestra relación con el pasado, esto es, el hecho de que se escapa a los más ingentes esfuerzos de reconstrucción del tiempo a nuestras espaldas, parece no dejar mayores alternativas en cuanto a las preguntas acerca de cuáles son los detalles de lo que ha pasado y qué es lo que significan ahora para nosotros. Si podemos aceptar que el pasado es inalcanzable, en medidas plenas, podemos tranquilamente aceptar que nos enfrentamos menos a la pregunta de cómo obtener una imagen suya que sea fidedigna, clara y a todo color, y más a la situación de extrañamiento por los asuntos aparentemente ya muertos, cuyo sentido hace falta interrogar con tintes claroscuros.
§ 1. Potencia
Potencia se dice de aquello de lo que uno es capaz. Señala el profesor Robert J. Full, en su conferencia Robots Inspired by Cockroach Ingenuity: “Contrario a los cálculos de algunos ingenieros, las abejas pueden volar, los delfines pueden nadar, las lagartijas pueden escalar sobre las superficies más lisas” (Full, 2002). ¿Cuál es el secreto? Volar, nadar, escalar: ¿cómo se hacen estas aparentes sencillas cosas? Full describe el reto de su investigación usando el vocabulario de la filosofía de la naturaleza que concede importancia al problema de las capacidades inmanentes que tienen los individuos en virtud de su propia esencia. Full no lo dice así, pero puede entreverse el razonamiento cuando el profesor señala que el desafío de su investigación yace en la posibilidad de saber qué es lo que les permite a los animales (i. e. las abejas, los delfines, las lagartijas) ir básicamente a cualquier parte. La respuesta, dice Full (2002), es increíblemente compleja: “Es un verdadero desafío porque los animales, cuando comienzas a verlos realmente por dentro, aparecen desesperadamente complicados. No hay una historia detallada de los diseños; no puedes encontrarlos por ninguna parte”. Ciertamente, los animales tienen demasiados movimientos para sus articulaciones. También tienen muchísimos músculos. “Aún el más simple de los animales que se nos ocurra, como un insecto, tiene más neuronas y más conexiones de las que se puede imaginar” (Full, 2002). ¿Cómo puede tener esto sentido? ¿Cómo puede ocurrir algo tan inmensamente complicado? La hipótesis del profesor Full está impregnada del pensamiento inmanente de la potencia. Dice: “nosotros creemos que una manera en la