Los caminos de la música. Rodrigo De la Mora Pérez Arce

Los caminos de la música - Rodrigo De la Mora Pérez Arce


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que integran el estado nacional mexicano. Al nombrar territorio indígena, es posible referirse tanto a las relaciones externas (con vecinos, indígenas o mestizos), como a las no menos importantes relaciones internas, entre diferentes comunidades wixáritaari. En relación con territorio, encontramos al menos tres particularizaciones del mismo: el territorio virreinal, el territorio agrario y, quizá el más importante —en cuanto su rol referencial para el mantenimiento de la cultura al paso de los años—, el territorio sagrado. Dentro del ámbito más relacionado con el desarrollo y la modernidad, es posible encontrar la migración, la translocalidad, la relación económica (social y cultural) con diferentes pueblos, ciudades y países.

      Liffman (2012) explora el amplio espectro de interrelaciones materiales y simbólicas establecidas por los wixáritaari y sus relaciones con los tipos de territorio ya mencionados, revisando desde las formas de ocupación ritual del territorio, hasta las formas de recuperación de los mismos —procesos agrarios iniciados a mediados del siglo XX y hoy vigentes—, así como las reivindicaciones políticas relacionadas con las demandas autonómicas contra el estado —caso de Bancos de San Hipólito. De manera sintética, en un apartado que condensa su reflexión sobre la relación de los wixáritaari con el espacio, Liffman concluye:

      Los Huicholes ejemplifican el hecho de que la territorialidad abarca una gama de conceptos, derechos, prácticas y contradicciones referentes a la utilización del suelo. Las formas de utilización del suelo se extienden desde el arrendamiento comunal legal y exclusivo de las familias extendidas en algunas tierras, hasta el acceso multiétnico estacional distribuido para diversas prácticas productivas en otras tierras, y el acceso ceremonial intermitente a los sitios sagrados, así como los procesos individualizados o más inesperados de generar nuevos “lugares culturales”.

      [...]

      la constitución ceremonial del paisaje en el Gran Nayar demuestra la necesidad de un acercamiento práctico —basado en la territorialidad (Coyle & Liffman, 2000). Tal acercamiento —si analiza la violencia, el trabajo o el ritual— pone en primer plano el hecho de que el territorio constituye un espacio y una historia cultural de desarrollo —en lugar de reflejar una jerarquía cosmológica probablemente inmutable (descrita en la etnografía estructuralista de 1998 de Neurath). En la coyuntura legal neoliberal, esta gente indígena ha estado aprendiendo el poder político de su colectivo, la territorialidad basada en la narrativa —y— en la práctica. Hoy en día se documentan y presentan narrativas y ceremonias territoriales ante audiencias políticas nacionales como evidencia de la memoria cultural y de la habitación por largo plazo. Estas son demostraciones políticas meta pragmáticas de su pertenencia a los lugares y por lo tanto de que esos lugares les pertenecen a ellos (2001; traducción propia).

      De manera complementaria a lo abordado por Liffman, Séverine Durin (2003) realizó una exploración de la construcción del territorio wixárika, tanto a través del análisis histórico como del contacto externo a través de las rutas de comercio; es decir, trabajó la construcción de lo interno desde los vínculos con lo externo. En la primera parte de su tesis doctoral, titulada Los confines del territorio, aborda la conformación histórica de las comunidades agrarias y trata aspectos que abarcan desde el siglo XIII hasta el XVII y ya sobre el siglo XX; describe los procesos de sacralización de la tierra —que puede entenderse como la reapropiación del territorio a través de los títulos de propiedad —, el carácter móvil de la población, así como el control cultural del territorio.

      En el capítulo titulado “El territorio al filo de los intercambios. Historia socioeconómica de la organización territorial wixárika” (2003, pp. 108–132), Durin realiza la revisión de los procesos territoriales, desde los más antiguos hasta los actuales, abordando los intercambios y la dinámica social en largos periodos históricos: el periodo prehispánico, en que intervienen la explotación de minas, los conflictos bélicos y los sacrificios; el periodo colonial, particularmente enfocado en el tema de la economía minera, el trabajo y la rebelión de los indígenas; para terminar con los procesos económicos contemporáneos, ligados a la migración agrícola (cultivo del tabaco) y el comercio artesanal. En trabajos posteriores, la autora analiza los procesos de construcción de nuevos espacios (translocalización), a partir de los procesos migratorios, es decir de la extensión del territorio sagrado, como es el caso de la construcción de un adoratorio a las afueras de la ciudad de Monterrey (Durin & Aguilar, 2008). Más allá de los estereotipos existentes en alguna literatura etnográfica que enfatizaba su aislamiento, la revisión realizada por Durin subraya el carácter dinámico y de continua comunicación interétnica que ha caracterizado al pueblo Wixárika.

      Tanto Liffman como Durin hacen evidente la necesidad de ampliar el espectro del análisis de la realidad social y cultural wixárika, destacando las formas en las que se contrae, expande o muta, ya sea física, simbólica o moralmente, a partir de la dinámica de la realidad social contemporánea. En los términos de las teorías sociales que estudian los nuevos acercamientos al espacio, lo que Liffman ha trabajado se liga centralmente al estudio de procesos tanto de desterritorialización como de reterritorialización; mientras que la perspectiva de Durin aborda centralmente los temas de translocalización, zonas de frontera y marginalidad.

      Otros trabajos recientes sobre la problemática del territorio wixárika son los de Jesús Torres (2009), Francisco Guízar (2009) y Víctor Manuel Téllez (2011), quienes abordan en sus respectivos estudios, casos concretos en los que tiene lugar ejercicios de disputa territorial entre los wixáritaari y diferentes grupos mestizos, colindantes o invasores de predios wixáritaari. En sus trabajos, Guízar (2005, 2009) estudia las estrategias de reivindicación y las tensiones generadas en el conflicto territorial de orden agrario de la comunidad de Bancos de Calítique, en el estado de Durango. Por su parte, Téllez (2011) analiza las estrategias de reconstrucción de la territorialidad sagrada en la comunidad de Guadalupe Ocotán, en el estado de Nayarit. Finalmente, Torres (2009) se enfoca en los procesos de interacción entre los wixáritaari de Santa Catarina y sus vecinos mestizos de Tenzompa y Huejuquilla, exponiendo las formas en que históricamente han tenido lugar relaciones de coexistencia, en casos pacífica y en otros conflictiva; su estudio busca destacar cómo es puesta en práctica la territorialidad en un contexto de frontera cultural.

      Las crecientes comunidades de migrantes conformadas en pueblos y ciudades medias aledañas a la sierra, como son Huejuquilla, Mezquitic y Colotlán, en Jalisco; Tlaltenango, Fresnillo y Jerez en Zacatecas (Talavera, 2005); Ruiz y Santiago Ixcuintla, en Nayarit (Talavera, 2003; González Rubio, 2004); así como en la periferia de grandes ciudades como Tepic, Guadalajara, Puerto Vallarta, Monterrey y la Ciudad de México (Durin, 2003; Camacho, 2012); el establecimiento de adoratorios en estos espacios y en otros relacionados con el New Age (Durin & Aguilar, 2008); los cada vez más numerosos espacios virtuales en la Internet relacionados con los wixáritaari (De la Mora, 2009a), son solo algunos de los nuevos lugares sobre los que es necesario reflexionar en torno al particular proceso de cambio que nos toca cotidianamente experimentar, tanto a los que estudiamos con ellos como a los propios wixáritaari.

      En suma, los trabajos existentes sobre el territorio y la territorialidad entre los wixáritaari se caracterizan por describir procesos históricos de conformación, pérdida y reconfiguración del territorio.

      BREVE MENCIÓN EN TORNO A LA MITOLOGÍA

      Un aspecto central dentro de la cultura wixárika radica en su universo mitológico. Como es sabido, los mitos son narraciones que buscan explicar el origen del mundo a través de metáforas, alegorías y relatos de acciones sobrenaturales. Estos relatos integran complejos entramados simbólicos que interrelacionan los elementos del mundo en un nuevo orden, casi siempre trastocando el orden lógico. Una característica fundamental de los mitos es que, más allá del hecho mismo de narrar historias, ofrecen una explicación del mundo que es considerada verdadera —al menos en algún sentido—, por aquellos que los mantienen, influenciando en mayor o menor medida sus representaciones del mundo y, por lo tanto, sus prácticas (Ruck, 2000).


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