Un verano con Clío. José Luis de Montsegur
llegan a un planeta?
–De varias formas. Primero te diré que nuestro Sol y todos los planetas que lo acompañan en su viaje sideral proceden de los restos de una estrella masiva que explotó en una supernova. Te diré que una supernova es una explosión tan gigantesca que se puede ver desde millones de años-luz de distancia. Pero una vez que ha estallado, quedan restos, los suficientes como para formar una nueva estrella, ahora más pequeña que la de antes, y los despojos de menor tamaño acaban formando un disco alrededor de esa nueva estrella, y de ese disco de gas se van constituyendo los planetas. En estos nuevos mundos ya existen los elementos que se han formado en la supernova, y además se van agregando los asteroides, los meteoritos y los cometas que circulan por el espacio y que caen sobre estos proyectos de planeta. Todos los asteroides, meteoritos y cometas tienen en su composición elementos químicos de todas clases, pues proceden de lejanos soles que a su vez han estallado, ya que no todos los fragmentos de la explosión son retenidos sino que salen despedidos al espacio y escapan a la gravedad de la nueva estrella.
–Vale tío. Ahora entiendo como se han formado el Universo, los átomos, las estrellas y los planetas. Pero hay una pregunta que me ronda la cabeza… ¿qué originó esa explosión del Big Bang?
Manuel exhaló una buena bocanada de humo y lo contempló elevarse hacia el cielo con los ojos entrecerrados. Sonrió satisfecho. La curiosidad de su sobrino le agradaba, pues aquella era una pregunta que muy pocos hacían.
–Pues no se sabe. Algunos científicos postulan que existen infinitos universos paralelos, y que cuando chocan entre ellos, se produce una trasferencia de energía. Eso pudo ocurrir, pero también pudieron intervenir otras causas que todavía desconocemos, como por ejemplo una singularidad del «Campo Punto Cero». Los creyentes dicen que fue simplemente el deseo de Dios. Lo siento Julio pero no puedo asegurar nada; simplemente ocurrió y aquí estamos.
–Nunca he oído hablar del «Campo Punto Cero»; no venía en los libros de Física que he estudiado.
–No me extraña Julio. Es un descubrimiento revolucionario que pondrá la Física patas arriba y todavía tiene detractores.
–¿En qué consiste? –Julio puso toda su atención.
–Algunos físicos postulan que existe un infinito campo de energía pura al que llaman el «Campo Punto Cero». De ese campo, que estaría en una dimensión paralela a la nuestra, surgió una emisión, una pequeña burbuja de energía que formó nuestro Universo. Y ya sabes que la base de la materia es la energía; en realidad, según dijo Einstein, «lo único que verdaderamente existe es la energía».
–¿Y de dónde ha salido ese «Campo Punto Cero»?
–Pues no lo sabemos… todavía. Parece que es la matriz de todo lo que existe… En realidad lo que hemos hecho es trasladar la gran pregunta un poco más lejos que antes.
–Entonces somos el resultado de las reacciones nucleares de las estrellas. Los átomos de mi cuerpo formaron parte alguna vez de una estrella.
–Sí Julio, así es. Todo procede de las estrellas.
–¡Qué bonito! –exclamó Cintia que escuchaba atenta las palabras de Manuel–. ¿Y no tendremos algún recuerdo de aquella etapa en nuestro interior?
–Tal vez Cintia… tal vez –murmuró Manuel mordisqueando la pipa que sostenía en la mano derecha–; el ser humano es muy especial. Somos especiales, pero esa es otra historia.
–Me gustaría saber cómo empezó la vida. Lo he estudiado en los libros de texto, pero me gustaría escuchártelo contar a ti. Haces que todo parezca fácil tío.
–Gracias Julio. Para un profesor, que sus enseñanzas parezcan fáciles de comprender y recordar es un elogio maravilloso. Algunos prefieren presumir de «duros» y de que solo unos pocos alumnos, los empollones, pueden entenderlos. Procuran hacer del estudio y la cultura algo muy complicado y oscuro, pero están equivocados. Lo realmente difícil es hacer la educación sencilla y agradable… –miró su reloj de pulsera–. ¡Caramba! ya es un poco tarde. Vamos a dormir y mañana continuamos. Tenemos que preparar un plan de estudios, un horario para organizarnos. Ahora tengo más tiempo, pero cuando llegue Clío tendremos que coordinarnos.
Julio se levantó y le dio un beso a Cintia.
–Buenas noches tía, hasta mañana.
–Hasta mañana, que duermas bien.
–Recuerda que desayunamos a las ocho en punto –advirtió Manuel.
–Vale tío Manuel, no te preocupes. Hasta mañana.
Julio entró en la casa y subió a su habitación. A través de la ventana contempló las estrellas que titilaban en lo alto y respiró profundamente advirtiendo la estela blanquecina de la Vía Láctea. Allá, sobre la negrura del cielo, las estrellas continuaban fabricando los elementos que luego servirían para que surgiera la vida. Se puso el pijama y se tumbó en la cama. Cerró los ojos y se durmió soñando con mundos rutilantes que giraban en el espacio infinito.
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El comienzo de la vida
La alarma del teléfono móvil despertó a Julio a las siete y media de la mañana. Dio un respingo en la cama y se estiró perezoso entrando en un agradable duermevela. A los diez minutos la alarma volvió a sonar. Julio saltó de la cama, tocó la pantalla de su smartphone para detener la música y entró en el cuarto de baño. Abrió la ducha y se metió bajo el agua resoplando, pues aunque estaban a final de junio, no le gustaba demasiado el agua fría sobre su cuerpo. Movió el grifo de la caliente hasta que consiguió una placentera temperatura.
Después de la ducha se miró en el espejo que estaba encima del lavabo. Vio algún vestigio de acné, pero nada grave, y una leve pelusilla sobre la cara. Pensó que su padre no tenía la barba cerrada. De hecho estaba dos días sin afeitarse y apenas se le notaba.
Por suerte él parecía seguir sus pasos, así tendría que afeitarse menos veces y podría comenzar a hacerlo más tarde que su mejor amigo, Guillermo, compañero de clase que ya se estaba afeitando desde al año anterior todos los días.
Una vez vestido bajó a la cocina, que era amplia y rectangular con un entramado de vigas de madera soportando el techo y múltiples cacharros de brillante cobre colgando de la campana de la chimenea que creaban un ambiente rústico y acogedor. Una gran mesa de madera maciza de castaño ocupaba el centro. Sus tíos ya estaban sentados untando mantequilla en las tostadas. El olor agradable de café recién hecho llenaba la estancia.
–Buenos días, huele bien ese café –dijo Julio al entrar.
–Buenos días –respondió la pareja casi al mismo tiempo, como a coro.
–¿Qué planes tengo para hoy? –preguntó Julio vertiendo el negro y aromático café en su taza.
Cintia empujó levemente una cesta con rebanadas de pan tostado. Sobre la mesa, cubierta con un inmaculado mantel a cuadros, se ordenaban los frascos de la mermelada, cereales, paquetitos de mantequilla, una aceitera de cristal con aceite de oliva, una jarra con leche y una bandeja de cerámica con fiambres variados. Más al centro había otra jarra llena de zumo de naranja y tres copas de cristal.
–Supongo que desayunarás bien en tu casa; el desayuno es la comida más importante del día –sentenció Cintia sonriendo y mostrando una limpia y cuidada dentadura.
–Claro tía, no somos de cafetito ligero y magdalena. Me gusta empezar el día con un buen desayuno.
–Hoy tengo trabajo en la facultad –intervino Manuel–; tengo que revisar exámenes, pero estaré aquí a la hora de comer. Creo que debes repasar el primer tema. Después de la siesta me comentarás lo que te ha parecido.
–Vale, pero si tengo tiempo me gustaría darme una vuelta por los alrededores para respirar aire puro.
–Muy bien Julio. El estudio no debe ser una obligación agobiante. No se tiene que hacer más de dos o tres horas seguidas. Un paseíto o cualquier otra actividad ayuda