Un verano con Clío. José Luis de Montsegur
es verdad. Lo siento tío, pero es que no veo la utilidad de esta asignatura; aparte de para presentarse a algún concurso de la tele, todo son cosas pasadas, viejas. A mí me interesa más lo que ocurre hoy.
–Te comprendo sobrino, y no creas que me enfado por tu actitud. Es normal que los jóvenes solo os preocupéis por el presente y algo por el futuro, pero ya entenderás que la Historia es mucho más que una asignatura pesada e inútil. En realidad, conociendo nuestro pasado es como podemos entender el presente, lo que nos está pasando ahora y lo que puede ocurrir en el futuro. Podemos decir que es la llave que nos abre la puerta del conocimiento de quiénes somos en realidad y de lo que podemos esperar de nuestro comportamiento como especie.
–Pues espero que me lo aclares tío, porque yo no veo nada de eso –contestó Julio con gesto de ignorancia.
–Ten paciencia, Zamora no se tomó en una hora. –Manuel se levantó limpiándose la boca con una servilleta de papel.
–Que aproveches la mañana. Nos veremos para comer.
Cintia se levantó también y besó a su marido cariñosamente.
–Ten cuidado con el coche.
–Ya sabes que siempre lo tengo; además voy con tiempo de sobra, no necesito correr demasiado.
Julio terminó su desayuno y ayudó a su tía a quitar la mesa.
–Mañana por la mañana llega Clío; espero que hagáis buenas migas –comentó Cintia mientras metía los platos y las tazas en el lavavajillas.
–¿Cuántos años tiene? –preguntó Julio.
–Pues creo que unos veintisiete o veintiocho, si no me equivoco.
«Vaya –pensó Julio algo decepcionado–, ya es bastante madurita, me lleva diez años por lo menos. Mejor, así me ahorro salir con esa empollona a entretenerla; para ella seré un crío con acné».
–Pues claro, así cuando no esté el tío le podré preguntar cosas que no entienda.
–Seguro que te ayudará. Se licenció con premio especial de carrera. Es una apasionada de la Historia.
«Lo que me imaginaba –reflexionó Julio–, una empollona insoportable. En fin, trataré de encontrarme con ella lo menos posible».
En su imaginación, Julio se estaba haciendo una representación mental de Clío: una chica gorda, con papada, fea de narices, de pelo grasiento, gafitas negras redondas de miope, ojitos de ratón y la sombra de un recio bigote sobre el labio superior.
«Las guapas no estudian tanto –siguió pensando–; no tienen necesidad de destacar en los estudios; ya lo hacen con su belleza, y se ligan al que quieren, un tío con pasta o un famoso. ¿Para qué van a estudiar como locas? Solo las feas lo hacen».
Terminó de ayudar a Cintia y salió al jardín. Un paseo entre los árboles y los parterres de flores le iría bien antes de empezar a estudiar. Luego subió a su dormitorio y cogió el texto de Historia con aprensión; era un tomo bastante grueso.
Abrió el libro con desgana y empezó a leer…
La voz de su tía llamándolo desde la escalera le hizo cerrar el pesado texto, dejando el bolígrafo con el que había tomado apuntes sobre el bloc de notas. La hora de la comida había llegado.
–¿Cómo ha ido la mañana? –le preguntó su tío.
–Mal… estudiando y tomando apuntes.
–Eso no está tan mal como piensas. Todo esfuerzo tiene su recompensa tarde o temprano. Venga, vamos a comer y luego nos echamos una pequeña siesta. Cuando refresque nos vemos, ¿de acuerdo?
Julio asintió mientras entraban en el salón-comedor.
Después de comer hacía un calor tremendo. Los días finales de junio estaban siendo muy pesados y todo el mundo comentaba lo que pasaría en julio con esa temperatura agobiante, que ya estaba causando problemas de salud a las personas mayores.
La siesta era obligada. La habitación permanecía fresca gracias a las gruesas paredes de la casa y al buen aislamiento que colocaron al construirla. Julio se echó sobre la cama un poco somnoliento aunque no acostumbraba a dormir por la tarde, pero el poco vino que su tío le había servido en la comida le estaba pasando factura, pues no tenía la costumbre de beberlo.
Medio adormilado pasó el tiempo y el Sol fue amortiguando su brillo. Jugó un poco con su consola consiguiendo pasar de nivel; ya estaba en los últimos pantallazos, a punto de alcanzar la meta.
El móvil emitió un sonido de campanitas. Era un «whatsApp» de su amigo Guillermo. Le enviaba una foto de la playa de Gandía, donde estaba ya con sus padres y hermanos, gracias a que había aprobado todo el curso. Aparte le mandaba un mensaje: «Ya estamos en la playa. Siento que no puedas estar aquí. Me acordaré de ti cuando salga con chicas guapas. Un abrazo».
«Menudo cabrón –pensó Julio sonriendo–. Qué suerte tiene; él en la playa ligando y yo aquí aguantando a una foca empollona. En fin, el que ría el último reirá mejor».
Tecleó una respuesta: «Que te lo pases bien colega, aquí estoy sacrificado estudiando con una piba que está como un tren. Menudo verano me espera. Ya te contaré».
«Se morirá de envidia cuando lo reciba –casi habló entre dientes–; el problema lo tendré cuando me pida una foto. Bueno ya lo resolveré como sea bajando la de alguna tía buena de Internet». Dejó el móvil sobre la mesa. No quería que una llamada inoportuna interrumpiera su conversación con Manuel. Iba a ser la primera «clase» con su tío y deseaba causar una buena impresión.
Bajó al salón. Manuel ya estaba sentado en el sofá ojeando un libro enorme.
–¿Has descansado bien? En verano hay que evitar el trabajo en las horas de más calor cuando ya tienes cierta edad; pero los jóvenes apenas os dais cuenta, os sobra la energía y vuestro organismo funciona perfectamente. Dime…
–He repasado el primer tema.
–¿Y bien…?
–Pues que me hago un lío con las eras geológicas del planeta y las especies vivientes que van apareciendo en cada una.
–No me extraña. He ojeado tu libro de texto por Internet. Es correcto pero frío. Lleno de erudición pero poco didáctico. Parece que su autor quiere demostrar que sabe de lo que habla, pero no se ha preocupado de que sea ameno y fácil de asimilar. Es triste que esto sea algo muy corriente en la enseñanza.
–¿Podrías explicármelo tú de otra manera?
–Lo voy a intentar.
»La aparición de la vida en este planeta es motivo de controversia. Existen diversas teorías que voy a exponerte a continuación de manera breve y escueta para no cansarte.
»Primero nos preguntaremos qué es vida, qué es un ser vivo.
–Parece algo que salta a la vista; un ser vivo es algo que tiene vida.
–No es tan fácil. Eso es como decir que un edificio es alto porque tiene mucha altura; en realidad no define nada. Te diré que la vida se identifica con algo capaz de nacer, crecer, realizar procesos metabólicos, alimentarse, multiplicarse y morir. Un cristal mineral es capaz de nacer y crecer, pero no de reproducirse ni de alimentarse; ni muere y por lo tanto no se considera un ser vivo.
–¿Y cómo llegó a surgir la vida?
–La primera teoría sobre cuál fue la razón de la existencia de vida en este planeta es la llamada «Teoría Creacionista», creída a pies juntillas durante siglos por los fieles de distintas religiones. Incluso en pleno siglo XIX, algunos historiadores occidentales serios todavía aceptaban que los primeros habitantes del mundo fueron Adán y Eva y que nuestra historia comenzó debido a la voluntad de un personaje sobrenatural, Dios, que lo hizo todo en seis días.
–Eso es lo que me enseñaron en clase de religión: «Lo dice la Biblia» –comentó