Mothersplaining. Rebeca Moreno

Mothersplaining - Rebeca Moreno


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      MOTHERSPLAINING

      dos madres te explican cosas

      Rebeca Moreno y Vanesa Ripio

      Mothersplaining. Dos madres te explican cosas

      Primera edición, 2020

      © Rebeca Moreno, © Vanesa Ripio, 2020

      Diseño de portada:

      © Sandra Delgado (Ilustración creada con collage

      de obras de W. A. Bougeurau)

      © Editorial Ménades, 2020

      www.menadeseditorial.com

      ISBN: 978-84-121285-9-8

      en colaboración con

      PRÓLOGO

      Diálogos sobre maternidad

      Jone Martinez-Palacios

      Virginia Woolf preguntaba en su Una habitación propia: «¿Tienen ustedes la menor idea del número de libros sobre mujeres que se publican en el curso de un año? ¿Tienen ustedes la menor idea de cuántos son escritos por hombres? ¿Se dan cuenta que ustedes son, tal vez, el más discutido animal del universo?» (2014: 38). Las incisivas preguntas de Woolf son muy útiles, un siglo después de que las expusiera en aquella conferencia pública sobre mujeres y escritura, para explicar el «fenómeno» de la maternidad.

      Desde tratados de medicina, hasta revistas sensacionalistas sobre bebés, todo el mundo opina acerca de qué es un buen parto, una buena madre, un buen bebé, una bebé sana, una buena decisión. Madres, ¿sabéis que sois una especie sobre la que pilota un mercado (neoliberal) lleno de productos en los que todo el mundo se permite opinar? Esos productos esgrimen una norma sobre la maternidad a la que se invita a abrazar a las que son madres, a las que no lo somos y queremos serlo, y a las que no lo son porque no quieren, o no pueden serlo. Esa normatividad aterriza en una serie de actitudes prescritas en folletos, pautas comportamentales listadas en manuales, una moral y una ética socialmente construida y canalizada en instrumentos médicos, lúdicos y mediáticos; esta se presenta como objetiva y neutra facilitando su naturalización y la construcción de la doxa de Estado sobre maternidad, es decir, esas creencias socialmente construidas sobre la maternidad que de tan naturalizadas, ni siquiera apreciamos como creencias; ni siquiera nos planteamos poner en cuestión su naturaleza construida. Porque existe esa doxa, desde posturas situadas en la praxis crítica, nos interesa saber quiénes son los agentes productores de esos instrumentos que buscan hacer la norma, es decir, quién nos habla de ser la madre buena. Si nos acercamos desde una perspectiva histórica a este mercado de productos sobre la maternidad, veremos que el monopolio sobre sus discursos lo tienen los médicos expertos, periodistas de la industria del bebé, hombres y mujeres de clase media-alta que dan consejos de carácter universal y «recomiendan ser madre para experimentar una sensación increíble», todo sin vincular «la experiencia» a unas condiciones materiales de existencia.

      Así, el problema no es que no sepamos cosas sobre las madres, desde Medea hasta María, las historias sobre estas se esparcen en libros, cómics, películas y canciones. Existen muchos ejemplos y modelos de lo que no queremos hacer, ser, y experimentar como madres. Sin embargo, en ese mar de trabajos que explican a la madre qué implica serlo, son menos los diarios, las cartas, los diálogos y los experimentos literarios sobre la maternidad escritos por las propias mujeres, entre mujeres, que marquen una genealogía de mujeres. Son menos, aun, los que están escritos desde un enfoque feminista y anticapitalista que tiene en cuenta en sus planteamientos el contexto que Donna Haraway denomina «Esa cosa escandalosa» para hacer referencia a la intersección que surge del capitalismo, heteropatriarcado, sistema racista, gordofóbico y centrado en la acumulación. En esa óptica, en el marco de España, destacan los trabajos de Esther Vivas (Mamá desobediente, 2019), María Rodó de Zárate (en Cuerpos marcados, 2019), Marga Durá (Madres rebeldes, 2018), Silvia Nanclares (¿Quién quiere ser madre?, 2017) o Samanta Villar (La carga mental, 2019). Estos textos, de una forma u otra recogen testimonios en primera persona de cuerpos que han vivido la maternidad gestada y no gestada. En ellos se identifican los problemas del postparto, los miedos durante el embarazo, el problema de las miradas acusadoras, y desvelan temas secretos que dicen no haber formado parte del ajuar informativo de sus genealogías maternas. Es usual encontrar frases como «nadie me había hablado de eso» para referirse a los problemas de la episiotomía, o «me había creído que se iba a seguir mi programa de parto, pero, me enfrenté a un parto ultramedicalizado». Ante la rabia del secreto guardado por pudor o tradición, cada vez más mujeres madres «se van de la lengua», como las autoras de Mothersplaining, Vanesa Ripio y Rebeca Moreno, y desvelan dudas y malestares íntimos dialogando sobre ellos, aclarando que hablar de ser «buena madre» implica hablar de mercado, de Estado, y de dominación. Las autoras se enfrentan al silencio y a la reproducción de los modelos de madre sacrificada/ mala madre, arriesgando, al menos, su «algodón de la vida cotidiana» para darnos al resto condiciones materiales para tener «momentos de vida»; arriesgan porque como dice Bourdieu: «Los grupos no quieren para nada a aquellos que se van de la lengua, sobre todo, cuando la transgresión a la traición pueden proclamarse entre sus valores más altos […] la publicación de lo más privado tiene también algo de confesión pública» (1984: 15). El valor que está en juego implica a la función reguladora de la familia heteronormal en sociedades heteropatriarcales, capitalistas.

      Mothersplaining es un diálogo, al estilo socrático, una confesión pública sobre algunas reglas no escritas del juego de la maternidad. El trabajo pone en práctica la máxima de «lo personal es político», porque conceptualiza y, por ello, politiza la maternidad. Sobre esta conceptualización es importante tener en cuenta que el texto nace en un momento en el que desbordan los neologismos para referirse a prácticas machistas como el manspreading (hiperocupación del espacio público por parte de los hombres), mansplaining (explicación de los hombres a las mujeres sobre cuestiones que ellas conocen y experimentan), y el manterrupting (la práctica generalizada de interrumpir el discurso de las mujeres por parte de los hombres) y pone nombre a lo que entiendo como una forma de practicar la sororidad cuyo eje central es una experiencia vivida por dos madres.

      Sobre esas bases, entrar en la intimidad del diálogo entre Rebeca y Vanesa me ha permitido cuestionarme los ideales normativos, todavía integrados en mi cuerpo, sobre las maternidades y, lo más importante, me ha llevado a posiciones incómodas en las que, entiendo, surge el malestar que conduce, primero a identificar las contradicciones estructurales que lo producen (cf. capital vs. vida), y segundo a orientar la acción a una praxis crítica.

      Dicen las autoras que escriben el texto en el móvil, entre citas médicas, cambios de pañales y otras tareas que hacen su cotidianeidad. Como lectora, este texto cargado de una reflexividad circular vinculada a la práctica me llega en un momento en el que no es la maternidad la que me frena en casa y en lo doméstico, sino un «trauma por estrés agudo» que me tiene de baja del ejército de las personas «sanas», «productivas». Me enfrento, por primera vez, a la sensación de «no hacer nada productivo» que dicen haber experimentado las autoras y me angustia no poder seguir el ritmo de acumulación que había banalizado hasta el momento de mi doblamiento mental. A mí no me frena la vida de una bebé, sino mi propio cuerpo que me dice «basta». Desde aquí, las palabras sobre la sensación que les deja la maternidad en relación a la transformación de los tiempos, «siento que no estoy haciendo nada productivo» —que recuerdan, una y otra vez, la importancia de hacer experimentos para construir vidas que merezcan ser vividas—, me remiten al combate diario de desobedecerse y recordar eso que Sira del Río explica tan bien cuando dice que «para avanzar hay que ir en dirección contraria», porque todavía estamos influidas por esa cosa escandalosa, y que, además, «orientarse es difícil y más estando sola» (2017: 297). A través de este diálogo he podido avanzar a contracorriente y acompañada, concretamente, he podido conectar con problemas de temática similar centrales para caracterizar los sistemas capitalistas y patriarcales (la acumulación orientada al beneficio en la que las mujeres ocupan los espacios reproductivos)


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