La bordadora de sueños. Lía Villava

La bordadora de sueños - Lía Villava


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y rica a la vez. Mujer de fe inquebrantable. Conoce la injusticia y reacciona ante ella. Le entristece la falta de armonía con sus demás hermanos.

      Le alegra ser parte de la comunidad, los niños, sus manos que trabajan, las ceremonias religiosas. Cuando está entre otras mujeres sólo se escuchan risas. El agua le encanta y cuando la noche se acerca.

      La anima su fe, el trabajo, conocer gente, hablar castellano, hacer cuentas y el amor.

      Retrocede ante un hombre armado que la mira como las serpientes.

      Sus secretos son muchos y muy variados. Conoce los puentes que existen debajo de las máscaras de los que no son iguales y puede ver a través de ellos. Le habla de tú a los sueños. Sabe cómo acceder a ellos pero no lo confiesa, sólo comparte ese regalo, y reconoce cuando hay una doble intención.

      Itzel es agua, canto, azúcar, es fiesta de colores, hermana; solidaria, niñera, cántaro, nube, risa, llanto; es flor que estalla, niebla. Es raíz bien afianzada, savia y sabia. Es noche luminosa, canto del gallo, incienso que se eleva hasta el cielo. Voz que arropa los corazones.

      Primera visita

      —¿Cuál es tu cargo? —me dijo muy serio.

      Le miré a los ojos y sonriendo dije:

      —Soy la sobrina de Eugenio.

      Me contestó: —No te pregunté eso.

      Recordé a mi madre sentada en Na Bolom, cenando con unos lacandones. Al hombre que se encontraba a su lado le dijo «¿Por qué usan el pelo largo?» Y éste le respondió «porque así es».

      También evoqué lo que había escuchado sobre la veracidad de las palabras en los indígenas, y cómo las tergiversamos inconscientemente. Entonces le respondí:

      —Escribo, quiero plasmar sus costumbres, lo que piensan y sienten.

      —Ahora sí te digo lo que necesites, cuenta conmigo —pronunció con firmeza.

      ¡Qué compromiso acababa de adquirir a través de las palabras, ésas que sostienen una parte del techo de mi libro!

      Voces que no se pronuncian, o que las escucho en tseltal y las traduzco en la congruencia de sus movimientos. A veces son gritos de injusticia, otras plegarias que suenan a comunidad. Llanto en el rebozo de sus madres. Cantos femeninos con sonidos de colores, trueno al cosechar la siembra. Lamento al cortar la madera. Hacen eco en la selva, se bordan sobre telares y se hilan en perdón.

      Palabras que viven, que han sido olvidadas. Que se alzan ufanas con algo nuevo que pregonar, su verdad, lo que son.

      Sanación

      Conocí la perversidad siendo muy niña, fue en una de mis primeras noches de insomnio que luego me han acompañado por tantos años. Estaba tratando de conciliar el sueño y me pareció muy fácil ir a la recámara de enfrente a solicitarle al primo que me contara un cuento.

      Metiéndose en mi cama, comenzó por narrar con sus manos la historia de terror más grande que hubiera imaginado, me revolvió el alma y supe en ese momento que mi vida corría peligro.

      Ahora los cuentos los narro yo, no vaya a repetirse la historia. Así como le pasó a Itzel la noche en que apagó la candela de su cuarto y de pronto entró el militar ése a extinguirle todas las estrellas.

      Pero fuimos hilvanando los malos sueños, los dejamos al margen del lago para que la luna los fuera serenando y así desandar el camino para volver a ver con la luz el cometa que anunciaba llegar.

      Cortamos las plantas que nos indicó la curandera María y las hervimos en la lumbre, la pasta olía deliciosa y en la orilla del río, del lado de las mujeres, fuimos a lavarnos las heridas, nos untábamos el remedio y, frotándonos muy fuerte, disolvimos poco a poco el pasado.

      Luego con el cabello mojado y un enredo amarrado al cuerpo fuimos hasta su casa a beber un remedio para el perdón, como decía María.

      Las luciérnagas nos iluminaron la entrada y limpias como estábamos y dispuestas a sanar, pasamos a la mesa.

      Nos ofreció pozol y lo aceptamos. Había unas flores y la casa estaba esperándonos, María nos dijo que lo primero sería conseguir que el sueño regresara, para así poder darle la bienvenida otra vez. Dijo otras cosas pero ya no la pudimos escuchar, estábamos dormidas.

      Me sentí de pronto en un gran vientre materno que se hacía cargo de todas las necesidades, totalmente protegida.

      Vi a María en el sueño, como buena partera, recibiendo una criatura más, esta vez un niño que nació antes de tiempo, muy pequeño y frágil.

      Luego observé a ese mismo chico con dificultades para entender; su padre lo había querido fuerte para ayudarle en la milpa, y le salió blandengue. Al saber que su herencia se debilitaba, lo corregía a golpes con bastante frecuencia para hacerlo hombrecito, decía, y para que aprendiera. La mamá tampoco ayudaba mucho en el desarrollo del muchacho. Conoció el amor con el puño cerrado, le temía a sus padres, pero su terror más grande eran sus propios pensamientos.

      Ése fue más tarde el mismo hombre que nos robaría el sueño, y entonces comprendí, que si la historia se hubiera contado desde el lenguaje del amor, no hubiéramos tenido que pasar por tanto tormento.

      Y desde que me asomé por esa ventana en casa de María, he advertido que absolutamente todo se puede llegar a mirar y a sentir desde otra perspectiva. Dijo ella que nuestros sueños estaban desplazados de sus corazones y que a partir de ahora les daríamos la bienvenida otra vez.

      Nos despedimos, al salir Itzel miró al cielo y dijo «¡Mira, ya volvieron a brillar las estrellas!».

      Juntos

      Me gustaría tomarte de la mano y enseñarte un mundo donde existe la armonía, la salud y la luz. Te mostraría que allí no hay necesidad de defenderse, porque todo lo que existe alrededor está cubierto de paz y ésta se refleja en los ojos, en las facciones, en los movimientos, en la modulación de la voz. El rumor que se escucha es el de la cadencia latiendo en el corazón, en la mente, en el fluir de la sangre; el viento que acaricia y te habla al oído de su sabiduría. El sonido de los animales que se comunican contigo, en la tierra que palpita y te abraza. En la luz que llena los poros para penetrarte poco a poco y así crear una sinfonía con la música que recorre todo tu cuerpo. En la perfección que existe en cada una de tus células, la luz que también brilla en tus ojos aun cuando estén cerrados y en las estrellas que te guían.

      Allí no necesitas llevar los miedos. Tus apegos vienen sobrando, no existe la duda y la razón no es bienvenida.

      Es un lugar donde todo brota sin detenerse, donde tú eres todo y el todo eres tú, se conecta el universo entero para celebrar contigo el ser. Donde no hay tiempo ni juicios, ahí donde no se pretende estar, sólo se Es.

      El amor se encuentra en su más pura esencia, donde está lo mejor de cada uno de nosotros y se unifica con el conocimiento que viene del exterior y nace en tu interior.

      No existen las prisas ni los egos, no hay límites, todo esta allí y en ese todo se percibe con más claridad el disfrute de la vida, ese momento en el que se está, se estuvo y se estará. En ese mundo cabemos todos.

      Si tan sólo pudiera mostrártelo, sabrías que ese equilibrio que llevo dentro me lo da la naturaleza, pero acá, en ese tu mundo, no te lo puedo mostrar… y pensar que provenimos de allí, aunque no todos queremos hacerlo nuestro.

      Ese día serías feliz de saberte libre y bailaríamos con las estrellas, nos abrazaría el universo y vería en tus ojos, los míos llenos de luminosidad.

      Pero tú estás muy lejos, en un mundo donde hay política, donde se lucha por sobresalir, demostrar, creer saber más, donde sentir es de débiles, razonar de


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