Por fin me comprendo. Alfredo Sanfeliz Mezquita
en la sociedad, con lo que eso puede implicar en la relevancia (o incluso supervivencia) de nuestra estirpe.
Si la falta de satisfacción de las necesidades fisiológicas nos produce la muerte física o biológica, la insatisfacción de las necesidades sociales nos puede llevar a la muerte social o a la exclusión. Ello supone la eliminación de toda relevancia en la sociedad, lo que significa la eliminación de cualquier influencia personal en la deriva o evolución social o en nuestro entorno. Asimismo, las carencias prolongadas provocarán a la larga la exclusión del grupo de los fuertes e influyentes, cuya descendencia nacerá y se criará seguramente en un entorno más propicio también para su supervivencia y relevancia social o poder. Haciendo un paralelismo, no estar socialmente bien alimentado o satisfecho se asemejará, de cara a la supervivencia, a la debilidad física por falta de satisfacción de las necesidades biológicas.
En general, las necesidades fisiológicas tienen asociado un mecanismo de alarma que nos avisa cuando la necesidad se encuentra insatisfecha o amenazada. Basta observar la sensación de hambre o de sed cuando nos falta comida o agua, o la angustia que sentimos cuando estamos en un lugar en el que falta el aire. Pero en el caso de las necesidades psicológicas o sociales las cosas no son tan claras. Es muy común que las personas afectadas por una falta de cariño, de reconocimiento, de «grupo de pertenencia» u otras carencias sociales, no sean conscientes de ello. A menudo sentimos no estar bien pero negamos nuestras carencias psicológicas y solo a través de procesos de crecimiento personal y autoconocimiento llegamos a descubrir cuáles son esas necesidades insatisfechas que nos hacen sufrir o nos restan felicidad. Resulta en este sentido muy elocuente la frase del famoso psiquiatra Carl Gustav Jung cuando dice: «hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino». Y por alguna razón en nuestra sociedad, muy seca de cultura emocional y de sentimientos, solemos ser reticentes a aceptar que estamos necesitados de cariño, atención, reconocimiento etc. Parece que nos tenemos que hacer los duros y autosuficientes, como si aceptar que tenemos necesidades emocionales o que necesitamos que nos quieran fuera una debilidad.
Las necesidades psicológicas o sociales son facetas de nuestra existencia y experiencia de vida cuya satisfacción nos procura equilibrio, plenitud, autoestima, sentido de la existencia etc. Su carencia, por el contrario, nos produce desequilibrio, insatisfacción, frustración, desasosiego, depresión, tristeza, pasividad, exclusión... En definitiva, su satisfacción nos hace personas más fuertes emocionalmente, con mejor ánimo y en general mejor preparadas psicológicamente para afrontar el día a día de nuestra vida. Su carencia por el contrario nos debilita convirtiéndonos en personas «en peor forma» para la competición por la vida en la inevitable lucha por la supervivencia en la sociedad. Son carencias que nos hacen más débiles, como se hace más débil quien no tiene suficiente alimento para estar bien nutrido. Quizá mostrar esa debilidad en el pasado fuera algo negativo para nuestra protección y supervivencia, pero ¿sigue esta sociedad penalizando a quien se reconoce y muestra necesitado de cariño?
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