La Luz de la Esperanza. Janice Wicka
Una religión contra otra religión.
Una ciencia contra otra ciencia.
Una ideología contra otra ideología.
Una cultura contra otra cultura.
Una capa social contra otra capa social.
Una nación contra otra nación.
Una bandera contra otra bandera.
Un sexo contra el otro sexo.
Donde la esperanza mal entendida de unos, es la desesperanza de los otros, con violencia, guerras y muertes entre ellos, que ganan o que pierden el poder, que roban y matan, o que son esquilmados y asesinados.
Entonces, y pese a la sangre y el horror, se dice que el bien está del lado de los que ganan y el mal del lado de los que pierden y son aniquilados.
La bondad y la maldad quedan de lado.
Los que ganan ensalzan a sus héroes, ocultando que en realidad son crueles asesinos.
La batalla sempiterna del Bien contra el Mal
Los que pierden ensalzan a sus mártires, igual de asesinos que los triunfadores, pero con menos capacidad de asesinato sobre sus contrarios.
Los poemas épicos y las películas de la actualidad son la misma bazofia de muertes, asesinatos, daños colaterales que a nadie importan, vítores para los héroes asesinos, abucheos para los “malos” derrotados, sin que la gente se duela del dolor y del horror de la guerra.
Eso es lo que aprendemos, porque eso es lo que nos enseñan, y normalmente no tenemos ni la más mínima conciencia de que eso es más oscuro y malvado, lo más sucio y ruin que podemos acumular en nuestro cerebro.
La moral, siempre cambiante y convenenciera, no deja entrar a una ética más consciente y elevada que nos permita ver y comprender qué es lo que verdaderamente está bien, y qué es lo que verdaderamente está mal.
Bien lo que nos conviene y lo que nos facilita la vida.
Mal lo que no nos conviene y lo que nos molesta.
De pronto, para las mujeres, supuestas enemigas y contrarias dicotómicas de los hombres, los oropeles de un sistema vejatorio de amos y esclavos se les hace apetecible, pero, ¿de verdad a las mujeres les interesa ser esclavas del poder o poderosas dueñas vejatorias de esclavos?
¿Los defectos de los otros son deseables para unos?
Si es así, de pronto el peor de los males se convierte en el mejor de los bienes, todo se trastoca, y lo que fue mal para muchos durante siglos, se convierte en supuesto bien para todos en el presente.
Ante tales disyuntivas, es obvio que tenemos que redefinir nuestras ideas y conceptos sobre el bien y el mal, a tal grado, que es posible que incluso tengan que desaparecer este tipo de consideraciones dicotómicas y maniqueas, para poder avanzar como especie y construir de verdad un mundo que sea mejor para todos, sin bien ni mal que los solapen o los amparen.
Más a menudo de lo que pensamos, los malos no son realmente malos, sino ejemplos de represión para que los “buenos” no se salgan del redil.
Que algo sea legal no quiere decir que sea bueno, sano o justo.
Buena parte de las leyes se han dictado para proteger al poderoso y desvalijar al pobre, o como pretexto para implementar autoritarismo, racismo, xenofobia, clasismo y justificar así todo tipo de abusos y tropelías.
Piensa, analiza, duda, estudia, elige y actúa, porque esta es la verdadera luz de la esperanza: ser mejores todos y cada uno de nosotros superando los rancios estereotipos sociales, para que así podamos ser una mejor especie y así valga verdaderamente la pena llamarnos seres humanos.
III: Caridad, la fuerza de la empatía
y la solidaridad
Si nunca has bailado,
no puedes sentir de verdad
el placer del danzante.
Pero, ¿cómo hacer para que la especie humana supere sus defectos si muchos de ellos sobrevienen de su condición animal?
Las mujeres somos animales sedientos de sexo y deseos de maternidad en nuestra condición animal, capaces, como la diosa Lilith, de succionar el alma y la vida de cientos de hombres a través del sexo, haciéndolos nuestros esclavos para que satisfagan todos nuestros deseos y, cuando ya no puedan más, matarlos o dejarlos morir, e incluso aprovechar sus restos, bien cocinados, para la cena.
Como dice el doctor Tapia, el matriarcado, hoy prohibido en las ciencias sociales, fue mucho más duro y cruel con los hombres, que el patriarcado, también horrible, con las mujeres.
El hombre, como animal, tiene capacidad de embarazar a miles de hembras, pero a la vez tiene muy poca capacidad y resistencia sexual, su orgasmo es precoz y su energía limitada incluso entre los mejores sementales. Es violento y agresivo, protector y proveedor, pero declina muy pronto cuando acaba su juventud, y se convierte en presa fácil para otros depredadores.
Ambos, mujer y hombre, tienen necesidades fisiológicas que satisfacer todos los días, ya que, con excepción del sexo, si no las satisfacen diaria y continuamente, simplemente mueren:
-Respirar.
-Comer.
-Beber.
-Excretar heces y orina.
-Descansar.
-Dormir.
También tienen rasgos emocionales que comparten con los primates, en particular, y con el resto de los mamíferos en general:
-Celos.
-Amor.
-Envidia.
-Codicia.
-Poder.
-Control.
-Avaricia.
-Pereza.
-Molicie o pereza.
-Tristeza y depresión.
-Deseos de triunfo.
-Sensación de fracaso.
-Capacidad de intercambio.
-Sensibilidad.
-Empatía y simpatía.
-Generosidad.
-Egoísmo.
-Odio.
-Rencor.
-Gula.
-Crueldad.
-Orgullo.
-Piedad.
-Caridad.
-Latrocinio.
-Capacidad de engaño.
-Atracción por lo prohibido.
-Dependencia emocional.
-Liderazgo y mando.
-Rabia.
-Rebeldía.
Y una cuantas más que ahora mismo se me escapan.
Desde las eras primitivas hasta nuestros días hemos mejorado en muchos aspectos, nos hemos educado y hemos refinado muchos de nuestros “defectos” como animales, convirtiendo a algunos de ellos en verdaderas virtudes.
Hemos alimentado a eso que llamamos consciencia, y hemos nutrido a eso que llamamos conciencia.
Muchos de nuestros compañeros animales también han evolucionado socialmente, y son mucho menos salvajes de lo que fueron en la prehistoria, como los perros y los gatos que nos hacen compañía, así como muchos otros animales que se han domesticado y que muestran rasgos que llamamos