Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig
semana, así que comida familiar... Yo me voy antes de que se haga tarde, por cierto, Mathew ya está cenado. —Se iba poniendo su chaqueta roja, y le dio un beso en la frente—. Descansa, cariño, y cuídate, nos vemos mañana.
—¿Mañana?
—Claro, mañana ya es sábado.
Juliana dejando la taza de té en la mesita.
—A veces ya no sé ni en qué día de la semana vivo, adiós, mamá.
—Ciao, bella.
Juliana acostó a Mathew en su camita, se puso a mirar una película, no paraba de darle vueltas a la cabeza sobre el contenido de la carta, qué quería decir esa mísera y única frase que había escrita, ¿se trataba de un acertijo o estaba jugando con ella? Sin darse cuenta, acabó durmiéndose en el sofá. Sonó el teléfono de fondo, ella se despertó sobresaltada y con la espalda adolorida. Cogió el teléfono, y Mathew empezó a llorar.
—Mathew, cariño, no llores ahora, mamá te dará de desayunar. —Iba preparando su bol de frutas mientras contestaba al teléfono—. Toma, Mathew, tu Winnie. —Su peluche de música lo calmó—. ¿Sí? ¡¿Hola?!
—Juliana, ¿dónde estás? ¡¿Has visto la hora que es?!
—¡Madre mía! Si son las nueve, lo siento, Viviana, no sé cómo, y no entiendo… Ahora voy.
—Tranquila, te espero que quiero comunicaros algo a ti y a Thomas. —Colgó el teléfono.
Juliana vistió rápido a Mathew, mientras le daba de desayunar, cuando ella se acababa de vestir. Cogió a Mathew en brazos y empezó a bajar las escaleras, sacó su teléfono móvil.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¿Dónde estás?
—Lo siento, cariño, se me olvidó avisarte que hoy no podía venir.
—¡¿Qué?! ¿Y cómo que no me lo dijiste?
—¿Tienes a alguien con quien dejar a Mathew?
—Mamá, ya sabes que no, pero no te preocupes que ya me las apaño. —Cuando dejó a Mathew en el suelo.
—Recuerda que hoy es la comida.
—Sí, sí… Vamos, Mathew, no sueltes la mano a mama. —Colgó el teléfono y se topó con un chico esbelto con cazadora negra—. ¿Kallen?
—Hola, ¿quieres que te ayude?
—No, gracias, aparte de acosarme o intentar ligar —dijo en voz baja—, es una forma de…
—¿De qué?
Juliana sentó a Mathew en un banco a abrocharle el zapato, lo cogió en brazos y continuó andando con paso ligero.
—¿De juego?
—Mamá, ¿quién es? —dijo Mathew, mientras lo miraba con determinación y un poco asustado.
—Un conocido, solo ha venido a saludarnos.
—¿Un conocido? Que yo sepa llevamos conociéndonos unos... ¿Hace tres años? —dijo Kallen descontento ante su respuesta.
—Sí, y lo único que sé es que llevas solo cinco sobres a correos a las nueve de la mañana.
—Mamá, ¿ya hemos llegado?
—Sí, cariño. —Kallen se quedó fuera mientras entraban, él acabo marchándose.
Entró en la oficina de correos y dejo a Mathew en el suelo.
—¡¡Viviana!! —dijo Mathew corriendo hacia ella.
—Hola, cariño, ¿y la abuela? —Cuando lo cogió en brazos.
—La abuela no pudo venir hoy —Mientras dejaba las cosas en la taquilla—. Lo siento mucho, Viviana, siento la tardanza de hoy y encima Kallen entrometiéndose donde no debe.
—¿Kallen? ¿Estaba contigo? —dijo Viviana cuando sentó a Mathew en la silla.
—Sí, me empezó a seguir, no se qué quiere, no sé por qué, pero desde que lo conocí, su cara me es algo…
—¿Familiar?
—Sí, pero eso no me tranquiliza lo que me escribió en esa carta.
— ¿Y qué te escribió?
—¡¡¿Que qué me escribió?!! Ponía: «Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces…». No se qué quiere insinuar con eso. ¿Y la llave? ¿Qué tiene que ver?
—Menos mal… —dijo en voz baja.
—¿Qué has dicho? —Mientras ordenaba unas cartas.
—Qué menos mal, que no creo que sea gran cosa, seguro que es una tontería o ese chico no sabe cómo tirarte los trastos.
—Será eso. —Intentando entender la respuesta de Viviana.
—O le falta un tornillo —añadió Thomas.
Juliana ese día pasó la comida en casa de sus padres, su hermana Megan la llevaba en coche de vuelta a casa, Mathew se encontraba dormido en el asiento trasero.
—Os he visto algo callados hoy en la cena, ¿hay algo que yo no sepa? —dijo Juliana a su hermana.
—¿Por qué lo dices, Julie? Todo está bien.
—Sí, supongo que estoy algo cansada de la semana —acabó diciendo.
Era una mañana bastante fría para ser primavera, su hermana Megan se localizaba en la cocina preparando el desayuno.
—Me volví a quedar dormida, ¿verdad? —dijo Julie preocupada, ya que llevaba unos días sin energía.
—Sí, no veas, no tardaste ni un segundo.
—Lo siento. —Mientras colocaba sus manos en su rostro intentando aclararse las ideas.
—Oye, es normal. ¿Tanto trabajo con un niño a cargo? —dijo su hermana para aliviar la situación en la que se encontraba su hermana últimamente.
***
Dos años más tarde, Juliana vivía junto a su hermana Megan en una casa al lado de la de su madre, Mathew con cinco años que cumplía no entendía por qué su padre no estaba, su madre le contaba siempre que era un superhéroe que se tuvo que ir a cuidar a otros que lo necesitaban. Ni ella se acordaba lo que pasó exactamente, por eso siempre recurría a esa historia del superhéroe.
Juliana se mostraba entusiasmada preparando el cumpleaños de su hijo, su padre estuvo atento a cada detalle de la fiesta, se celebraba en la casa de los padres. Iba bastante bien, Mathew deseó ese día que su padre regresara al soplar las velas del pastel. Él no era un niño cualquiera, él era especial, tenía unos dotes aún desconocidos, pero desde muy pequeño tenía que tomar tres horas de sol diarias. Sus ojos tan azules como el cielo y una sonrisa radiante, siempre iba haciendo bromas. Esa misma tarde, Juliana iba recogiendo los papeles de los regalos, cuando, Jim, su padre le entregaba un sobre.
—Toma, Juliana, esto es para ti.
—Me lo puedes dejar al lado de las flores, ahora lo miro.
Juliana salió a tirar las basuras, entró y se sentó a tomar un poco de limonada, cogió el sobre y miró que había un 3, dentro había una carta y una llave, en ella ponía: «Juliana Mathew», y la carta decía: «Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces. K».
A Juliana se le cambió la cara, no suponía que Kallen localizara su nueva dirección y menos que ya no trabajaba con Viviana después de dos años, ella salió fuera de la casa y llamó a Viviana.
—Viviana. ¿Hola?
—¡Hola! ¿Qué tal la fiesta de Mathew?
—Bien, oye, una cosa… —Juliana desconcertada.
—¿Qué