Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig

Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16 - Nadia Vera Puig


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a dirigirse a mí.

      —Cariño… Kallen hace dos años que… —Para Viviana era un momento duro, porque se trataba de su hijo, un hijo con el que nunca llegó a pasar verdadero tiempo.

      —¿Qué pasa, Viviana?

      —Juliana… Kallen nos dejó hace dos años, no es posible, por no decir imposible, que él haya sido quien te haya enviado la carta.

      —¿Estás segura? Porque aquí tengo la misma llave que te entregué.

      —¡Mamá!, te vienes que voy a haceros mi truco de magia.

      —¡Sí, ahora voy cielo, mamá no tarda!

      —Mira, Juliana, no sé ni cómo ni por qué te ha llegado eso pero hay algo raro…

      —Gracias, Viviana, por tu ayuda.

      Juliana tenía la cara pálida, no entendía nada, se fue hacia el interior a ver el truco de magia de su hijo, respiró hondo y con una gran sonrisa se sentó a ver lo que hacía.

      —Atentos, señores y señoras, porque lo que presenciaréis aquí es único… —Mathew colocó una caja transparente encima de la mesita—. Veis que está vacía, comprobado. —Mathew se la pasó a su abuelo para que mirasen sí estaba vacía—. Bien. —La cogió y la puso encima de la mesa—. Antes llegó una llave a uno de vosotros pero ahora ya no se encuentra en el bolsillo de esa persona, pasaré tan solo este pañuelo y lo haré aparecer en esta caja.

      Al retirar el pañuelo de la caja había una llave en su interior, y era la llave de su madre que ponía «Juliana Mathew».

      —Mamá, puedes comprobar que esta llave ya no se localiza en tu bolsillo.

      —No, no está.

      —Un aplauso, señores —dijo Margaret, la abuela de Mathew.

      —Cariño, puedes venir un momento. —Juliana empalizo más de lo normal—. ¿Está llave es tuya? —le dijo agachada a la altura de Mathew, mientras él la miraba con su penetrante mirada inquieta.

      —Claro, mamá, le dije al nonno que te la diera.

      —Pero venía…

      —Con un acertijo, mamá, si era para darle emoción al número, ahora ya conoces lo que no conoces —dijo con una tímida sonrisa, esperando la reacción de su madre.

      Mathew le dio la llave al ver que no tenía respuesta.

      —Y, cielo, ¿dónde has conseguido esta llave?

      —Me la encontré el otro día en casa de Viviana mientras jugaba.

      —¿Y Viviana sabe que te la has llevado?

      —No.

      —Y la frase... ¿De dónde la has sacado?

      —De un libro.

      —¿Qué libro?

      —El libro que tiene el nonno, se llama Lo que de verdad escondes, de Kallen.

      Juliana intentando comprender todo lo sucedido se dirigió a su padre, que estaba sentado en el sillón de la sala de estar, donde estaba la familia.

      —Jim Mathew, ¿puede venir un momento? —dijo Juliana con tono firme.

      —Uyy, esto es serio —dijo su hermana Megan.

      —Cariño, ¿estás bien? Te veo un poco pálida —dijo la madre algo preocupada.

      —Perfectamente, mamá.

      Jim se levantó del sillón y la siguió hasta el recibidor.

      —¿Se puede saber qué es esto? —Enseñándole el sobre que le dio antes.

      —Una carta.

      —Sí ¿Y se puede saber quién ha escrito esto?

      —Ehh…

      La interrumpió Juliana.

      —No hace falta que me contestes porque esta letra sé que no es la tuya ni la de Mathew. ¿Es verdad que lo habéis sacado de un libro?

      —Julie… —Cogió la carta y la llevo hasta la librería que tenía en su despacho, le mostro el libro Lo que de verdad escondes de Kallen—. Julie, cariño...

      —Sí, dime. —Un tanto nerviosa.

      —Este es un libro que compré hace unos seis años a este chico, que se llama Kallen, tiene una filosofía muy curiosa acerca de la vida y te hace reflexionar, porque te hace pensar en una multitud de acertijos y curiosidades que tiene… Y, bueno...

      —¡Papa!, al grano por favor.

      —Vale, tranquila, ya voy. —Se sentó en su butaca de terciopelo, respiró hondo y prosiguió—. Pues ese mismo año que compré el libro, fui a una firma suya que hacían en la librería MCowell, y allí mismo le dije: «Dedícame una frase de tu libro», cogió una hoja a parte que es la que tienes en tus manos y escribió: «Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces», y me pareció oportuno introducirlo en el truco de magia de Mathew para darle un toque de ingenio.

      —¿Ingenio… —empezó a respirar un tanto alterada, cerró los ojos y respiro profundamente— o casualidad dirás?

      —¿Por qué lo dices, Julie? —Cogió la carta que tenía en las manos su padre.

      —Por nada. —Mientras intentaba meter la carta en el sobre—. Debe de ser una coincidencia, o que te conozca lo suficiente, o sepa tus movimientos hasta el punto que sepa quién es su hija, y le pareció una buena idea gastarme esta misma broma hace dos años. —Logra meter la carta en el sobre—. ¡Dios, qué le pasa a esta carta!

      —¡Julie, tranquilízate, me estás asustando!

      —No pasa nada, estaré sufriendo una crisis nerviosa, me voy a tomar algo que me relaje, debo de estar… ¡Aaah! —Julie se marchó de la sala dejando a su padre atrás, se fue hacia la cocina a prepararse una infusión para los nervios. De mientras iba escuchando la conversación que tenían en la sala continua de su madre y su padre.

      —¿Que tal ha ido? —preguntó Margaret.

      —No sé, cariño, la veo bastante alborotada, noto que sabe algo que no nos dice.

      —¿Crees que recuerda?

      —Es lo que temo… Pero creo que no.

      —Ay, Jim, a veces ya no sé ni cómo actuar en estas situaciones… Lleva mucho tiempo así… Creo que sería conveniente que se lo comentemos, así se quedará más tranquila.

      —No, Margaret, la doctora nos dijo que no dijéramos nada, tiene que recordarlo ella misma.

      —Ya lo sé, Jim, pero ya son cinco años y el padre… Ay, Jim, no sé.

      Juliana intentando beber la infusión después de escuchar lo comentado por sus padres, su cara volvió a empalidecerse, y se fue tumbando poco a poco en uno de los sofás que estaban colocados frente al jardín, donde estaba orientada a la sala de estar, cerró los ojos y se quedó dormida.

      —Shh… No la despertemos.

      —Pero mama, ¿has visto qué hora es?, yo la acompaño a casa. —Megan se acercó a Juliana—. Julie, Julie, despierta.

      Julie abrió los ojos y se incorporó.

      —¿Qué ha pasado? ¿Qué hora es?

      —Cariño, son las nueve, Mathew se queda esta noche a dormir en casa de sus amiguitos, ¿recuerdas?

      —Claro que me acuerdo, mamá.

      Juliana se levantó y se dirigió hacia la entrada.

      —Vamos, Megan, a casa.

      —Claro, Julie.

      —Mañana, me paso a buscar a Mathew


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