Anti América. T. K. Falco

Anti América - T. K. Falco


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con él y nos ayude a traerlo para interrogarlo".

      "¿Quedo libre si delato a Javier?"

      "Estamos ofreciéndoleque todos los cargos se eliminen bajo la condición de que trabaje como informante confidencial hasta que cumpla con las condiciones de su servicio. Comenzará por rastrear la ubicación de Javier y cualquier información relacionada con Anti América".

      Una informante. Los federales la poseerían. Pasaría sus días delatando a Javier y a cualquier otro hasta que no la necesitasen más. Tendría que decirle adiós a todo el dinero que entraba por sus estafas. Por mucho que Alanna no pudiera soportar la idea de lo que le ofrecían, la alternativa era mucho peor.

      La gente te exprimirá sise lo permites.

      Ella se permitió un largo silencio antes de contestar. "Supongamos que los ayudo. ¿Qué pasa si Javier no está en ninguna parte? ¿Sigo libre? "

      El agente Palmer negó con la cabeza. "Lo siento. No funciona así. Para obtener nuestra ayuda necesita ayudarnos con nuestra investigación. Ya sea llevándonos hasta él o dándonos información que nos ayude a encontrarlo".

      La agente McBride se acercó más hasta que estuvo casi encima de ella. "Espero que digas que no. Por la evidencia que vi, una pequeña ladrona como tú no tiene por qué andar por ahí libre".

      Su compañero se levantó de su asiento y se acercó desde el lado opuesto de la mesa. "Si dice que no, estará desperdiciando su vida. Así que tómese un momento y piénselo cuidadosamente antes de responder”.

      La sangre de Alanna se aceleró cuando ambos agentes la miraron. Rehusarse a actuar como su confidente significaba poner sus esperanzas en que un juez al azar se apiadara de ella. De lo contrario, la prisión y los antecedentes penales la destruirían. Los sombreros negros tenían que vigilar constantemente sus espaldas contra los delatores exactamente por esta razón. La mayoría de los jóvenes de su edad se retiraban ante el más mínimo indicio de un período tras las rejas. Poco sabían estos dos que tenía una tercera opción en mente.

      Miraba sus zapatos de cuero negro para aparentar que pensaba en la decisión. "Muy bien,lo haré."

      La cara del agente Palmer se iluminó. "Tomó la decisión correcta. La agente McBride y yo saldremos para hacer los arreglos. Alguien vendrá pronto para interrogarla y darle instrucciones.

      Ella le dio una última sonrisa. "No puedo esperar".

      Después que el agente Palmer salió de la habitación, la agente McBride se inclinó sobre ella para darle una última advertencia. "Puede que él te haya salvado, pero yo no. Si te conectamos con los piratas informáticos de Anti América, el trato se cancela y vas a prisión. Si encontramos a tu novio sin tu ayuda, irás a la cárcel. El reloj está corriendo".

      Alanna se encogió en su silla cuando la puerta se cerró detrás de ella. Con algo de suerte, su cooperación hizo que la atención se desviara de ella. No podía arriesgarse a que la agente McBride o el resto de los federales hurgaran más profundamente en su vida. El uso del phishing no era la única estafa que llevaba a cabo. Si todo se iba al infierno, no debían saber sobre la carta de triunfo que tenía bajo la manga.

      3

      DROGAS

      Jessica Bright. Nacida en Birmingham, Alabama el 3 de febrero del 2001. Licencia de conducir emitida a la edad de dieciséis años. Sin registro delictivo, sin federales observándola. Era más confiable que Alanna Blake, ladrona de identidades. Jessica no tenía idea que su información personal había sido robada de una compañía de registros médicos aquí en el sur de la Florida. Jessica era la identidad de respaldo de Alanna.

      En la mano de Alanna estaba una tarjeta plástica con su cara y el nombre de Jessica. Más temprano en la tarde, fue a la sucursal de su banco local para sacar su caleta de emergencia. De un compartimiento secreto en su cepillo para peinarse había sacado la llave de una caja de seguridad del banco. La caja rectangular de metal contenía todo lo que necesitaba para comenzar su nueva vida: la identificación de Jessica, tarjetas bancarias, efectivo, un celular pre-pagado desechable, una computadora portátil de respaldo y una memoria USB.

      La caleta originalmente había sido guardada por si acaso las cosas se complicaban con la policía o con alguno de sus clientes del mercado negro. Ahora era una forma de pasar mensajes sin que los federales se enteraran. La FCCU la vigilaba. Habían instalado spyware en su portátil y su iPhone, incluyendo un rastreador GPS, así que no escribiría emails privados, ni visitaría páginas web o hablaría por su iPhone. Sólo se podía comunicar en privado por medio del celular desechable, la portátil de respaldo o cara a cara.

      Metió el celular desechable en un bolsillo y la identificación, las tarjetas y el efectivo en su bolso, la portátil la dejó en su bolsa de cuero marrón. Antes de conducir hasta la esquina había cargado su computadora con un software que había comprado para esta reunión secreta. El resto de la caleta lo guardó en la guantera. Salió de su Toyota Corolla negro con las bolsas en la mano.

      Dos líneas de carros estaban detenidas ante un semáforo en rojo. Se movió entre ellas para cruzar la calle y luego detalló el escenario que tenía alrededor de ella. Una típica noche de semana en South Beach. El tránsito en la avenida Washington se movía lentamente de manera constante. No había gente frente a los clubes con anuncios de neón ni las tiendas aún. Las pocas personas en las aceras iban pensando en sus propios problemas.

      Nadie de la FCCU la seguía según podía ver. La agente McBride le había asegurado que habría gente vigilándola todo el tiempo. Alanna no estaba segura si esa afirmación era cierta o era otro más de sus juegos mentales. Una cosa que la agente McBride hizo obvia era cuan poco confiaba en ella. Era un hecho que le había sido recordado justo en el momento que la dejaron afuera del complejo de apartamentos donde vivía.

      La única cosa positiva era que los federales habían dejado su apartamento mucho mejor que como dejaron el de Javier. Una ventaja de trabajar como su informante. Le gustase o no, el hacerlos felices era ahora su trabajo a tiempo completo. Dejó mensajes preguntando por Javier en su celular a sus padres, primos y amigos, para mantener la apariencia que estaba cumpliendo con su parte del trato.

      Se dirigió hacia la señal de tránsito y cruzó en la esquina. Su paso disminuyó cuando el anuncio en letras cursivas rosadas y brillantes que decían Serendipity apareció frente a ella. Era temprano en la tarde. No había nadie haciendo cola fuera del club. El fornido portero que estaba parado frente a la entrada se tanteó el cabello de corte militar y se ajustó su saco gris al acercarse ella.

      Alanna sacó la licencia de conducir de Jessica de su bolso. El matón se la quitó de las manos y la sostuvo contra la titilante luz de neón sobre la entrada. Sus ojos iban de la foto de la licencia a su cara y de su cara a la foto. Podía verla todo el tiempo que quisiera, nadie podría pensar que era falsa. Ella la había solicitado en la Oficina de Tránsito Vehicular mientras se hacía pasar por la Jessica real. Las cuentas bancarias las había abierto con un número de seguridad social de una niña de cinco años. El número había sido robado de la misma compañía de registros médicos. Las agencias crediticias no verifican los números. Alanna no estaba usando las cuentas para estafar a alguien, por lo que no tenían razón para sospechar. En cuanto a la niña, pasarían años antes de que tuviese la edad suficiente para preocuparse por su historial crediticio.

      El portero le devolvió la licencia y le abrió la puerta. Ella vio el reflejo de su cara con expresión estoica en el espejo en la pared de la entrada. La agitación por la emoción de ayer era un recuerdo distante. El resultado era un estado emocional de entumecimiento que la había dejado aislada del resto del mundo. Era el estado mental perfecto para pasarla en un sitio de narguiles (hookah joint).

      El salón estaba bañado con una luz púrpura leve. Sofás de terciopelo rojo y mesas negras se alineaban a ambos lados de un pasillo con alfombra roja y un bar al final de éste. El dueño había decorado el local con un opulento estilo europea en lugar de la típica decoración estilo oriente medio, lo que lo hacía muy popular con los turistas extranjeros ricos, al igual que con la mafia rusa.

      El salón estaba vacío excepto por dos parejas sentadas con un narguile plateado


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