La traducción audiovisual español-italiano. Beatrice Garzelli
a menudo consecuencia de la elipsis y se pueden emplear con el objetivo de modalizar29 el discurso, cuando no se quiere comprometer cierto contenido: es así como el hablante no termina de decir una palabra o de explicitar un significado para atenuar un concepto. En este caso las frases incompletas se utilizan también con ←44 | 45→la finalidad de mitigar vulgarismos, malas palabras y obscenidades. La transposición de elipsis y frases incompletas es en teoría fácil de realizar pasando a otra lengua, especialmente en el doblaje, donde la necesidad del sincronismo labial comporta la conservación de por lo menos una parte de estos rasgos. En el caso de la subtitulación, se observa que aunque se tienda – por los vínculos ya mencionados – a reducir estos elementos, porque en apariencia añaden poco al mensaje global, el público oyente puede afortunadamente percibir tales omisiones con respecto al original.
Otro fenómeno característico del lenguaje coloquial atañe al empleo de la redundancia que consiste en una “repetición o uso excesivo de una palabra o concepto”.30 Añádase que, aunque en la mayoría de los casos se trata de una repetición inútil e innecesaria, repetir una información contenida en un mensaje permite, al perder una parte de este, una reconstrucción más completa de su contenido, como pasa en una conversación oral. Si por un lado la redundancia puede constituir un pleonasmo, y por otro es configurable como un error,31 se trata de una figura de construcción que, a través del empleo de la repetición, atribuye cierta expresividad y énfasis al discurso. Rasgos que en muchas ocasiones pueden sacrificarse en la traducción audiovisual, especialmente la subtitulación, en la que se requiere un ejercicio de condensación más drástico.
Las pausas, al igual que la elipsis, son características del habla espontánea y contribuyen a hacer que el lenguaje de un intérprete de una película o de un cortometraje resulte más natural. En un diálogo las vacilaciones crean intervalos que se deben al titubeo del hablante que suele detenerse para ordenar sus ideas y después expresar su opinión; el orador puede incluso corregirse, tras decir algo impropio, consciente del propio error. De la misma manera las pausas se forman cuando el emisor no sabe qué decir o en cambio no desea declarar nada respecto a un determinado tema. Se trata de un fenómeno que tiende ←45 | 46→necesariamente a reducirse en el trasvase a una lengua meta y mayormente en el proceso de subtitulación.
En el polo opuesto encontramos los episodios de plurivocalismo, típicos también de los diálogos cinematográficos (Hurtado Albir 2001), en los que intervienen a la vez varios hablantes sin respetar los turnos de conversación: aquí las pausas se sustituyen al solapamiento de frases o palabras con el riesgo de perder una parte de mensaje tanto en la traducción doblada, como en la subtitulada. Especialmente en esta última habrá necesariamente que seleccionar los oradores más significativos y las expresiones más relevantes sacrificando algo de los rápidos intercambios entre los personajes.
Siempre en la línea de la oralidad y de los coloquialismos podemos insertar la muletilla, es decir “una palabra o frase que se repite mucho por hábito”.32 Se trata, para profundizar, de secuencias de sonidos (palabras, expresiones, interjecciones, exclamaciones) que se intercalan en el flujo comunicativo sobre todo verbal – pero existen en menor medida también en el escrito – de manera automática y casi inconsciente. El término deriva de “muleta”, puesto que indica un soporte de un discurso cuando al emisor no se le ocurre otra palabra en un determinado momento o porque no hay expresión o lema adecuados en ese contexto. Las muletillas pueden incluso servir como marca de identificación recíproca entre los hablantes: por ejemplo las de un español no son las mismas que las de un argentino (cfr. cap. 3 y 4). Estos elementos lingüísticos generalmente no vehiculan un especial contenido desde un punto de vista semántico, aunque muestren su carga emotiva. No teniendo una función en el determinar la estructura del texto, las muletillas son otro fenómeno que se tiende a omitir en los subtítulos o reducir y mitigar en la versión doblada, quitando, de esta manera, una parte del sabor de cierta interacción dialógica.
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Afortunadamente el lenguaje fílmico se vale también de las imágenes, de los sonidos y de la gestualidad de los actores, que, siendo universales, contribuyen a recuperar algunas pérdidas derivadas de la traducción audiovisual.
Las muletillas pueden formarse a menudo con vulgarismos o expresiones obscenas (Canobbio 2010)33, que constituyen el habla soez, otro fenómeno de interés en este estudio. En tal ámbito la afinidad entre español e italiano no constituye – como veremos – garantía de equivalencia con respecto a la traducción de palabras o locuciones.
En el caso de la lengua italiana, la expresión que reúne estos recursos es el llamado “turpiloquio”, lema que deriva del latín turpiloquium (compuesto de turpis, “infame, obsceno” y loqui, “hablar”) y que designa “il parlare con un linguaggio osceno, triviale, sboccato o comunque contrario alla decenza”.34 El término aparece por primera vez en los escritores cristianos del II-III siglo (Ricci 2016) y sigue empleándose hoy en día especialmente en el discurso oral, aunque formas innovadoras de interacción escrita (como el chat) muestran un uso masivo de expresiones vulgares.
La traducción del italiano turpiloquio corresponde en español a “lenguaje soez”35, definido también como grosero o crudo. Reúne un conjunto de palabras y expresiones que la comunidad lingüística, o parte de esta, considera inapropiadas, obscenas, injuriosas u ofensivas.
Fig. 7: El lenguaje soez mediante varios signos icónicos (autor: Tomia, 2008<https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Profanity.svg>, 24/07/2019).
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Cabe destacar que es extremadamente sutil – y en continua evolución – la línea de demarcación entre un lema o una locución perteneciente al habla soez, tolerada o menos, según el contexto social. Además la difusión de uso de la lengua castellana en amplias zonas del mundo (entre España y América Latina) puede acrecentar algunas diferencias en la aceptación de cierto tipo de expresión. Para ofrecer un ejemplo, la palabra “cuero” muestra significados, incluso antitéticos, a juzgar por las naciones que la emplean: en República Dominicana y Puerto Rico designa a una prostituta, mientras que en Ecuador y Venezuela es una “mujer que es amante de un hombre”. Si en Colombia y Costa Rica representa una “mujer avejentada y fea”, en países como Guatemala, Honduras, México y Nicaragua quiere decir que la chica ←48 | 49→es “guapa y atractiva”.36 Es así como los niveles diferentes de significación pueden comportar una tolerancia mayor o menor en determinados ámbitos de la sociedad. Añádase que si una palabrota o una expresión vulgar pueden ser interpretadas como señal de “mala crianza” y revelar un origen social humilde que no permite entrar en los niveles más altos de la sociedad, en otros contextos estos recursos lingüísticos pueden tener cierto crédito e influencia, en especial entre los hombres jóvenes. Cabe destacar, a este propósito, que el lenguaje soez nació como parte del imaginario asociado al comportamiento varonil rudo, es decir caracterizado por actitudes machistas. De todas formas en las últimas décadas
le parolacce sono entrate nel linguaggio parlato un po’ a tutti i livelli, non solo fra i giovani, non solo fra uomini e donne, ma per colorire discorsi o espressioni particolari, anche per radio, per televisione o sui giornali non è raro trovare parole che fino a qualche anno fa si ritenevano impronunciabili (Tartaglione, Grassi 1985).
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