El Ángel Dorado (El Ángel Roto 5). L. G. Castillo
un tiempo ausente. —Se sentó junto a ella y la rodeó con el brazo.
Cuando no estaba llorando, estaba deambulando como un zombi. Lash y Rachel se fueron turnando para asegurarse de que al menos comía algo.
—Sé que necesito pasar página. Pero es que me resulta muy difícil hacerlo. No quiero olvidarla.
Él le dio un beso en la parte superior de la cabeza. —Nunca la olvidaremos. Ella siempre estará con nosotros.
—Sé que tienes razón. Ojalá pudiera hacer que mi corazón también lo creyera.
—Puedes hacerlo. Sé que puedes. Welita querría que fueras feliz.
Él tenía razón. Ella aún podía escuchar a Welita diciendo: "Ay, mijita, la vida es muy valiosa. No descuides a aquellos que te aman".
Tenía que esforzarse un poco más.
—Bueno, ¿y qué quería Gabrielle?
—Ella solo, esto..., se vino a cerciorarse de que estabas bien.
Ella levantó la cabeza y miró sus dulces ojos color miel. Había algo que no le estaba contando.
—¿Y?
—¿Y qué? —Cogió un mechón de pelo que se le había soltado y se lo pilló detrás de la oreja.
—Lash, no hay secretos entre nosotros, ¿recuerdas?
—Lo sé. Lo sé. Es solo que...
—¿Qué?
—Pues que quería contarme dónde se encontraba Jeremy y cómo le iba.
Se puso tensa. Por un lado, no quería oír hablar de Jeremy, pero por otro, sí.
Estaba muy confundida. Ella fue quien quiso que se fuera. Quiso que su rostro, el recordatorio de la muerte de Welita, saliera de su vida. De hecho, se sintió aliviada cuando vio su deseo cumplido; sin embargo, al rato, se lamentó por ello.
Lo cierto era que durante el último par de días su mente había entrado en conflicto porque se sentía bien al no tener que ver a Jeremy pero a al mismo tiempo deseaba que regresara para poder disculparse con él.
Todavía no podía creer lo que le había dicho. Se portó fatal con él. No tenía ningún derecho a acusarlo de arrebatarle la vida a Welita. Y lo peor de todo era que le había apartado de su familia.
—¿Y qué te contó?
—Que está en Kauai. Que está bien. Supongo.
—¿Lo va a traer de vuelta?
—Dijo que tiene que regresar por cuenta propia.
Él torció el gesto. Estaba luchando contra la angustia que sentía en su interior. ¿Cómo podía ser tan egoísta? Había hecho que su hermano y mejor amigo se fuera, y apenas podía hablar del tema con ella.
—Lash, yo...
Un fuerte zumbido seguido de un chillido la interrumpió.
—¡No tan rápido, Uri! —gritó Rachel—. Podrían no estar preparados para recibir invitados. ¡Oh! Estáis ahí.
Rachel y Uri movieron las alas mientras descendían y aterrizaban justo delante de ellos.
—¿Cómo te encuentras hoy? —Rachel le sonrió con dulzura.
—Mejor.
—Bien.
—Lash, hay algo que...
Rachel cogió la mano de Uri, haciendo que este se detuviera a mitad de la frase.
—Aún no —le susurró enérgicamente.
—Pero yo pensaba...
—Después.
Se miraron el uno al otro incómodamente.
Naomi miró a Rachel y a Uri mientras el silencio inundaba el ambiente.
El rostro en forma de corazón de Rachel se frunció por la preocupación al mirar a Naomi.
«Algo va mal», pensó. Podía sentirlo.
—Tío, nos estás asustando. Dinos qué está ocurriendo —dijo Lash poniéndose en pie.
—No estoy seguro de cómo hacerlo. —Uri se frotó la nuca nerviosamente.
Rachel le dio una palmadita en el brazo y a continuación se dirigió hacia Naomi, aterrizando suavemente a su lado. —¿Sabes? Me encantaría tomar una taza de té.
—A ti no te gusta el té —dijo Naomi mientras Rachel se levantaba del suelo. Debían de ser muy malas noticias. Rachel estaba prácticamente arrastrándola hasta la cocina.
—Oh, ya, pero me gusta la forma en la que tú lo haces con canela y...
—Rachel...
—Vale, de acuerdo. Lo siento. —Rachel le soltó el brazo—. Cuéntaselo, Uri.
—Necesitamos que Jeremy vuelva.
Lash miró nervioso a Naomi antes de volver a girarse hacia Uri.
—Estamos trabajando en ello.
—Necesita regresar. Ahora. —Uri sonó desesperado.
Naomi pestañeó, sorprendida. Lash parecía estar tan impresionado como ella. Uri siempre parecía estar muy tranquilo.
—¡Van a llevar a Jeremy a juicio! —soltó Rachel sin pensar.
—¿A juicio? ¿Por qué? —No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Y qué si Jeremy no regresaba? ¿Acaso eso empeoraría las cosas para él?
—Por desobedecer sus órdenes, ¿no es así? —Dijo Lash, negando con la cabeza—. No te preocupes. No es nada. Yo he sido enjuiciado cientos de veces. Maldita sea, Uri, tú me llevaste allí.
—No lo entiendes —dijo Rachel con voz suave.
—¿Tú me has visto? —Lash se echó a reír—. Hablo desde la experiencia. Jeremy estará bien. Esta es su primera vez, así que serán benevolentes con él. En serio, chicos, tenéis que relajaros.
—Me temo que estás equivocado, amigo mío —dijo Uri con voz grave y seria—. Esta vez es diferente porque se trata de Jeremy.
Uri hizo una pausa, tomando aire temblorosamente. Sus amables ojos azules sostuvieron la mirada a Naomi durante un momento. No la estaba juzgando, pero ella no pudo evitar que la culpabilidad se la comiera por dentro.
—Los arcángeles tenemos un código superior para cumplir con las expectativas de los demás —dijo Uri—. Nuestro papel nos convierte en un modelo de referencia para los demás. Jeremy no solo ha desobedecido a su superior, sino que además lo ha hecho delante de sus subordinados.
«¡Dios mío! ¿Qué he hecho?» La vergüenza inundó a Naomi. Si Welita pudiera verla en este momento estaría muy avergonzada. Esta no era forma de tratar a la familia.
Rachel le apretó la mano. Incluso sin necesidad de decir ni una palabra, Rachel sabía lo que estaba pensando.
—Entonces le traeremos de vuelta. Está tirado —dijo Lash—. Si pide disculpas, no tendrá que ser juzgado. Estoy seguro de que Raphael puede convencer a Michael para que sea indulgente.
—Él ya ha se ha reunido con Michael —dijo Rachel.
Lash se detuvo. —¿Y?
Uri sacudió la cabeza con tristeza.
—¡Venga ya! Es una broma, ¿verdad? Vamos, Uri. ¡Tienes que estar tomándome el pelo! —El rostro de Lash tornó a un tono escarlata.
—Ojalá, amigo mío. Yo también le he suplicado a Michael. No deja que nadie le persuada. Los arcángeles se sentarán a juzgar las malas acciones de Jeremy.
Naomi