Bolaño Constelaciones. Macarena Areco
personajes. No obstante, las estrategias de publicación póstumas reconstruyen la modernidad y lo reintegran en ella como centro del canon: “el trayecto final de la obra de Bolaño […] culmina irónicamente con la reificación de la modernidad literaria latinoamericana con la figura de Bolaño ocupando ahora una posición central en un canon que inicialmente se propuso desarticular” (236).
3. Así por ejemplo dice Andrews: “Bolaño sostiene y alza la tensión narrativa por medio de la fragmentación y de la alternancia” (130).
4. Algunos de los críticos que se han ocupado de este tema son Chris Andrews, Sarah Pollack, Héctor Hoyos y Wilfrido Corral. El primer traductor de Bolaño al inglés enumera y explica siete razones para el éxito del autor entre los lectores de esa lengua, entre ellas el “ser un escritor americano” (38), el que su obra sea traducible y el haber originado un mito. En su excelente artículo, Pollack hace un recorrido por la historia de las traducciones de literatura latinoamericana al inglés, deteniéndose en el caso de García Márquez para luego analizar lo ocurrido con Bolaño, en cuya obra, de un modo paralelo a la del colombiano, se lee una visión estereotipada de Latinoamérica: “The Savage Detectives plays on a series of opposing characteristics that the United States has historically employed in defining itself vis-à-vis its neighbors to the south: hardworking vs. lazy, mature vs. adolescent, responsible vs. reckless, upstanding vs. delinquent. In a nutshell, Sarmiento’s dichotomy, as old as Latin America itself: civilization vs. barbarism. Regarded from this standpoint, The Savage Detectives is a comfortable choice for U.S. readers, offering both the pleasures of the savage and the superiority of the civilized” (362). Desde una visión opuesta, en Bolaño traducido: nueva literatura mundial, Corral piensa que la obra del chileno se inserta en la globalidad rompiendo con los lugares comunes de nuestra literatura: “Ha trascurrido menos de una década del paso absoluto de Bolaño de una literatura latinoamericana estereotipada a una nueva literatura mundial” (171). En tanto, Hoyos plantea la posibilidad, dentro de esta literatura global, de una multipolaridad en la que se incluye la literatura latinoamericana global, en relación con la cual “Roberto Bolaño does not become, via the synecdochal structures of world literature, the sole representative ←5 | 6→of a phenomenon that […] cannot (and should not) be reduced to any one voice”. En cambio sus novelas “should serve as ports of entry” (192). El ya citado Zavala tiene una visión crítica, que comparto, sobre los planteamientos de estos dos últimos: “Hoyos y Corral se activan exigiendo al corpus Bolaño una correspondencia a priori con un modelo global que no es sino el producto ulterior del pensamiento neoliberal en Latinoamérica” (21).
Obras citadas
Andrews, Chris. Roberto Bolaño: un universo en expansión. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2018.
Areco, Macarena. Cartografía de la novela chilena reciente: realismos, experimentalismos, hibridaciones y subgéneros. Santiago: Ceibo, 2015.
Álvarez-Rubio, Pilar. Metáforas de la casa en la construcción de identidad nacional: cinco miradas a Donoso, Eltit, Skármeta y Allende. Santiago: Cuarto propio, 2007.
Concha, Jaime. “Amuleto”. En Roberto Bolaño. La experiencia del abismo. Fernando Moreno coord. Santiago: Lastarria, 2011.
Corral, Wilfrido. Bolaño traducido. Nueva literatura mundial. Madrid: Ediciones Escalera: 2011.
Hoyos, Héctor. Beyond Bolaño, the global Latin American novel. New York: Columbia University Press, 2015.
Rodríguez, Franklin. Roberto Bolaño: el investigador desvelado. Madrid: Verbum, 2015.
Saucedo Lastra, Fernando. México en la obra de Roberto Bolaño. Memoria y territorio. Madrid: Iberoamericana, 2015.
Zavala, Oswaldo. La modernidad insufrible: Roberto Bolaño en los límites de la literatura latinoamericana contemporánea. Chapel Hill, Estados Unidos: University of North Carolina (Studies in the Romance languages and literatures), 2015.
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La novela de lo abierto de Roberto Bolaño |
La publicación de Los detectives salvajes en 1998 trajo, casi terminando el siglo XX, aires emancipadores a la novela, en cuanto abrió nuevas posibilidades, más o menos impracticadas hasta entonces, en el modo de narrar historias ficcionales. Esto se debió, en parte, a la diversidad de sus tramas, distintas por lo proliferantes, fragmentarias, inconclusas, marginales y desgranadas; a su obsesión metaliteraria; a un modo de presentar las subjetividades como diluidas, flotantes, nomádicas, descentradas, menores; y a un pathos marcado por una nostalgia que lo inundaba todo. Se trataba de una serie casi infinita de trayectorias, muchas veces sin fin ni comienzo, donde frecuentemente no pasaba nada relevante, y también a veces pasaban el amor, la literatura, la enfermedad, el crimen, el dolor, la violencia política, el desamor o la muerte, pero liberados, tanto del tono trágico como de una dimensión pragmática, ligada a la rutina cotidiana, relatados como parte de un devenir inmanente que iba transcurriendo como brisa suave o como viento fuerte, un dejar pasar todo o un dejar todo, nuevamente, sin determinaciones ni finalidades, ni funerales ni fiestas.
En todo esto aparecía una diferencia esencial con la novela moderna, entendida como artefacto creador de subjetividad burguesa (Jameson 129), representada por un héroe y más adelante por un antihéroe que, a partir de cierto origen, vivía diversas aventuras que lo dirigían a una culminación a veces de adaptación, a ←7 | 8→veces de fracaso o de muerte. Esto es muy transparente en novelas del siglo XIX, realistas, como Madame Bovary, o de formación como David Copperfield; pero su máxima expresión, al mismo tiempo que su destrucción, es la novela-catedral de Proust, en cuyo núcleo valioso se encuentra la formación de la subjetividad de Marcel desde el Edipo de la infancia (la famosa escena del beso de la madre) –conformador de una subjetividad débil, extraña, hipersensible, hiperreflexiva y autoreflexiva–, a su constitución final, a más de tres mil páginas de distancia, como escritor. Se trata de un movimiento vertical –de una caída como a pique– que, al modo de un remolino, dibujando un espiral hacia el fondo, llega al máximo de las posibilidades de visibilizar, pensar y desmenuzar el yo, y, a través de él, el mundo.1
En los relatos de Bolaño ocurre lo contrario: si en el primer volumen de La recherche … se profundiza, por ejemplo, en el dolor provocado por los celos en Swann, en Los detectives salvajes se “superficializa”, desde García Madero a Belano, a Lima, a Ernesto San Epifanio, a Auxilio Lacouture, a Piel Divina o a las hermanas Font. Y con esto no quiero hacer una crítica, es decir, no es que se trate de personajes vacíos, poco trabajados, simples, sino solo que en Bolaño no se representan en las honduras del yo, sino que en un caminar, nomadizar, intenso, hacia otros yo. La subjetividad es una posta que se recorre en un plano horizontal, en una meseta, dirían Deleuze y Guattari, una posta motivada por el deseo del yo de probarse en otros emplazamientos, de fronterizarse, y ya no de validarse o entenderse a sí mismo como algo fijo, de construir un relato identitario, de consolidar una esencia, sino que de experimentar (no ser) otro.
Vanguardistas como Macedonio Fernández en Argentina o Juan Emar en Chile ya habían adelgazado la subjetividad al máximo en la primera mitad del siglo veinte. Quizagenio, Deunamor, el Inexistente Caballero o el joven que se pasea con un palo por la Novela o Juan Emar, que solo puede responder “Servidor de usted” al saludo del pájaro verde que destroza la cabeza de su conservador tío, escapan a la noción de subjetividad tal como se fue construyendo en la novela moderna. Pero se trata de obras de vanguardia, difíciles de seguir, cercanas a la ilegibilidad. Bolaño dispone estas técnicas en el marco de un