El Fantasma De Girolamo Riario. Ivo Ragazzini
—dijo estupefacto el investigador.
—Exactamente, esa mujer lo ha visto en esa ventana, solo que en realidad no estaba bailando —respondió sonriendo un poco el testigo.
—¿Entonces qué estaba haciendo?
—Es demasiado pronto para entenderlo, hay muchas otras cosas que debería saber antes —explicó el testigo al investigador.
—Está bien. Entonces, ¿la Sala de las Ninfas es aquella en la que se le vio bailar? —preguntó el investigador.
—No, esa era solo una ventana junto a la cual se trasladó su cadáver después de su muerte. La Sala de las Ninfas la destruyó su esposa Catalina Sforza después de su homicidio y hoy ya no existe.
—¿Y después de cinco siglos usted conoce aún detalles similares?
—A decir verdad, conozco muchos otros.
—Entiendo, continúe entonces —respondió el investigador.
—Volviendo a la ventana desde la que fue arrojado, el punto en que Riario cayó a la plaza permaneció señalado por mucho tiempo y muchas personas en todas las épocas y todos los siglos sabían esto. Solo que hoy pocos o nadie lo recuerda ya. Desde entonces muchas personas en todas las épocas dijeron haber visto su fantasma y alguno haberlo escuchado —explicó el testigo.
—¿Cómo sabe todo esto? —preguntó el investigador.
—Corre demasiado. Ya le he dicho que hay que saber otras cosas —respondió el testigo mientras se preparaba para contar más.
La Romaña hace cinco siglos
Mercado de Faenza a inicios de 1488. Un maestro de esgrima se acerca en medio de la plaza a un campesino adinerado de Forlí, que ha viajado al mercado de Faenza rodeado de amigos, para pedirle que entregue un libro de profecías a un cronista de Forlí 9
El maestro de esgrima llega delante del campesino y sus amigos y le pide en alta voz:
—Señor, necesito de vos un favor.
—¿Quién sois? —responde el campesino.
—Soy Cesare Scrimidore,10 de Faenza y conozco desde hace mucho tiempo a Leone Cobelli,11 pintor y cronista de vuestro ayuntamiento de Forlivio.12
»Sé que lo conocéis bien y debo entregarle a través de vos una cosa que le debo desde hace mucho tiempo. Ambos os estaremos muy agradecidos por vuestro favor.
—Sí, Conozco bien al cronista Leone Cobelli. Decidme de qué se trata —respondió el campesino.
—Me pidió que le hiciera llegar personalmente este libro que me ha entregado un fraile adivino menor de San Francisco, y, al no tener la posibilidad de ir a Forolivio, os pido a vos, que sois amigo suyo, que se lo entreguéis en mi lugar —dijo el espadachín.
—Está bien. ¿Quién debo decirle que sois? —respondió el campesino.
—Decidle que soy un espadachín de Faenza y que le mando un libro de un fraile astrólogo para que sepa que el destino de vuestro señor y de vuestras tierras ya está predestinado, deseado y escrito en los cielos.
—¿Pero de qué destino celeste escrito estáis hablando, maestro de la espada? —intervino un escribano amigo del campesino.
—Señor, no os pongáis a pelear o discutir conmigo sobre las cosas decididas y queridas desde lo alto de las esferas celestes. Todo está escrito en este libro y no puedo decir nada más13 —respondió el espadachín.
—No pretendo pelear ni discutir con vos delante de todos, pero sabed que muchos en Forlí saben bien lo que está ocurriendo en nuestras tierras y al conde Girolamo Riario. Y no necesitan ni de frailes adivinos ni de astrólogos para saber lo que está pasando en nuestra ciudad14 —respondió el escribano.
—Estáis hablando de cosas que no conocéis. Debéis saber que este libro fue escrito hace diez años por un astrólogo de estas tierras y cuenta cosas que ya han pasado y otras que todavía tienen que pasar en el gobierno de vuestra ciudad hasta el año 1500.
—¿Y qué? Hay muchas profecías sobre estas tierras dominadas por los enemigos del conde Riario.
—Pues que narra cosas todavía destinadas a pasar, queridas por Dios y la mecánica celeste15 — replicó el maestro de esgrima.
—Vos decís que fue escrito hace diez años. Vamos, decidme quién lo ha escrito. ¿Quién es el fraile que os lo ha entregado? —preguntó el escribano.
—Esto no es de vuestra incumbencia.
—Entonces apuesto a que ha sido el astrólogo Girolamo Manfredi, 16 fraile y astrólogo curandero, emparentado por su nombre con vuestros señores de Faenza, amigos de Florencia y enemigos de los Riario —respondió el escribano.
—Tampoco esto es de vuestra incumbencia, pero ¿qué importaría que fuera así? —respondió el espadachín.
—¿Quién ha pagado entonces a este fraile astrólogo para que haga este libro? Los astrólogos y los horóscopos cuestan bastante y alguien rico debe haberlo pagado —preguntó aún más crítico el escribano.
—Tampoco sé esto, pero no pretendo discutirlo con vos. Pero si intentáis decir que soy un ciurmadore17 y queréis averiguar la verdad en una giusta d'arme18, estoy dispuesto a ello —respondió el maestro de esgrima.
—Soy escribano y no pretendo decir que seáis un estafador, ni pretendo pelearme con vos en una justa de armas, solo quiero saber de vos cómo estaban las cosas para tomar nota para mí y mis ciudadanos —El escribano bajó la voz.
—Entonces dejad hacer esto al cronista Leone Cobello y terminemos la conversación, que es mejor así —concluyó el maestro de esgrima con el escribano.
—Vos —ordenó el esgrimista al campesino—, tomad este libro y entregadlo al maestro Leone Cobello y él sabrá qué hacer. Os agradeceremos todo lo que hagáis.
—Está bien, no nos peleemos por esto —dijo el campesino, tomando el libro y dándose la vuelta para ponerlo en un lugar seguro de su bolsa de viaje—Escuchad, ¿cómo habéis dicho que os llamabais? —preguntó el campesino volviéndose a girar hacia el espadachín, pero este ya se había ido en silencio entre el bullicio del mercado.
—Una vez llegado a Forlí, el campesino entregó al cronista Leone Cobelli el libro y se lo contó todo, pero Cobelli, por mucho que esforzara en recordar quién podía ser el espadachín y ese fraile, dijo no recordar a nadie que le hubiera prometido algo parecido. En todo caso, el cronista Cobelli también era astrólogo y tuvo en gran consideración esas profecías.
»Y en cuanto aparecía en el cielo cualquier señal extraña, escribía que había llegado de Faenza y se había visto encima del convento de los frailes franciscanos —concluyó la explicación de su relato el testigo.
El investigador le había escuchado atentamente y preguntó:
—En pocas palabras, ¿quiere decir que el libro lo escribieron los asesinos de Riario para preparar a la gente de Forlí ante su muerte y hacer creer al pueblo que era alguien destinado a morir?
—Algo parecido, pero mejor planificado. En realidad, se ordenó un libro similar diez años antes en el entorno de Lorenzo de Médicis y este contenía el modo y la manera en que debía morir Riario —respondió el testigo.
—¿Lorenzo de Médicis? ¿Lorenzo el Magnífico? —preguntó sorprendido el investigador.
—Él mismo.
—¿Qué tenía contra Riario? —preguntó el investigador.
—Mucho, para empezar, fue un ajuste