El Fantasma De Girolamo Riario. Ivo Ragazzini
a Lorenzo de Médicis y su hermano Juliano.
—¿Y luego?
—Luego no encontraron nada mejor que tratar de asesinarlos juntos durante una misa solemne en la catedral de Florencia, donde dejaron sobre charco de sangre a Juliano de Médicis, mientras Lorenzo el Magnífico conseguía salvarse encerrándose en una sacristía.
—¿Está hablando de la conjura de los Pazzi? —preguntó el investigador.
—Esa misma, y la organizaron Roma y el papa, Riario y sus secuaces durante una misa en la catedral de Florencia —respondió el testigo. Luego añadió—: Las repercusiones, el desprecio y el resentimiento por lo que habían organizado un papa y su sobrino en una iglesia durante una misa pública fueron enormes incluso para esa época. Y la reacción y la venganza de los florentinos y de Lorenzo de Médicis, fue igualmente proporcional a lo que había pasado, hasta el punto de crear una compañía de sicarios o matarifes con el objetivo de hacer una lista de las personas implicadas, para vengarse de los conjurados que habían tomado parte en ese atentado.
—¿Y Riario? —preguntó el investigador.
—Riario encabezaba la lista.
—¿Y qué diferencia había entre una compañía de sicarios y una de matarifes? —preguntó el investigador.
—No mucha. Entonces los sicarios eran considerados asesinos al servicio de alguien, mientras que los matarifes eran vengadores secretos con la misión de ajustar cuentas y vengar las acciones de conjurados y asesinos. Pero, aparte de estos pequeños detalles, ambos hacían más o menos las mismas cosas y actuaban de una manera muy similar —respondió el testigo.
—¿Entonces ese libro de profecías decía la verdad? —preguntó de nuevo el investigador.
—Solo en parte, porque no había nacido como un verdadero libro de profecías propiamente, sino como una especie de broma en versos macabros que escarnecía y narraba el fin que debía haber tenido Riario y la suerte que le aguardaba en Forlí inmediatamente después de su muerte —respondió el testigo.
—¿De dónde venía ese libro?
—En principio venía de Florencia y narraba hechos y cosas que debían pasar a Girolamo Riario y a nuestra ciudad hasta 1500. Pero no eran otra cosa que los planes de venganza y de conquista de Forlí por parte de Florencia, camuflados entre versos y profecías, para vengarse del atentado de los Pazzi de Florencia.
—¿Y ese fraile y ese astrólogo qué tenían que ver?
—Esos versos florentinos los encargaron a algunos frailes de Florencia y alrededores, como propaganda política habitual de la época. Así narraban y hacían saber al vulgo de aquellos lugares el fin que debían dar a los enemigos de Florencia. Después de un poco, también se lo encargaron a un prestigioso y conocido astrólogo de la Romaña, a fin de que leyera en las estrellas y explicara científicamente a todos lo que iban a hacer los sicarios de los Médicis, porque en esa época el vulgo consideraba a la astrología una ciencia.
—Increíble —respondió el investigador.
—No tanto. En realidad, se trataba de la propaganda negra preparatoria habitual, seguida por la política de conquista militar de la época —explicó el testigo.
—¿Y luego qué sucedió?
—Luego, a la vista de que pasaban los años y no ocurría nada de lo que decían la estrellas, alguien ordenó a la Compañía de matarifes que hiciera aquello que estaba también escrito en algún lugar de los cielos, pero que, por diversos motivos, no acababa de pasar en la tierra —explicó el testigo.
—En cuanto a Riario, ¿quién era…? —trató de preguntar el investigador.
—Girolamo Riario era quien había organizado el asesinato de los Médicis por cuenta de su tío, el papa Sixto IV. Y debía tomar el mando de Florencia en lugar de Lorenzo el Magnífico una vez asesinado. Y es por esto por lo que había acabado encabezando la lista de esa compañía de matarifes, o sicarios, si lo prefiere —explicó el testigo.
—Pero ¿por qué razón había tratado Riario de hacer algo así? —preguntó el investigador.
—Por varios motivos. Uno, porque era capitán general de la Iglesia19 y el papa le había ordenado tomar Florencia. El otro, porque a él también le interesaba tomar Florencia para unirla a sus señoríos de Imola y Forlí y crear así un gran ducado único, añadiendo también Faenza, entonces aliada de Florencia, que se interponía entre Imola y Forlí. Ese plan fracasó y solo murió Juliano de Médicis, mientras que Lorenzo el Magnífico se salvó del ataque de dos sacerdotes sicarios y el resto pronto lo entenderá a medida que se lo vaya explicando —respondió el testigo.
—Continúe entonces —asintió el investigador.
—Volviendo al libro de la profecía, antes de la muerte de Riario, se encontraron sobre una columna del altar mayor de la iglesia de San Mercuriale de Forlí unas inscripciones misteriosas en griego que aludían a algo, y esto hizo sospechar a algunos.
—¿A qué aludían esos escritos de la iglesia?
—Según muchas personas de la época, aludían a su muerte. Sin embargo, el cronista Leone Cobelli tomó ese libro en verso que le habían entregado, escribió algo titubeante y habló por ahí haciendo también propaganda a los enemigos. Pero algunos sospecharon que era un truco de los conjurados para ocultar el homicidio que estaban preparando y sepultar a Riario bajo una especie de damnatio memoriae20 —explicó el testigo.
—¿Qué es una damnatio memoriae? —preguntó el investigador.
Damnatio memoriae La condena a ser olvidado por la historia
—¿Se ha preguntado alguna vez por qué de algunos se saben muchas cosas y hechos, mientras que de otros solo se sabe que existieron o que les pasó algo, pero poco a nada de ellos o de lo que les pasó de verdad? —preguntó el testigo al investigador.
—Sí, pero pienso que se debe al hecho de que el lugar en que vivía o donde sucedió algo no había buenos escritores o cronistas que decidieran escribir los acontecimientos. Y así se acabó perdiendo el recuerdo de algo o de algún personaje —respondió el investigador.
—Podría ser así en unos pocos casos, pero lo ha dicho correctamente al acabar la respuesta: se acaba perdiendo el recuerdo de alguien o de algo.
—Bueno, eso también puede ser por causas diversas —replicó el investigador.
—Sí, es posible. Pero también existen algunas maneras de hacer que esto suceda. Es imposible que ocurra algo en un lugar y que nadie vea que ha pasado algo y se olvide del todo, a menos que alguno se ocupe de que se olvide todo o haga que de alguna manera todos los demás olviden todo —respondió el testigo.
—Le escucho, continúe.
—Al contrario que otros acontecimientos y personajes del pasado, de Riario y sus empresas no queda casi nada, incluida la mayor parte de los documentos oficiales que escribió y firmó. Tampoco los recuerdos, las palabras y las historias que habitualmente se transmiten oralmente parecen ya existir en el caso de Riario, mientras que, por ejemplo, de su esposa, Catalina Sforza, quedan cartas, relatos escritos, palabras y recuerdos que persisten en el tiempo.
—¿Y cuál es la razón?
—Damnatio Memoriae la llamaban los latinos. Era una condena a ser olvidado y eliminado del recuerdo histórico de todos. Una práctica habitual entre romanos y egipcios desde hacía tiempo y que también se usó después de ellos para eliminar a alguien de la historia —explicó el testigo. Luego añadió—: En la práctica, se eliminaban todos los recuerdos y cosas que la persona hubiera hecho en vida. Todos sus escritos, todas las imágenes en las que estuviera retratado, todas sus insignias y cualquier cosa que la recordase. Si se