Cuaderno de un loco. Natalia Hatt
Estimado lector:
Quiero que sepas que lo que aquí vas a encontrar son las notas de un loco enamorado, dedicadas a la mujer que amaba con muy poca cordura. Las dejó en un cuaderno que, después de cierto recorrido, terminó llegando a mis manos.
Me fascinó tanto esta historia que quise transcribirla y compartirla con otros —este es un material que no podía guardarme solo para mí—. Pronto descubrirás por qué resolví esto.
También me tomé algunas otras libertades, como corregir errores de ortografía y de estilo —ya que nuestro protagonista no es un loco de los más letrados—. Hacer que este material se convirtiera en un libro requería también de mi parte un gran esfuerzo por mejorar su formato y volverlo más ameno al lector. Tuve una oferta por parte de una editorial y no lo dudé dos veces; supe que podía confiarles este trabajo.
Se trata de un cuaderno de cuarenta y ocho páginas lisas en tamaño carta, escrito en letra pequeña a veces un tanto ininteligible. Aquí está todo su contenido, incluyendo notas adjuntas que lo acompañaban entre sus páginas y que fueron transcritas como anexos, al final. Para no arruinar la historia, recomiendo leerlas al último, en el orden lineal en el que aparecen y no a medida que leas el cuaderno. Sin embargo, como las notas son en cierta forma respuestas al contenido del mismo, sí te recomiendo releer sus páginas cuando llegues a esta sección final del libro para poder entender el «diálogo» entre los personajes.
¿Quién soy yo? Seguro te estarás preguntando eso.
No voy a develar mi identidad ahora porque es irrelevante. Prefiero que esto permanezca como un misterio hasta el final. Soy un personaje de este libro, es lo único que te puedo decir ahora.
Espero que disfrutes el sumergirte en estas líneas carentes de cordura y sentido común. Te aseguro que este es un viaje que valdrá la pena.
PÁGINA 1
La locura está en todas partes: en las calles, en la escuela, en tu casa —e incluso podría estar esperándote debajo de la cama—. No podés escaparte de ella. Hay cosas que solo un loco puede hacer. Y si vos no sos ese loco, seguro ya hay uno asignado para vos.
Yo soy tu loco, ese que te ama y que jamás dejará de hacerlo, ese que te mira cuando dejás la ventana abierta, ese que te sigue a todas partes, siempre unos metros por detrás. Ese loco del que aún no sabés nada, pero que pronto conocerás.
A partir de este momento escribo lo que pienso en este cuaderno de cuero de cuarenta y ocho páginas para entregártelo algún día. ¿Cuándo? Supongo que cuando lo llene por completo, porque eso es lo más lógico. ¿No?
Cuando lo llene habrá llegado el momento de que me conozcas y sepas que de vos estoy enamorado.
Espero no decepcionarte y estar haciendo bien mi trabajo como loco asignado.
Te veré luego.
PÁGINA 2
«Solo un loco puede amarte como yo te amo», dice la nota que dejé debajo de tu almohada esta noche. Aproveché a entrar en el momento en que tu vieja salió por el fondo y se puso a charlar con la vecina de atrás. Sabía que iba a demorarse varios minutos, así que no dejé pasar la oportunidad para mirar dentro de los cajones de tu cómoda, con gran interés en tu ropa interior. Imaginé cómo te quedaría puesta cierta tanga negra de encaje y, con ese pensamiento en mente, salí a esperar que regresaras.
Miré tu ventana desde la distancia, ansioso por ver cómo reaccionabas al encontrar mi mensaje, pero, por desgracia, tu vieja llegó a tu pieza y se puso a revisar tus cosas. «¿Por qué es tan invasiva?», me pregunto. Vio el papel que se asomaba y lo agarró. De más está decir que lo destrozó y que nunca vas a ver esa nota.
No sé si te va a decir algo al respecto. Supongo que no, ¿por qué habría de hacerlo? Seguro está celosa ante la idea de que alguien te ame. Debe querer que seas su esclava, que te quedés a cuidarla hasta que cumpla los cien años. Pero esa vieja no sabe con quién se mete, vos vas a poder tomar las decisiones que quieras. No puede obligarte a quedarte ahí. Ya cumpliste los veinte y tenés todo el derecho del mundo a ser libre.
Llegaste a tu casa y tu mamá te gritó. No escuché bien qué fue lo que te dijo, pero azotaste la puerta y te acostaste a dormir, no sin antes cerrar las cortinas y quitarme el acceso a tu vida privada, ese que tanto anhelo. Tuve que volverme a casa.
Solo vivo a una cuadra, pero para mí es como si fueran mil kilómetros. Me acosté y no pude dejar de pensar en vos y en tu pelo ondulado, largo y de color café. ¿Olerá también así? Me dan ganas de acercarme por detrás y olfatearlo cual perro para comprobarlo, pero no sé cómo reaccionarías; quizá sea demasiado atrevido. No, debo pedirte permiso antes de hacer algo así.
Algún día será.
PÁGINAS 3 Y 4
Hoy desperté extrañándote más que nunca. Necesitaba verte de nuevo y sabía dónde encontrarte. Tenés clases de fisiología a las ocho, así que llegué un rato antes que vos y esperé sentado casi al fondo del salón para mirarte desde ahí y seguir imaginando el aroma de tu pelo café.
Entraste y te sentaste donde siempre. Llevabas unos shorts de jean deshilachados, que dejaban ver tus hermosas piernas largas esculpidas en casi toda su extensión, y una remera blanca con el logo de los Rolling Stones. Hoy llevabas el cabello planchado y suelto —¿cuándo tuviste tiempo para plancharlo?— y te habías puesto esos lentes enormes de los que te olvidás la mayor parte del tiempo.
El aula se llenó pero igual pude observarte muy bien desde donde estaba. La clase empezó y la hoja para firmar la asistencia comenzó a circular. Por supuesto que no escribí mi nombre ahí cuando pasó por mi banco. Yo no soy un alumno inscrito, pero nadie sabe eso. Esto es lo bueno de las universidades. Nadie se conoce en los cursos de más de cincuenta alumnos. Uno se puede infiltrar con mucha facilidad, tanta que nadie se daría cuenta.
¿Me reconocerías como uno de tus compañeros si me cruzaras por la calle? Tal vez no, o tal vez sí. De ese modo quizá podría invitarte a tomar algo. En una de esas aceptarías. Sos muy simpática y tenés la sonrisa más hermosa que haya visto… Aunque tus ojos esconden una tristeza enorme, más que seguro por culpa de tu vieja estúpida.
***
Después de comerme dos horas de esa clase tan aburrida, decidí seguirte a la cafetería.
Pensé que quizá me animaría a presentarme cuando estuvieras sentada en el lugar de siempre, continuando la lectura de ese libro de tapa verde que empezaste hace tres noches. Te diría mi nombre y me presentaría como tu compañero de fisiología. Quizá te pediría los apuntes de algún día que diría haber faltado. Sería fácil.
Pero cuando te vi sumergida en las páginas de ese libro que sabía que estarías leyendo, me acobardé y me senté a dos mesas de distancia, desde donde continué con mi tarea de observarte.
Estaba por levantarme para irme cuando lo vi llegar y el odio comenzó a carcomer mis entrañas. Es alto, unos diez centímetros más que yo; también es más musculoso y es rubio. Se sentó con vos y te agarró de la mano. No necesité ver nada más. Me fui a la mierda.
¿Cuándo fue que pasó eso? ¿Cómo fue que no me di cuenta de que te habías conseguido un novio?
Lo odio. Lo odio. Lo odio.
PÁGINAS 5 Y 6
Después de verte con él me sentí para la mierda. Yo, ilusionado con la idea de tener un futuro con vos, cuando en realidad ya tenías a alguien… Aunque estoy seguro de que debe ser algo muy reciente.
Estuve varios días tirado en casa sin salir a ninguna parte. No hice más que mirar la tele, fumar y tomar cerveza. Tengo un departamento chico