Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
de su cultura y de sus conflictos, se fue incurriendo en prácticas que lejos de fortalecer cualitativamente a la Organización, preocupación de Víctor Medina Morón y Manuel Vásquez en distinta época y concepción, la fueron erosionando políticamente, en un proyecto cuyo cuerpo crecía pero cuya cabeza se hacía cada vez más pequeña y unilateral.
Esta situación, en la práctica, aleja al ELN del movimiento de masas y de los conflictos sociales y políticos de los sectores populares, en la medida en que la Organización, metida en sus propios conflictos internos, tiene serias limitaciones para consultar y explicar las condiciones del desarrollo económico y social del país, elemento esencial para el trabajo político y organizativo de masas, sobre el cual la Organización tiene serias objeciones dada la naturaleza reformista de este tipo de trabajo.
Desde luego, en el aspecto político, la Organización ha hecho sus planteamientos fundamentales en materia de estrategia, táctica, programa y organización, que no por poco elaborados le impiden desarrollarse a un nivel y hasta un momento determinado. Sin embargo, al no constituir estos un cuerpo homogéneo y coherente de planteamientos, se dio pie a distintos enfoques e interpretaciones que se constituyen en la fuente esencial de los conflictos internos.
Las deficiencias en la formación ideológica y el marginamiento de aquellos que mayor capacidad tenían para aportar a ese respecto, dio cabida al mal trato de las contradicciones y al impulso de prácticas que terminaron convirtiéndose, en lenguaje guerrillero, en “gravísimas desviaciones”: un arraigado “militarismo” que limitaba o reducía la lucha política a la lucha militar; un desarrollado “caudillismo”, que terminó por depositar el mando en un solo responsable, que se comportaba como autoridad suprema y cuyas deficiencias eran minimizadas; un extremo “vanguardismo” que desconocía la importancia y el papel que jugaban otros actores sociales y políticos en el proceso de transformación propuesto, y una sobrevaloración del papel del “campesinado”, el que se sigue ubicando como clase rectora del proceso revolucionario; entre otras deficiencias que en el lenguaje de la época se cuestionaban como, el foquismo, el autoritarismo, el seguidismo, el amiguismo, todas desviaciones pequeño burguesas y contrarrevolucionarias.
Dadas las limitaciones existentes en la formación política e ideológica, maduró al interior del ELN una actitud maoísta en la que el único criterio de verdad que existía era la práctica inmediata, la que desbordaba en evidencias cualquier otra explicación; se descalificó la práctica racionalizada y la relación dialéctica entre la teoría y la práctica, fundamento supuestamente esencial de la concepción ideológica que se abrazaba.
El ELN, hace una particular valoración de lo ideológico, de esta etapa de su proceso de desarrollo, ubicando la contradicción esencial en la lucha entre las posiciones obreras (proletarias) y las posiciones pequeño-burguesas, las que, para ellos, a la postre resultaron triunfando y abriendo el camino para que se produjeran el conjunto de “desviaciones” y prácticas que caracterizaron el periodo147.
Este enfoque, según los balances hechos por la Organización, son los que dan origen a un tipo de práctica política interna en la que no se podía permitir ninguna contradicción, y en la que cualquier intento por cuestionar las definiciones y puntos de vista de la dirección eran considerados como provenientes de sectores desmoralizados y divisionistas. Bajo este criterio, durante esta etapa imperó una serie de medidas disciplinarias verticales, como medio para resolver las contradicciones políticas.
El ELN reconoce haber nacido en un momento histórico particular en el que se buscaba generar acciones revolucionarias, sobre la base de unos enunciados básicos, que pudieran darle al proyecto identidad para diferenciarlo de las luchas guerrilleras anteriores (liberal-conservadora), de los enfoques de la izquierda reformista, y colocarlo a la vanguardia de la lucha armada revolucionaria, para lo cual “se necesitaban acciones prácticas y no tanto elaboraciones teóricas y profundos análisis”.
Sin embargo, asegura el ELN, que la preparación teórica, el conocimiento de la realidad nacional, el reconocimiento de sus propio desarrollo histórico, de la estructura de clases de la sociedad, del movimiento y la lucha de los obreros, campesinos y sectores populares, superficial y suficiente para iniciar, no podía bastar para etapas posteriores y que si bien en un primer momento la práctica era lo principal, debía ser la racionalización de esa práctica el fundamento esencial para la elevación del nivel político e ideológico de la militancia.
Esta situación se desarrolló durante esta etapa difícil de superar, pues la hegemonía de un solo enfoque convirtió en permanentes los principios y fundamentos que debían irse transformando con el tiempo y con las circunstancias, lo que al no producirse redujo a la Organización a un extremo artesanismo político, cuando no al mutismo y al inactivismo por ausencia de orientaciones políticas; en el camino de evitar el teoricismo se cayó en el pragmatismo extremo (ELN, Periódico Simacota, 12, 1981, octubre, pp. 96-97).
Muchas de las prácticas que durante esta etapa se utilizaron para sortear las contradicciones internas, no encontraron oposición porque en su conjunto la Organización había sacrificado la formación política de su militancia y la había desplazado a un segundo plano, dando prioridad a aquello que a la luz de todos los niveles se constituía en su mayor fortaleza política: el accionar militar.
Inevitablemente, la confrontación política expresa básicamente el enfrentamiento entre los sectores intelectuales y dirigentes de la Organización y se constituye en una disputa permanente por espacios de poder, representados en intereses y enfoques colectivos o en particulares y específicos intereses individuales; en general la base guerrillera sufría de un profundo analfabetismo político, que los dejaba al margen de cualquier discusión de fondo148. En gran medida lo que se esta produciendo, en esta etapa, es una “guerra interna de cuadros”, en la que el ELN sacrifica parte significativa de su patrimonio intelectual, bien por la vía de la ejecución militar de las contradicciones políticas, pero también, en el desarrollo de las actividades de la lucha armada. Esto, en las condiciones existentes y careciendo de una política permanente de formación de cuadros, se constituía en un componente fundamental de la situación de crisis que se avecinaba, pues, la Organización fue acumulando un déficit creciente de cuadros, que en otras condiciones le habrían permitido ayudar a sortear situaciones de crisis.
Guiado por la concepción del foco, la que se había ido haciendo insuficiente dadas las particulares condiciones de la realidad colombiana y el mismo desarrollo de la Organización, el ELN no encuentra durante estos años una definición política que le permita articularse realmente al movimiento de masas, a su concientización, organización y movilización y entra en un profundo aislamiento que favorece las confrontaciones internas y alimentan el surgimiento de prácticas de autonegación y estancamiento149.
La concepción del foco había jugado en la primera etapa un papel importante cuando se trataba de consolidar un grupo guerrillero capaz de sostenerse, generar simpatía y concientizar a la población en relación con la lucha armada revolucionaria. Pero en una segunda etapa cuando en alguna medida la población había entendido el llamado y era necesario entrar a organizar, orientar y desarrollar el trabajo con la población, la concepción del foco no tenía respuestas para esa necesidad y la Organización no logra desprenderse de sus fundamentos, produciéndose un obligado divorcio entre la organización de “vanguardia” y los movimientos sociales.
Esta situación se agravó en la medida que el país se transformaba aceleradamente y los centros de poder y decisión, y la concentración poblacional se trasladaba del campo a la ciudad, donde el modelo capitalista de desarrollo localizaba los principales centros industriales y a su interior los núcleos de trabajadores. Frente a este nuevo ordenamiento poblacional, social, económico y político, el ELN se quedó haciendo llamados estratégicos, al margen de la población global y esperando que la clase obrera llegara a la Organización, transformada por la simpatía que despertaban sus acciones, convertida como ellos mismos afirman en sus reflexiones críticas en una “vanguardia sin retaguardia”.
La situación política que atravesaba el ELN se reflejaba ampliamente en las