Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
ajusticiamiento de Lara, por deserción, delación y traición. Como consecuencia de este proceso y por razones que esta investigación no pudo precisar se produce el suicidio de Fernando Chacón.
Un grupo importante de quienes salieron libres del proceso se integraron nuevamente a la Organización y cumplieron hasta su muerte las tareas y orientaciones marcadas por esta; son los casos de Lázaro Pineda Guerra, Eleuterio Ortiz y Fernando Chacón, entre otros. Algunos se retiraron definitivamente de la Organización y se dedicaron a desarrollar sus vidas al margen de esta. Un tercer grupo, fue el de aquellos, que al quedar libres regresaron al campo para posteriormente en otro contexto abandonar definitivamente la Organización; es el caso de Alonso Ojeda.
Durante este periodo, el Ejército y los organismos de seguridad contaron con gran cantidad de información que obligó a muchos de quienes estaban a cargo de las actividades urbanas a trasladarse a otras regiones y a articularse al grupo armado en el campo. Así, se conocía el nombre de los responsables de la dirección del trabajo urbano cuyas cabezas más destacadas eran Carlos Uribe Gaviria, Orlando Romero y Armando Montaño, quienes, con otro miembro de responsabilidad, Jaime Andrade Sossa, sortearon en ese momento las detenciones; todos ellos murieron meses y años después en distintas circunstancias de la lucha revolucionaria.
Los tres consejos de guerra que se llevaron a cabo contra el ELN desde sus orígenes hasta 1974 marcaron profundamente la Organización, modificaron algunas prácticas, afianzaron otras, y aplazaron para otros tiempos discusiones que constituían la base fundamental en la caracterización de su crisis y el camino para redefinir su línea política. Esta no encontraba aún los argumentos suficientes en el desarrollo de las asambleas que la guerrilla realizó para tratar sus más álgidos problemas.
Igualmente, los consejos de guerra sirvieron para darle un carácter de presos políticos a quienes, equivocadamente o no, convencidos de la justeza de su causa, habían decido el camino de las armas para trasformar la sociedad colombiana123.
Una “tríada” de curas españoles llega a la guerrilla
En 1969, se incorporan al Ejército de Liberación Nacional tres sacerdotes españoles que desarrollan su tarea pastoral en los barrios Olaya Herrera y Chambacú de Cartagena, y que habían llegado al país “tras las huellas de Camilo”. Los tres hacían parte del movimiento de Golconda, estaban profundamente comprometidos con las definiciones de las encíclicas papales, las orientaciones del Concilio del Vaticano II y las conferencias del Celam en Medellín, en donde maduró y se desarrolló el pensamiento de la teología de la liberación en Colombia y las llamadas iglesias de base.
Manuel Pérez Martínez124, José Antonio Jiménez125 y Domingo Laín126 constituyen parte de ese grupo de sacerdotes y monjas, que siguiendo los pasos de Camilo Torres, buscan la manera de articularse a la lucha guerrillera en las filas del Ejército de Liberación Nacional. Estos tres sacerdotes, afrontaron una serie de dificultades con los gobiernos locales y con el Gobierno nacional, que los obligó a abandonar el país por un tiempo hasta que encontraron los contactos y la forma de integrarse a la guerrilla del ELN127. Los tres sacerdotes se incorporan a la Organización después de sortear varias dificultades para lograrlo, entre ellas, la muerte de Rómulo Carvhalo128 quien tenía a su cargo recogerlos y llevarlos al seno de la organización guerrillera. Manuel, José Antonio y Domingo, llegan directamente al grupo en que se encontraba Fabio y allí inician su preparación como guerrilleros129. En el momento en que los sacerdotes se incorporan a la guerrilla, el ELN se encontraba bastante diezmado, solamente existían dos grupos, uno a cargo de Fabio Vásquez y el otro de Manuel su hermano, en total serían setenta hombres en armas.
La vida de estos sacerdotes en la guerrilla estuvo cargada de altibajos y dificultades mayores, de los tres, el único que logró sobrevivir a las épocas de crisis y a los operativos del Ejército fue Manuel Pérez Martínez, quién con el tiempo tendría la tarea de reconstruir la Organización y conducirla en un periodo en que la guerra comenzó a adquirir nuevas características y más difíciles proporciones.
Las asambleas guerrilleras: escenarios de discusión y tribunales de “justicia revolucionaria”
Durante este periodo la guerrilla del ELN realizó varias asambleas, con el objeto de evaluar el trabajo de las comisiones, discutir los planes y marcarle un rumbo al proyecto de la Organización. Muchas de esas asambleas terminaron realizando juicios y sancionando actitudes tomadas por los militantes en las que se suponía se estaban asumiendo posiciones que colocaban en peligro la supervivencia de la Organización y su proyecto revolucionario.
La asamblea de “Campo Concentración” (1970)
Al finalizar el año de 1970, el ELN se reúne para hacer un balance del trabajo realizado por las comisiones. En esa reunión, salen a flote los problemas que se venían presentando en el grupo de Ricardo Lara Parada, en el que se habían producido tres deserciones, y la base guerrillera había asumido una actitud crítica frente a los comportamientos y la forma de vida que Lara llevaba en la comisión, la que se consideraba cargada de privilegios y de relaciones preferenciales (entrevista a Manuel Pérez, abril de 1992). Con los cargos de divisionismo, intento de deserción y de preparar un complot contra Lara, se montó un juicio contra cinco integrantes del grupo entre quienes se encontraba Manuel Pérez Martínez (entrevista a Manuel Pérez, abril de 1992). En el análisis autocrítico que Ricardo hace años después, cuando se encuentra en la cárcel, reconoce que sus comportamientos estaban cargados de privilegios y de una actitud que se distanciaba mucho de ser la de un verdadero dirigente revolucionario (Ricardo Lara Parada. Autocrítica. 1974).
En esta asamblea nuevamente aparece el fantasma del complot, que ya había rondado al ELN durante el juicio por el asesinato de José Ayala, esta vez, dirigido a encubrir las deficiencias de Ricardo Lara Parada. El balance de la comisión no era bueno, se habían producido tres deserciones y las metas que se le habían fijado no se cumplieron. No existía una mejor forma de desviar la atención y el juicio de responsabilidad sobre el jefe de la comisión que inculpando de los resultados de su trabajo a una supuesta actitud divisionista y a un complot contra la dirección.
A pesar que el juicio condenó cinco miembros a la aplicación de la pena capital, los sindicados fueron perdonados con argumentos que se desconocen y cuya única posible explicación sería la falta de consistencia de los cargos hechos por Lara Parada. Cuatro de ellos permanecieron en la guerrilla, desarmados y sin derechos políticos, hasta que con el trabajo se hicieran nuevamente merecedores a su condición de guerrilleros. Manuel Pérez fue expulsado y colocado en la ciudad de Barrancabermeja bajo vigilancia. Semanas después, como consecuencia de la correspondencia con Fabio en la que se van aclarando las cosas, Manuel Pérez regresa al ELN.
La asamblea de “Campo Línea” (1973)
No obstante los permanentes balances, las constantes críticas y los enjuiciamientos sobre las deficiencias y errores que se cometían, estos seguían produciéndose, sin que la Organización encontrara una dinámica para superar lo que se estaba constituyendo en una crisis crónica. En 1973, se reúnen nuevamente los grupos de Ricardo Lara y Fabio Vásquez, para evaluar los últimos acontecimientos de la guerrilla, los que le habían generado serias dificultades en el desarrollo de su funcionamiento interno y de su proyección política y militar.
La asamblea se desarrolló en medio de una situación tensa y difícil, en razón de que ambos dirigentes habían cometido serios errores que traían tras de sí lamentables consecuencias. En el caso de Fabio Vásquez, la pérdida del equipo en la Inanea, que dio origen a una serie de detenciones que sirvieron como base para el Consejo de Guerra del Socorro y Bogotá. En el caso de Lara Parada la descomposición del grupo y la pérdida de objetivos militares, considerados de máxima importancia para el desarrollo de la Organización en su conjunto, en particular, el menoscabo debido a la falla en el secuestro de Posada, quien se le escapó a la guerrilla, siendo Ricardo Lara el responsable de su cuidado y el fracaso de la emboscada de La Humareda en donde murió el campesino que iba a avisar al grupo.
Desde el encuentro