Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
campesina. Esto, en forma oculta, esporádica o permanente, sin compromiso o responsabilidad alguna, trajo repercusiones negativas en el seno mismo de las estructuras guerrilleras y con las familias campesinas, que vivían con el temor de que los guerrilleros abusaran de sus esposas e hijas.
Al interior de la Organización existía una normatividad que cuestionaba y castigaba duramente este tipo de comportamiento. No obstante, se sanciona fuertemente a los guerrilleros de base que incurrían en las prácticas de seducción afectiva a la población femenina del campo, aplicando unos principios éticos y morales que no tenían el mismo peso cuando se trataba de los responsables, quienes en ocasiones ocultaban estas prácticas cubiertos por el manto de una doble moral.
Más allá de estos inconvenientes de la cotidianidad de la vida guerrillera, en general las relaciones con la población campesina eran buenas, pues la guerrilla tenía claro que este grupo social constituía no solo su principal soporte logístico, sino su efectivo sistema de seguridad. En este sentido, los grupos se preocuparon por mantener con las familias campesinas que habitaban sus áreas de influencia, una estrecha relación, visitarlas regularmente y conversar con ellas sobre su proyecto político y sus ideales de lucha.
El segundo capítulo de la contradicción interna del ELN: las ejecuciones de Aguilera, Arenas y Afanador
Durante este periodo, si bien fue una época de bastante actividad militar y expansión territorial, no dejaron de presentarse problemas, siendo frecuentes las deserciones y “ajusticiamientos”.
Son notorias, entre otras deserciones, las de Salvador Afanador, Samuel Martínez, Pedro Vargas (Pelé) y Jaime Arenas. La deserción de este grupo resulta significativa, por la antigüedad y los niveles de responsabilidad que tenían con la Organización y la conducción de las comisiones.
Desde sus comienzos, el ELN estableció como crímenes contra el pueblo y la revolución los delitos de deserción, traición y delación, y fue radical a la hora de sancionar este tipo de actitudes aplicando para ellas la pena de muerte.
Juan de Dios Aguilera, Jaime Arenas y Salvador Afanador, fueron juzgados y condenados por los comportamientos y actitudes asumidas al interior y fuera de la Organización. Es de entenderse que más allá de las prácticas, errores y limitaciones de estos, las que valoradas internamente resultaban “gravísimas”, lo que estaba de presente era la permanente contradicción política y la lucha interna por los recursos del poder.
El 29 de mayo de 1971, fue ejecutado por integrantes del ELN Juan de Dios Aguilera, quien había sido el responsable de la muerte de José Ayala y en gran medida el dinamizador del proceso que terminó con el fusilamiento de Medina, Cortés y Ochoa. Los argumentos a través de los cuales el ELN justifica la ejecución de Aguilera dejan ver claramente la concepción que la Organización maneja, en ese momento, en relación con el imaginario del ideal guerrillero; pero además permite detectar con nitidez elementos de la contradicción entre lo político y lo militar, entre la ciudad y el campo, y las pugnas que internamente se fueron tejiendo por los recursos del poder.
En sus valoraciones, el ELN hace una extensa argumentación de las relaciones de Aguilera con Medina, inculpándolos de planificar la destrucción de la Organización, en una época en que se estaban realizando grandes esfuerzos para superar los obstáculos iniciales (ELN, Insurrección, 1972, pp. 54-55).
Entre los cargos que se le hacen a Aguilera figura el asesinato de José Ayala, la división y fraccionamiento de la Organización, la ejecución de tres militantes de su grupo por problemas internos (Atanael López, Abel Cacua, Antonio Álvarez), el haberse quedado con recursos económicos, logísticos y militares de la Organización, el haber buscado apoyo en las bases urbanas del ELN, confundiéndolas con el discurso del mal tratamiento de las contradicción políticas internas, y el haber contribuido a fortalecer la campaña de desprestigio de la V Brigada del Ejército, dándole argumento al entonces Coronel Álvaro Valencia Tovar, para adelantarla.
Juan de Dios Aguilera mantuvo una actitud de crítica al Estado Mayor, una vez que estuvo a la cabeza del “Frente Simón Bolívar”; denunció públicamente la carencia de una línea de masas al interior de la Organización y el desarrollo de prácticas militaristas, machistas y caudillistas, por parte de la dirigencia del ELN. No dejó de señalar tampoco, lo que en su concepto representaba desviaciones graves como el amiguismo, el favoritismo y muy en relación con los Vásquez, expresiones de nepotismo.
La ofensiva general del ELN contra Aguilera estuvo dirigida a denunciar su comportamiento revolucionario, desde su particular forma de verlo, a señalarlo como infiltrado de la CIA y a ejecutarlo como consecuencia de la determinación tomada en el juicio que se le adelantó conjuntamente con Medina. En síntesis, los cargos y señalamientos hechos por el ELN a Juan de Dios Aguilera en la práctica se constituyeron en hechos de divisionismo, traición, oportunismo, delación y deserción, razones suficientes dentro del código interno para juzgarlo y condenarlo a muerte117.
El 28 de marzo de 1971, dos meses antes de la ejecución de Aguilera, el ELN había ejecutado a Jaime Arenas Reyes, en Bogotá, en momentos en que se preparaba para salir del país. Arenas había jugado un importante papel en la vida de la Organización y en el trabajo de masas, principalmente en el sector estudiantil, en el que fue un connotado dirigente, y había estado muy cerca de todo el proceso político y militar seguido por Camilo Torres Restrepo.
Su incorporación a la lucha guerrillera del ELN, en el campo, lo realiza en una época en que el desarrollo de las contradicciones internas entre el grupo de Fabio y Medina, estaban bastante avanzadas. Arenas participa en el juicio de responsabilidades contra Medina, asumiendo el papel de acusador, los resultados de este proceso ya han sido suficientemente ilustrados118.
En febrero de 1969, Arenas deserta de las filas del ELN y se entrega al Ejército. La organización guerrillera evalúa con los mismos términos con que hizo la valoración de Aguilera, la deserción y entrega de Jaime Arenas119 y le atribuye las delaciones que dieron origen al que se llamó Consejo de Guerra del Siglo120. Su salida del ELN y la actitud asumida por este con respecto a la Organización, en particular sus críticas a procesos que había ayudado a construir, como los fusilamientos de Medina, Cortés y Ochoa, las declaraciones para la radio, la prensa escrita y la televisión determinaron su sentencia y la posterior ejecución en la carrera 4 con calle 18, en pleno centro de Bogotá121. La posición de la dirigencia del ELN, frente al caso de Jaime Arenas y en particular de quienes tuvieron contacto con él, durante sus años en la guerrilla, no ha cambiado substancialmente, como sí ha sucedido en relación con Medina Morón y parte de los integrantes de su grupo.
Más allá de los enjuiciamientos y los niveles de veracidad, los cuales resultan importantes solo para los procesos judiciales, la trascendencia de Jaime Arenas, radica, fundamentalmente, en haberle aportado al ELN una versión crítica de su historia. Esta, compártase o no, es un referente, un punto de vista desde el cual tal historia tuvo la necesidad de pensarse.
El 9 de marzo de 1971, el ELN ejecuta a otro de sus integrantes: Salvador Afanador122. El ajusticiamiento se produce como consecuencia de su deserción y del hecho de haberse puesto al servicio del Ejército en las labores de contraguerrilla. Solo un lánguido e ideologizado comentario se hace al respecto de Afanador en el periódico Insurección:
Como no era posible disfrazarlo de intelectual el enemigo lo puso a su servicio activo en otro frente: la contraguerrilla. Así, recorre las zonas guerrilleras sembrando de desolación los sencillos y humildes hogares campesinos, hasta que igual que los dos anteriores, cae bajo el peso de la justicia del pueblo. (ELN, Insurrección, 1972 pp. 59-60)
Para el ELN, en ese momento, la ejecución de Aguilera, Arenas y Afanador, tiene como significado el hecho de avalar, como principio esencial, la premisa de que una vez asumido el compromiso de hacerse partícipe del proyecto revolucionario, la consigna de liberación o muerte