Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
por “vocación” y “mística revolucionaria” las deficiencias político-ideológicas de los componentes del grupo guerrillero, dado que la capacitación política requería de maduración intelectual, la cual no se podía adquirir de un momento a otro. El discurso político transitaba, en la Organización, al lado de un modelo de combatiente que se fue estructurando de las virtudes de los militantes de la revolución latinoamericana y en particular de los ejemplos de Simón Bolívar, José Martí, Ernesto Guevara y Camilo Torres.
Tres elementos se consideraban básicos para que alguien se constituyera en aspirante a militante de la guerrilla en condición de combatiente: claridad97, decisión98 y sacrificio99. En el trasfondo lo que se buscaba era crear, mediante un conjunto de valores y de referentes de comportamiento ejemplar, una mística revolucionaria que fuese capaz de poner a prueba la disposición para sufrir y sacrificarse, de aquellos que aspiraban a abrazar la consigna de liberación o muerte.
Algunas de las lecciones históricas tomadas de la guerra de independencia generaron un tipo de comportamiento, en los militantes de la guerrilla, que conducían a la producción de hechos de violencia internos y desviaciones hacia prácticas autoritarias y militaristas. El espíritu “patriótico”, que ejemplariza la imagen de antiguos guerreros, fue parte del alimento que consumió la mística revolucionaria de los militantes guerrilleros: símbolos que servían para reforzar su decisión de lucha y darle sentido a sus sacrificios, historias que nutrían su vocación de mártires y héroes. El ritual que repetía el mismo juramento bolivariano del Monte Sacro, lo habían asumido, en otro contexto, los primeros integrantes de la brigada “proliberación” José Antonio Galán, después de haber terminado su entrenamiento en la isla cubana: un compromiso irreversible en el que se ponía como prenda de garantía la vida misma100.
En el ELN la pena de muerte por desmoralización, deserción, traición, derrotismo, cobardía, fue frecuente; la vigilancia revolucionaria fue extrema y las ejecuciones comprometieron no solo a los militantes de base, sino a sus mismos dirigentes, muchos de ellos fundadores y cofundadores de la Organización. Al parecer una vez tomada la determinación de hacer parte de la lucha guerrillera, dado el primer paso, el camino se hacía irreversible101.
De mayores responsabilidades se cubría el dirigente guerrillero cuyo perfil está definido con relativa claridad en las declaraciones dadas por la Organización a la revista Sucesos, en 1967:
Un dirigente guerrillero tiene que ser un hombre, primero que todo, plenamente convencido de la justeza de la causa por la cual lucha; no podrá ser un vacilante, arrastrado a esta posición por intereses diferentes a los de la base que lo nombra; por lo tanto no puede decretarse a cualquiera como jefe guerrillero; se forman en el fragor de la lucha; su fidelidad y profundo amor por el pueblo, su sagacidad, su astucia, su valor, su honradez, su capacidad táctica-estratégica en la concepción de la guerra del pueblo, son los méritos observados por los hombres que fielmente lo seguirán a cualquier batalla. Además, debe tener una gran personalidad, un gran carácter, no ser un hombre fácilmente influible; tendrá que ser un hombre de decisiones rápidas y firmes. El jefe guerrillero deberá ser un hombre lo suficientemente claro políticamente como para estar consciente de la seriedad y responsabilidad de su misión ante el pueblo, un jefe guerrillero deberá responder de sus hechos ante los organismos superiores. Que, de haberlos, obviamente, estarán en el monte. Y en el campo de batalla, porque un jefe guerrillero no debe permitir, no se puede ni siquiera concebir que recibirá órdenes de la ciudad, y lo que es más importante deberá responder ante el pueblo, su misión principal es orientar la lucha hacia etapas cada vez más avanzadas, consolidando y desarrollando la fuerza guerrillera. Un jefe guerrillero con su ejemplo, con su abnegación, con su valor y espíritu de sacrificio deberá ir formando los cuadros guerrilleros que, con la misma firmeza y decisión conducirán la lucha, aunque el propio jefe falte por alguna circunstancia; el jefe guerrillero tiene la responsabilidad, la obligación de garantizar la continuación de la organización guerrillera. Otra de las responsabilidades y condiciones indispensables para un jefe guerrillero es que su entrega a la lucha guerrillera sea total, íntegra; por eso su único puesto —el nombre lo dice: jefe guerrillero— está en las montañas al frente de sus combatientes guerrilleros. Esta responsabilidad es ineludible; a un jefe guerrillero no se le está permitido abandonar su posición de combate, no le está permitido bajar a la ciudad y, si baja a la ciudad solo será aceptable si lo hace tomándose militarmente las posiciones enemigas, controlando totalmente la situación, no debe bajar a la ciudad a cumplir funciones que bien puede desarrollar un cuadro intermedio, no debe tomarse esa libertad, hacerlo es ofrecerle un blanco fácil al enemigo, son las consecuencias negativas que su muerte trae, no solo perjudiciales para la organización a la que se golpea directamente, sino también para el resto de las organizaciones armadas revolucionarias de nuestro Pueblo, que ven en ello una falta de responsabilidad, un mal ejemplo. En síntesis, un jefe guerrillero debe ser un hombre suficientemente consciente y consecuente con la responsabilidad que tiene ante los pueblos. (ELN, Insurrección, 1972).
El abismo que existía entre el perfil deseado y el perfil real era inevitable. La guerrilla formada por hombres del común, cargados de buena voluntad y entusiasmo revolucionario, no lograba desprenderse de elementos de su formación social o de su particular forma del ser individual, en la que anidaban o invernaban temporalmente comportamientos considerados por la Organización como lesivos a los intereses del pueblo y la revolución: el individualismo, el egoísmo, las ansias de poder, la indisciplina, la debilidad física, la falta de formación ideológica y política, que estaba más allá de concebir la lucha entre explotados y explotadores, no pudo asumir ese “sacerdocio guerrillero” y se generó un tipo de militante que se subordinó a una dirección en las que las responsabilidades hacían las veces de grados militares y los fundamentos y códigos de comportamiento de guías de acción inviolables. Lo anterior condujo a que se fuera estructurando una organización vertical que en la práctica se oponía a la horizontalidad que se buscaba:
En nuestra Organización no existen grados; los únicos que se han otorgado han sido póstumos. Esto se debe a un factor de concepción. Nosotros hemos considerado que los grados no deben ser un problema de preocupación para los revolucionarios; creemos que los grados en las organizaciones político-militares deben obedecer a necesidades organizativas […]. En nuestra Organización fijamos responsabilidades, mantenemos una gran disciplina y una sólida formación militar revolucionaria; en nuestras filas —y hasta el momento— no hemos necesitado otorgar grados a nuestros combatientes ni a nuestros jefes guerrilleros ni a nuestros compañeros del Estado Mayor. […] La dirección del ELN está constituida de la siguiente manera: un primer y segundo responsable, un segundo al mando y un Estado Mayor. Además, cada frente guerrillero y cada unidad guerrillera tienen un primer y segundo responsable, de igual forma la escuadra guerrillera. (ELN, Insurrección, 1972)
Tanto el perfil del dirigente del ELN, como la estructura de la Organización, estaban atravesados por la concepción de la guerra popular y el ejército revolucionario, en cuya apreciación particular jugó una importante influencia la experiencia vietnamita, a la cual tuvieron acceso varios militantes de la Organización. La forma organizativa esencial no varió sustancialmente en el tiempo, se siguió sosteniendo el concepto de “responsable” para cada una de las estructuras en que se divide la Organización. Sin embargo, los mecanismos de selección para las responsabilidades del Comando Central (COCE), la Dirección Nacional (DN) y las jefaturas de frente, se realiza en eventos internos de definición democrática.
El énfasis que el ELN colocó en el protagonismo del campesinado, en el proceso revolucionario, condujo a que se considerara como sede del desarrollo de la Organización el campo y que se le asignara un papel predominantemente logístico a la ciudad102. En el momento de la génesis de este grupo armado se está produciendo un proceso de reacomodamiento poblacional sobre el territorio que terminó por modificar sustancialmente la relación campo-ciudad, adquiriendo desde entonces las ciudades un papel más activo dentro de las transformaciones políticas, económicas y sociales que comenzaron a operarse como consecuencia de la migración campesina sobre los centros urbanos, resultado de la violencia y el despegue industrializador. Esta situación, al estarse produciendo, fue insuficientemente valorado por el ELN, en la definición de su estrategia política de crecimiento.
Durante