Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
canalizadora de conciencia revolucionaria” de donde se desprende que la vanguardia es la guerrilla y no el partido como lo sería en condiciones diferentes; señalan que el mando debe estar en la guerrilla, debe ser político-militar y único90.
Esta visión del ELN sobre el carácter único e integral de la guerrilla lo lleva a negar, en este periodo, la necesidad del partido como aparato intermedio entre la organización militar y las masas y sus aspiraciones: se plantea como principio una estrecha relación guerrilla-pueblo. La composición social de la organización armada, la que en el caso del ELN es predominantemente campesina (aún hoy, cuarenta años después de su nacimiento lo sigue siendo), hizo que se le diera una particular visión campesinista a la lucha, acentuada esta por la idea hecha principio, de que la guerra debe desarrollarse del campo a la ciudad (ELN, Compendio periódico Insurección, 1972, p. 18).
Esta concepción maduró una serie de comportamientos que harían carrera al interior de la Organización y generarían no solo posiciones políticas extremas, sino actitudes militaristas, que se rechazaban en el discurso y se asumían en la práctica, tal vez forzados por las situaciones que iba creando la vida guerrillera y las limitaciones políticas existentes. Es evidente que entre lo planteado y lo ejecutado existía, por el orden y la complejidad de los acontecimientos, una gran distancia. Los primeros años contaron con el respaldo campesino, obrero y estudiantil, lo que permitió de alguna manera canalizar la simpatía despertada por la Revolución cubana hacia la lucha armada, pero con el desarrollo de esta, los inconvenientes y contratiempos que se fueron presentando, las deserciones, la delación, las detenciones y las ofensivas militares de las Fuerzas Armadas, se fue produciendo un “cierre de seguridad”, que comenzó a aislar la Organización del movimiento de masas y a hundirla en un periodo predominantemente militar. Frente a la ausencia de los organismos intermedios que se rechazaban, la guerrilla, imposibilitada para atender el trabajo político, se fue quedando sola, con sus respectivas justificaciones91.
En gran medida esta situación abría o cerraba posibilidades dependiendo todo de la iniciativa de la militancia y la dirección de la Organización, de su capacidad real para articularse al movimiento social, orientar sus conflictos y canalizar la lucha hacia un proyecto de transformación estructural. Sin embargo, los temores al reformismo y la lucha electoral, al partido y a la organización orientada, no espontánea de la población, impedía que el discurso tomara los derroteros de la práctica y contribuyera en el hecho histórico a desarrollar a distintos niveles el conflicto social.
Desde muy temprano, el ELN comienza a articular su discurso en el marco de las concepciones estratégicas y tácticas, políticas y militares, que caracterizan el modelo de la lucha revolucionaria definida como de “guerra prolongada”.
El ELN considera que la concepción de guerra prolongada, como vía de acceso al poder, surge de condiciones históricas concretas: de la necesidad de partir de esfuerzos propios de acumulación de fuerzas, de entender que la Revolución cubana es ejemplo para los pueblos de América Latina, pero también para quienes defienden los intereses que la revolución enfrenta, lo cual los lleva a modificar sus estrategias económicas, políticas, sociales y militares en sus territorios y áreas de influencia, con el fin de evitar que se multiplique el fenómeno cubano. Además, consideran que surge de la necesidad de formar dirigentes y militantes revolucionarios que se conviertan en orientadores de transformaciones socialistas y capaces de construir una fuerza político-militar con posibilidades de confrontar al ejército regular con éxito (ELN, compendio periódico Insurección, 1972, pp. 19-22).
El planteamiento central del ELN, en relación con su concepción político-militar consiste entonces en afirmar: “Es la lucha armada en la forma de las guerrillas, dentro de la concepción de guerra prolongada, la única vía para la liberación del pueblo” (ELN, compendio periódico Insurección, (s. f.), p. 20). La guerrilla la considera el ELN, como “la vanguardia combativa del pueblo”, que, situada en un lugar determinado de un territorio, dispuesta a desarrollar una serie de acciones bélicas tendientes a alcanzar el único fin estratégico de la guerra: la toma del poder.
Este carácter vanguardista de la guerrilla del ELN, y en general de todas las organizaciones armadas en el país, conducía a asumir dos actitudes radicales: la primera, caer en su conjunto en una actitud dogmática aferrándose a principios incuestionables, que condujeran, como efectivamente ocurrió, a prácticas sectarias frente a otras fuerzas, que sin estar vinculadas a procesos de la lucha armada, desarrollaban desde distintos escenarios una lucha política de oposición, que aunque no fuera armada, no dejaba de ser revolucionaria y se volvía reformista. La segunda, más grave aún, la posibilidad de caer, dada la dinámica de la lucha de masas, adecuada para responder a los intereses inmediatos de estas, en el aislamiento o suplantación de las masas en sus luchas específicas. Por lo que se puede leer en el compendio Insurrección, el ELN era consciente de esta situación, pero su discurso no lograba encontrar en la práctica cómo sortear las dificultades del aislamiento.
El ELN terminó por reconocer que, aunque la Organización creaba grandes simpatías con su surgimiento, sus planteamientos políticos y sus acciones militares, en el movimiento de masas y en particular en sectores urbanos, no se creaban los mecanismos políticos y organizativos para recoger esa simpatía y organizarla. Es decir, que el principio central de la guerrilla, como generadora y canalizadora de la conciencia revolucionaría del pueblo, encontraba en la práctica grandes dificultades para su implementación y que no bastaba afirmar que se iría creando la Organización a medida de las necesidades concretas, pues los hechos estaban demostrando que esto no era posible, si no aparecían orientaciones que posibilitaran la conjugación de formas de organización amplias y clandestinas acordes con los planteamientos que se formulaban.
El núcleo inicial se consolidó como foco guerrillero, pero al asumir la tarea de la construcción de la organización revolucionaria, en el campo y en la ciudad, encontró grandes e insalvables dificultades que estaban directamente determinadas por las contradicciones de los fundamentos esenciales que servían de guía ideológico-política, lo que creó un vacío de organización que se fue agrandando progresivamente. Esto condujo a concebir indirectamente la Organización como institución clandestina y a separar en la práctica la lucha de masas de la lucha armada, asignándole a la primera un carácter logístico en la que se formaban y destacaban los dirigentes populares antes de pasar a constituirse en parte de la vanguardia revolucionaria, abrazando “la forma superior de lucha”.
En la disputa por la unidad de los revolucionarios, el vanguardismo generó un proceso de marcada tendencia hacia el dogmatismo y las prácticas sectarias, de las que aún no se han podido desprender las organizaciones armadas y que los ha llevado, incluso, a enfrentamientos en los que se han producido un sinnúmero de bajas. Es posible que este comportamiento haya obedecido más a la devoción revolucionaria de la época que a un interés premeditado de tipo político en el que mediara una actitud excluyente de determinados sectores, lo que no significa tampoco que no haya existido, en casos específicos, discursos abiertamente excluyentes, como veremos más adelante.
Uno de los objetivos fundamentales del ELN era concientizar y organizar las masas en torno a principios revolucionarios y a objetivos concretos de lucha. Para lograrlo se plantea la necesidad de la unidad, definiéndola desde un enfoque en el que predomina el principio del trabajo permanente en el desarrollo de “una estrategia y una táctica común correcta y justa”. El ELN critica duramente las propuestas de unidad que parten de concepciones distintas de organización y estrategias de lucha diferentes, afirmando que la unidad se da en torno a “principios centrales de la revolución y sobre objetivos concretos y que esta surge, no como consecuencia de acuerdos de grupos de dirección, sino, de condiciones específicas del desarrollo de la lucha revolucionaria”92 (ELN, Insurrección, 1972).
Nótese que el concepto de unidad está concebido acá no como diversidad de concepciones polítcas, multiplicidad de opiniones, divergencia, sino como homogeneización táctica y estratégica frente al