Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
donde los que no se homogeneizan corren el peligro de desaparecer, como lo subraya el documento. Pero más grave para este periodo resulta la afirmación, hecha principio, de que todo lo que separa temporal o definitivamente a las masas y a los revolucionarios de la vía insurreccional, atenta contra la unidad del pueblo y el movimiento revolucionario, pues impide en alguna forma plantearse posibilidades de crecimiento político por vías no militares.
En los primeros años, el ELN se preocupó por definir desde su concepción política el papel que le correspondía jugar a los diferentes sectores y clases sociales en la revolución. Su visión particular de las clases debía partir, según los documentos que se refieren a este aspecto, del “análisis científico” del desarrollo concreto de cada sector social en el conjunto de la sociedad colombiana, evitando la copia esquemática de condiciones válidas para otras sociedades diferentes a la nuestra, que supuestamente llegaban a tomar en consideración clases que no existen, o a atribuirles características que no poseen y a asignarles la importancia que no les corresponde (ELN, compendio periódico Insurreccion, 1972).
La primera clase que “desecha” el ELN, dentro de su análisis, es la de la “burguesía nacional”, al afirmar que esta no ha existido prácticamente en ningún país subdesarrollado, porque se ha formado bajo el tutelaje del imperialismo, lo que ha anulado prácticamente cualquier contradicción con él. Bajo esta misma influencia, piensa el ELN, se ha formado la clase obrera, lo que impide atribuirle características que le corresponderían a las de un país industrializado. El ELN considera que es la lucha, el estudio, la experiencia política, el nivel de resistencia y confrontación a las formas de explotación existentes lo que le daría a los sectores sociales el grado de cualificación suficiente para ser considerados “clases para sí”.
Al tomar como eje de reflexión el proletariado industrial colombiano existente en la década del sesenta, el ELN llega a la conclusión que es apenas un sector social que no ha alcanzado un verdadero desarrollo de clase, que su surgimiento reciente y su crecimiento lento, lo hacen débil y poco numeroso. Pero que el aspecto más importante que lo aleja de cualquier protagonismo político es el hecho de no haber vivido el proceso de cohesión necesario, para que hubiera adquirido las características propias de la clase obrera, que hacen que sea una clase con inmensas potencialidades revolucionarias. Para el ELN, el aspecto fundamental del problema reside en la orientación reformista que han tenido las luchas realizadas por el proletariado industrial, lo que, al parecer de la Organización, lo han alejado de sus “verdaderos objetivos” llevándolo a depender ideológicamente de la pequeña burguesía.
En esta época, el ELN considera que la actividad sindical, que en otros países fue un medio para conseguir objetivos políticos y elevar la conciencia del obrero, en Colombia, en lugar de servir a la lucha de clases estimula el acercamiento y la coexistencia entre estas, “convirtiéndose en un canal de penetración de la ideología burguesa en la clase proletaria. El reformismo, afirma el grupo guerrillero, es la enfermedad más grave que sufre el movimiento sindical” (ELN, Insurrección, 1972, pp. 24-27).
La lucha reivindicativa de carácter gremial está considerada entonces como reformista, y solo adquiere sentido cuando se articula a la lucha armada y asume la premisa antioligárquica y antiimperialista: “tratar de organizar la clase obrera al margen de la lucha armada es enredarse en el círculo vicioso del reformismo”93, afirma la Organización. Concebida así la situación ideológica y la práctica sindical de la clase trabajadora, el ELN le asigna un papel protagónico en el proceso revolucionario al movimiento campesino94; desplazada la clase obrera del papel protagónico en los procesos revolucionarios, por su “escaso desarrollo histórico y su falta de solidez política”, el campesino pasa a llenar este vacío. En 1967, en la entrevista concedida por la dirigencia del ELN, a la revista Sucesos, a través de su director, el periodista Mario Renato Menéndez Rodríguez, la Organización guerrillera señala su composición de clase afirmando que en lo esencial el ELN es un ejército de campesinos95. La composición campesina también define la dirección del movimiento insurgente haciendo que la lucha marche del campo a la ciudad96.
La reflexión del ELN sobre el papel de los sectores sociales en el proceso revolucionario, lo lleva a tomar en consideración a estudiantes e intelectuales como sectores potenciales de gran importancia para este, por su mayor preparación cultural y las posibilidades que desde la academia existen para comprender los problemas nacionales. El ELN afirmaba que, para que estos sectores se vincularan, era necesario la creación de ciertas condiciones externas a ellos que no podía producirlas sino la lucha armada. A pesar de reconocer el papel jugado por los estudiantes y los intelectuales en el surgimiento de la Organización y en las luchas agitacionales dotándolas de un carácter antiimperialista y revolucionario, la guerrilla considera que cuando se trata de pasar a una etapa organizativa y de definición política su acción se queda corta y que esto se debía a su carácter pequeño burgués y a su mentalidad ascensionista: hasta que se creen esas “condiciones internas” por parte de la lucha armada, estudiantes e intelectuales participarán con mayor énfasis en el proceso, superando el “espontaneísmo y la falta de profundidad de sus actos” (ELN, revista Sucesos, 1967, 177B). El ELN no explicitó cuáles son esas “condiciones externas”, pero se deduce del discurso que estas se constituyen sobre la base del agotamiento de todo tipo de expectativas sociales y políticas que sean ajenas a los intereses de la revolución y la lucha armada.
Desde muy temprano el ELN centró su atención en el sector energético y en la clase obrera vinculada a él; al señalar los avances del proletariado, asegura que en este sector industrial los obreros han protagonizado los hechos políticos de mayor repercusión nacional. Esto lo atribuyen a dos factores complementarios: primero, a la concepción de lucha que manejan, la que, al entender del ELN, trasciende la lucha economista y reformista para inscribirse en la lucha política por el poder, y segundo, a la “influencia que la acción del movimiento guerrillero viene ejerciendo en ese sector” a través del impulso de su concepción de la lucha armada como único camino para la liberación (ELN, Insurrección, 1972, pp. 25-29).
La influencia ejercida por el ELN, al interior del movimiento de los trabajadores de la industria del petróleo, en estos primeros años, recayó sobre algunos destacados dirigentes de la Unión Sindical Obrera (USO) y de la Federación de Trabajadores Petroleros (Fedepetrol), los que en cumplimiento de sus actividades como militantes o simpatizantes del grupo guerrillero introdujeron el discurso del ELN en las discusiones de la organización sindical, ganando adeptos para este, sin que esto significara un dominio hegemónico del discurso “eleno” sobre el total de los trabajadores.
La década, en su conjunto, estaba respirando el fervor revolucionario y el despertar político de distintos sectores sociales, que veían desvanecerse en el seno del Frente Nacional sus posibilidades de mejores niveles de vida. Esta situación podía generar falsas apreciaciones en la óptica de un discurso que en la práctica reducía toda actividad revolucionaria a la lucha armada. Es evidente y notoria la simpatía despertada por la organización guerrillera, en núcleos obreros de trabajadores del petróleo, los que además pudieron contar con la presencia cercana del grupo armado, y muy seguramente con su influencia, sin que esto implicara una subordinación política de los petroleros a la organización armada.
En el periodo de implantación, predominó el campesinado como el sector social en la conformación del ELN; a su lado la clase obrera, el sector estudiantil y los intelectuales. Estos fueron los grupos sociales que constituyeron el tejido social a través del cual la Organización desarrollaría su trabajo político y maduraría su proyecto revolucionario. La subvaloración del conjunto de la clase trabajadora, en su momento portadores, según el parecer del grupo, de una ideología “pequeño burguesa” y “reformista”, hizo que se sobrevalorara el papel protagónico del campesinado, el que desde luego había acumulado una experiencia de lucha política importante, en los marcos de los partidos tradicionales.
El proceso de proletarización política no comprometió