Sotai. Arturo Valenzuela Serrano

Sotai - Arturo Valenzuela Serrano


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alt=""/> Anomalías menstruales

       Glosario

       Bibliografía

       Sobre el autor

       Agradecimientos

      Prefacio

      Mi primer contacto con una terapia de origen oriental fue en el año 1982 por un problema de salud, un ataque de gota en la articulación del tobillo izquierdo que llevaba sufriendo durante más de cuatro meses y que nada ni nadie conseguía solucionar, sino que, por el contrario, se complicaba cada vez más.

      En ese estado de desesperación, mi profesor de kárate, Choyu Hentona, me recomendó un terapeuta japonés llamado Shimada, un personaje por cierto bastante curioso, que me trató con acupuntura, electropuntura, shiatsu y otra técnica llamada sotai. La recuperación fue asombrosamente rápida: en poco más de una semana ese insoportable dolor desapareció.

      Me sentí, por tanto, tan agradecido e impresionado, que quise conocer con más profundidad y aprender este tipo de técnicas, y el profesor Shimada se ofreció gustoso a enseñármelas.

      Al poco tiempo, una amiga, Carmen Enguita, una de las primeras personas que se interesó por el shiatsu en España, me recomendó un libro de Toru Namikoshi que me inició en un estudio más profundo. Y otro amigo japonés, Miyashita, también estudioso de esta técnica, me dio sus apuntes, que aún conservo, y algunos buenos consejos.

      Con la intención de continuar con mis estudios e investigaciones en kárate y también estos temas, decidí viajar a Japón. Allí de nuevo otra dolencia, esta vez en la espalda, me llevó a conocer a Taeko Inoue, quien alivió mi dolor y me enseñó bastante acerca de las terapias orientales. Conocí a otros profesores, pero no conseguía encontrar a nadie que saciara plenamente mi curiosidad. Estuve en una escuela de shiatsu en Madrid, de la que posteriormente fui director, pero tampoco me aportó los conocimientos que yo deseaba. Decidí recopilar y leer toda la documentación que obtuviese sobre el tema y recibir, a la vez, tratamientos en todas las clínicas que encontraba (en Japón existen muchas clínicas de shiatsu, sotai, acupuntura, etc.), con el fin de que, posteriormente, me dejaran aprender algo nuevo para mí. Por suerte, muchos de estos centros me facilitaron diversas fórmulas. Pero la forma de enseñar del oriental es, en ocasiones, demasiado sobria para el occidental, por lo que tuve que aprender mucho por mi cuenta, preguntando continuamente, adquiriendo abundante información y libros e investigando con los amigos que tenían el valor de dejarme que les tratara.

      En 1999 conocí a Yoshikazu Nemoto, un gran profesor de sotai, autor de varios libros con los que yo ya había estudiado esta técnica. Le pedí que me enseñara y aceptó gustoso. Su trato conmigo fue especial hasta tal punto, que me impartía clases particulares diariamente, durante más de doce horas, de nueve de la mañana hasta las diez de la noche; me permitía presenciar los tratamientos a sus pacientes me pedía que colaborase con él como ayudante. Me enseñó más que nadie hasta ese momento y pude aprender muchísimo. Cuando terminé los estudios de terapeuta de sotai, me nombró director de la sucursal de su instituto en España para que difundiera su técnica en España y Europa.

      Las mayores aportaciones de mi profesor en Japón a mis estudios fueron su dedicación en mi instrucción, su generosidad al proporcionarme conocimientos, sin guardarse «secretos», fórmula habitual en mis anteriores experiencias con otros profesores orientales, su interés por estar siempre aprendiendo y, sobre todo, su nobleza y humildad. Ha sido y sigue siendo un gran profesor, un referente para mí y una magnífica persona.

      Mi continuo interés por estas técnicas me ha llevado siempre a investigar mucho y a experimentar todo aquello que me decían mis profesores que funcionaba, sin creer «a pies juntillas» que, por el simple hecho de que lo dijeran, fuese verdad. Del mismo modo, siempre pido a mis alumnos que se cuestionen todo, que no crean todo lo que les enseño sólo porque lo digo yo; creo que es la única forma de llegar al conocimiento verdadero.

      El fin de este libro es, ante todo, difundir y compartir la técnica del sotai en España, que utilizo, con gran éxito, en mis centros y escuela, ya que hasta el momento no existe información alguna al respecto. Al mismo tiempo, pretendo crear un libro de consulta para todos aquellos profesionales, de cualquier técnica, que puedan servirse de la misma como complemento, así como para cualquier persona que quiera conocer una terapia que ayuda, de forma eficaz, en el tratamiento de muchas de las dolencias que se dan en la sociedad actual. Por último, deseo que sirva de orientación a los profesores de Shiatsu Yasuragi, Instituto Superior, en sus enseñanzas en el centro.

      Éste es el primer libro en el que figuro como autor y, con la ayuda de mi equipo de colaboradores, será el que marque el inicio de una serie de textos sobre técnicas orientales (sotai, shiatsu, etc.) en los que iremos intentando, poco a poco, mostrar, a quienes opten por leernos, hasta dónde nos han llevado nuestras experiencias tras años de investigación. Procuraremos que cada nueva publicación supere a la anterior y todo lo que escribamos estará experimentado antes por nosotros, de modo que quienes trabajen con nuestro método obtengan auténticos resultados.

      Experiencia de una técnica desconocida

      Nuestro hijo Felipe nació hace algo más de seis años con una enfermedad rara, muy poco frecuente, llamada «osteogénesis imperfecta», cuyo principal síntoma es la fragilidad de los huesos. Hasta ahora lleva once fracturas, junto con varias fisuras y aplastamientos de vértebras. Pero no es el único síntoma: también se pueden producir deformidades de los huesos, flojedad de ligamentos, dificultades respiratorias y auditivas, etcétera.

      Por tratarse de un problema genético, al parecer relacionado con la producción del colágeno en el cuerpo, no hay cura posible a día de hoy. Pero sí hay cosas que se pueden hacer para mejorar su condición física. Además de un tratamiento correcto de las fracturas, se pueden hacer ejercicios suaves, fisioterapia, vida sana y una dieta equilibrada. Todo esto lo hemos cuidado más o menos desde que se le diagnosticó la enfermedad a los dos meses de edad y tras cinco fracturas sufridas dentro del mismo hospital donde nació.

      Un problema que nos rondaba la cabeza en los últimos años, y para el que no teníamos tratamiento paliativo, era la deformación de los huesos, ligamentos y músculos, cree-mos que todo ello asociado a las inmovilizaciones posteriores a las fracturas. A pesar de recibir dos sesiones de fisioterapia por semana desde que tenía año y medio, y a pesar de que habíamos conseguido logros realmente importantes en la condición física de Felipe (por ejemplo, podía andar por sí mismo pequeñas distancias), presentaba deformaciones en la cabeza, el cuello, el pecho, las manos, los pies, las piernas...

      Hemos de decir aquí, para no confundir a quien lea estas páginas, que Felipe hacía una vida casi normal para un niño de su edad: lo escolarizamos con dos años, antes de la edad obligatoria, y actualmente acude a una escuela pública, con bastantes buenos resultados, por cierto. Se vale por sí mismo y lo único que le diferencia de los demás niños es que para él correr y saltar es un peligro en sí mismo.

      En éstas estábamos cuando, en una fecha que no recordamos, durante la primavera del año pasado, Carmen, mi esposa, vio un reportaje en Telemadrid en el que se informaba de unas técnicas que por entonces nos parecían exóticas y que ayudaban a corregir posturas. Tomó nota del número de teléfono y así fue como contactamos con Arturo y su equipo.

      Desde el primer momento tomaron mucho interés con el caso de Felipe. Nos dijeron que podían corregir algunas de sus deformidades, con paciencia y si nosotros ayudábamos. Fue así como comenzamos a asistir a la consulta de Arturo una vez por semana desde el pasado mes de junio y como conseguimos aprender algunos ejercicios muy simples que repetíamos en casa a diario como una rutina, una liturgia, una letanía, una ayuda.

      También conseguimos aprender algo más difícil aún, tres palabras clave: sotai, Yasuragi y shiatsu.


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