El sentido del camino. David Gómez Fernández

El sentido del camino - David Gómez Fernández


Скачать книгу
el horizonte.

      El tono de David sorprendió a Kiyo, que de inmediato, al igual que su amigo, se incorporó sentándose a su lado.

      ―Me estás preocupando. Por tu gesto, diría que es algo serio.

      ―No es para preocuparse, grandullón. Pero sí, es muy importante….

      David explicó con detenimiento aquella conversación que había cambiado su vida. Le habló del tesoro al que llamaban Felicidad. De cómo, todos los allí presentes, escuchaban a aquel hombre. Nadie se atrevía a interrumpirlo. De la excitación en sus caras al oír aquella revelación… Al igual que le sucediera a David, Kiyo quedó boquiabierto. Tras un momento de reflexión, fue este quien sorprendió a su amigo:

      ―¿Y si vamos en su busca? ―preguntó decidido.

      ―¿En busca de qué?

      ―¡“Cohones mpare”, hoy estás espeso! ¡Verás! Vamos a ver al gordo, ¡al viejo del pañuelo! A él le han hablado del tesoro, ¿no? Pues bien, que nos diga cuanto sepa, a qué tierras se refería el mercader de lana… Que nos lo cuente todo. ¡Y después, pues vamos a por él! ¿No querías viajar?, ¡esta es nuestra oportunidad!

      Tras decir esto, dio un golpe en la espalda a su amigo que por poco lo hace caer de arriba de la muralla.

      David tardó un instante en reaccionar. Su semblante también cambió. La idea de su amigo, sencillamente le fascinó. Su respiración sonaba entrecortada.

      ―Pero, ¿dónde encontramos al abuelo?

      ―Lo que yo te diga a ti, ¡hoy estás “padentro”. ¿No dices que los escuchaste en el arco?

      ―¡Sí!, debajo de unas palmeras.

      ―¡Pues ya está!, ese será su lugar de encuentro, donde han de juntarse para hablar de sus historias.

      Juntos, planearon como ir en busca del hombre. Con frecuencia, don Domingo los mandaba a por encargos que hacían falta para la obra. Por norma general, siempre iban juntos. Desde que su nieto conoció a David, había cambiado y lo veía más feliz.

      Al llegar de Jerez, muchas eran las noches que lo había oído llorar. Estar separado de su familia lo sumió en una gran tristeza, que desapareció desde el momento en el que su amigo surgió en su vida, y aunque durante el trabajo era duro con ellos, procuraba que no se separaran.

      La tercera mañana desde aquel día, llegó el momento que tanto esperaban. Se dirigían a la plaza a por agua como de costumbre. Justo cuando iban a salir por la puerta, la voz de don Domingo los detuvo:

      ―Muchachos, ¡esperad! ―El tono sonaba autoritario, como siempre que se dirigía a ellos―. Id a la herrería y traed aquello que don Ángel os entregue. ¡No os demoréis!

      ―¡Sí, abuelo! ―contestó de inmediato Kiyo―, no tardaremos.

      Tras girar la esquina, los dos muchachos tuvieron el mismo pensamiento. Tal era su complicidad que, con solo mirarse a los ojos, sin decir una sola palabra se entendieron.

      Corrieron calle abajo. Tras unos instantes el sudor hizo acto de presencia. Jadeaban, pero no se detuvieron hasta llegar… Lo tenían delante. El arco se encontraba a muy poca distancia del convento. No había nadie, ni rastro alguno de los abuelos.

      Era cerca de mediodía y con aquella temperatura, la gente buscaba refugio para protegerse y resguardarse de semejante bochorno. Ambos se miraron. Cuando el desánimo iba a apoderarse de ellos, una voz los alertó. Debajo de una palmera, alguien se maldecía por no poder hincarle el diente a una hogaza de pan duro que sostenía en la mano. David lo reconoció, era un viejo flaco y desdentado con aspecto demacrado que ya había visto en alguna otra ocasión. Asintió con la cabeza, haciéndole un gesto a su amigo para avanzar a su encuentro. Cuando estuvieron delante de él, el hombre levantó la vista y se dirigió a ellos con displicencia:

      ―¿Queríais algo, muchachos? Me disponía a comer y me gusta hacerlo solo.

      Los dos chicos permanecieron callados. Aquella mirada los dejó sin habla.

      ―Si no queréis nada, ¡desapareced de mi vista y dejadme tranquilo!

      ―Si deseamos algo ―acertó a decir Kiyo, no sin cierto titubeo―, buscamos a una persona.

      El gesto del viejo denotó sorpresa.

      ―Así que buscáis a alguien… No veo cómo podría ayudaros. Creo que no nos conocemos, ¿estoy en lo cierto?

      Aquella voz transmitía desconfianza y maldad, pero no consiguió amedrentarlos. En esta ocasión fue David quién habló.

      ―Buen hombre, creo que sí que está en disposición de poder ayudarnos. Alguna mañana, he parado en este mismo lugar y he escuchado historias que cuentan un grupo de ancianos. En una ocasión, alguien habló de un tesoro al que llaman Felicidad. Era un abuelo que portaba un pañuelo en la cabeza y un gorro de paja. Solo hablaba él. Todos lo escuchaban con mucha atención y recuerdo que ese día usted también estuvo aquí, ¿sabe de quién le hablo?

      El viejo entornó los ojos, y tras un instante de silencio, contestó:

      ―Todos saben quién es el abuelo del sombrero de paja…

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/2wCEAAEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQEBAQECAgICAgIC AgICAgMDAwMDAwMDAwMBAQEBAQEBAgEBAgICAQICAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMD AwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDA//dAAQA7f/uAA5BZG9iZQBkwAAAAAH/wAARCAu4B2UDABEA AREBAhEB/8QA3AAAAQUAAwEBAQAAAAAAAAAABwQFBggJAgMKAQALAQACAgMBAQEBAAAAAAAAAAAE BQMGAQIHAAgJChAAAQIEBAMFBwIGAQMCAAEdAQIDAAQFEQYSITEHQVEIEyJhcQkUMoGRofCxwRUj QtHh8VIWM2IXJHJDChglU4KSNKKyGSZEVGNzwtI1g+InNmR0hJOj8hEAAQMDAwIEBAQFAwQBAQAT AQACAwQFERIhMQZBEyJRYQcUMnEjgZHwFUKhscEz0eEIJFLxFmI0ciVDghdTkjVEorJUcxjSRbPC /9oADAMAAAERAhEAPwC/fbEwtOVzhRVRLNrcMulT6koBKsiddNLbecfnlC8tmYW9nL9Nb5GZLc9u Oyx44LvJlq9KSEyvulImwgBzQou6QM+a28XiAnWH85XKJ/LGGO5Xok4VCTHDJgJeSoiSsSjIQLI1 1vcfOH7BrAcMYKCp3NEh5wCspOM4U/jmcbbNx729qdiAsnpe9o8wtE5HdXKqi124SDsD/VCLizOJ ZwQ/KJUM7kulIuCR8Ou2txF9ocR0DnnjT/Vcju0WirDiEKexZKTkji7ESWm86ClSkrGcoBcUb7JI IF4oV/dqa1zjvqVh6d3c5uPqCHfHqURL8d1z82A2WJ2UOYqKMwLwuUpGhAh/ZnD5WPHdyju0LmFw 7rTnDcumZw1S3WlhxK5BpaVJ1FilNgT1tBU7HNmdnjKOtcgfA3H1AJB7usTKgRqCbfX9ogeAW4T9 20YB7hSOWll2SSDt0Fvy8JqjkhYjGy4TrFmypSgAB5X0/vCxwy7CmOzSVT/jJNNFLiErSu2YkJJC tVcgbJO3WAp274Ckp/KMnhOPZJbnE44l8ralp75JJ10TnTqbDTQwnqn4laVaLJ5pCW8L0W4aB/6d aUsZT7sPr9jCeV2Q77q2zH/uIwFmfxqUk8R1a3/9yd7nn5xarTtbyD6LmvUzS7qPI7OUuwo6huZl c2g8P0vC2pad8K3UB8o+yt3R5hlylt5SCcottfYbdYROaQ5FyyA/dcS6gO7c9fr02iuXGMukQcjg WFL1voCCbAHJ4eVzc8hqYKtkbsJBUjzLySe1/mBM9odlTagAil5FAaG466GPqjoxhb01CDwSVxu6 kG8TE9iAsx8JuJEq9fW6v2+u0db6fAbCVUuoBwP3whpxAKEPpVmRqsAAKsb7dALawHcgXTnlVTcd gUa+z4/OqqtORLsKXaZYBUixy2cBJJvY6D5RU7mzS3W5WixOb4mByvV5wNmFzXD+kBaFBZp0qAN9 mxcescZuL2tfIADyV3ygLnQxDI1YCaMUU1QqLylkICnDbObWB6xRGuDazUSM547q9Ty//c8NaCfL 29QEKMRUaSnnmGlz0olQctkLqEK31sFkHW0dAtk0Yxp5wvmjraWlnq/lah7I3as+Y47q1/DOiplq LLttoddCGkJzJCVDKRc3IvDmQh7ScgEq/wDTLIvkWQsIcGN2I3ClF/c569ra2UFA6a+XWKDXwvNa 5wzhW6oDW04B5x+8qRLrLJYLQSSoo3CTbRN4mghy7V2QkDgRjuhnXGhOFxWyQF5ictgLX1N+douV ve6MADnIWtUYPBLX84z/AEXlP9qy/IzXF1TcpMtEysr/ADUtr1CgoApOTNrf7x9BdLa5KSMuG4Xz zRYHUVwc3Bhc9mD24/QrI6Ql1Kez66lOm5Jv9bxdnggYXRrHtIc/Sjxg1sgIBtew0tzAhXVc5Rt4 IDM9kd6FZEyze26fznCtx3
Скачать книгу