Derechos Ambientales, conflictividad y paz ambiental. Gregorio Mesa Cuadros
solo a la falta de voluntad política, sino a las causas de los obstáculos que enfrenta su despliegue efectivo. Estas causas radican, en realidad, en la propia matriz discursiva del desarrollo sostenible, tanto en su vertiente explicativa como normativa: en sus contradicciones internas éticas y materiales, sus planteamientos de raíz, sus autoengaños y todo lo que queda fuera de sus contornos. Por tanto, desde esta perspectiva no se trataría tanto de promover que los Estados y todos los actores de la sociedad hagan mayores esfuerzos por adoptar la agenda del desarrollo sostenible, sino más bien de asumir que es inviable articular una transición ecológica socialmente equitativa a partir de las premisas, metas, procesos y herramientas que perfila esta agenda18.
Este texto se despliega, precisamente, en la tercera de las líneas interpretativas que acabo de esbozar. Sostengo esencialmente que el desarrollo sostenible, como propuesta que se acopla, discursiva y fácticamente, al engranaje del sistema institucional capitalista, más que reconducir la crisis civilizatoria hacia un escenario de equidad intra e intergeneracional, se funde en ella, configurándose como una pieza más del engranaje que reproduce los problemas de legitimidad y viabilidad del sistema capitalista, y especialmente del capitalismo tardío. Se trata de una propuesta reformista que aspira a garantizar universalmente una versión ligeramente domesticada del modelo de desarrollo de las sociedades occidentales, sin incidir en el núcleo duro de la economía-mundo, espacio en el que se resuelven los contornos esenciales de los modos de apropiación, uso y distribución de la naturaleza y sus frutos. Mientras tanto, este espacio nuclear experimenta transformaciones sustantivas bajo la influencia de los dictados económicos tardocapitalistas universalistas.
Los diferentes problemas que las nuevas izquierdas lograron incorporar en las agendas de las instituciones benévolas del sistema han sido abordadas y sometidas a reparación como piezas separadas –a través de explicaciones parciales y superficiales de las que se han desprendido discursos normativos gerenciales acoplados al aparato institucional del capitalismo tardío, introduciendo ligeras reformas y dejando desatendida su raíz común–. Esta raíz común nos devela que la cuestión ambiental radica principalmente en la distribución de los recursos y el poder entre los diferentes actores y territorios implicados en los procesos de asignación de los mismos, así como en el sistema de valores, costumbres y aspiraciones sociales que reviste y teje ese sistema distributivo.
Tanto en su dimensión explicativa como en su dimensión reguladora, la narrativa del desarrollo sostenible entraña ciertamente una revisión epistemológica, económica e institucional de la modernidad, pero se trata de una revisión más bien epidérmica, a partir de enunciados aporéticos y aspiraciones contradictorias.
Se trata de una propuesta que, con ligeras correcciones, pivota sobre la narrativa dominante desarrollista, en sus diversas dimensiones, así: como marco referencial que asienta una serie de patrones epistemológicos y como un sistema de aspiraciones, valores y costumbres del conjunto de la población mundial (Mander, 1996); como reserva de prácticas y herramientas para llegar a tal horizonte; y como matriz explicativa y reguladora de las relaciones de desigualdad entre las diferentes regiones del mundo.
De este modo, el desarrollo sostenible oculta, legitima, reproduce e incluso agrava los problemas de legitimidad y viabilidad del capitalismo tardío, enraizado en esas bases epistemológicas y sistema de valores; en sus principios, estructuras y dinámicas económicas, y en el sistema político-institucional que las sostiene.
DESARROLLO SOSTENIBLE: UNA MODESTA REVISIÓN DE LAS BASES EPISTEMOLÓGICAS Y DEL SISTEMA DE VALORES DE LA MODERNIDAD
La narrativa del desarrollo sostenible asume discursivamente determinadas premisas epistemológicas históricamente novedosas, a saber, la consciencia de los límites planetarios y el reconocimiento de los efectos ambivalentes del desarrollo tecnocientífico, aceptando sus posibles efectos nocivos y los límites del conocimiento humano para obtener certezas absolutas sobre las dinámicas de los ecosistemas, especialmente, sobre los efectos prolongados en el tiempo de las interacciones tecnológicas. Esta última premisa abre un nuevo terreno ético, regido por el principio de precaución, como propuso Hans Jonas a finales de los años setenta (Jonas, 1995).
Por otro lado, desde el punto de vista del sistema de valores y las aspiraciones sociales, el desarrollo sostenible abre canales para una revisión de la noción de dignidad y bienestar delineada conforme al ethos burgués occidental –ambos son nucleares en la cláusula social del paradigma jurídico de la modernidad tardía (Jaria i Manzano, 2015a)–, proponiendo, por un lado, la consideración de nuevas fuentes de dignidad y bienestar posmaterialistas (la calidad del entorno inmediato) y, por otro, la ampliación de la esfera de sujetos titulares de esa idea de dignidad (generaciones futuras y seres vivos no humanos).
Ahora bien, las revisiones de ciertas premisas epistemológicas, teleológicas y éticas propuestas por el desarrollo sostenible son, por lo general, modestas; su vertiente más innovadora no se anida en un entramado prescriptivo coherente capaz de articular respuestas que se le ajusten. En su núcleo duro, la narrativa del desarrollo sostenible se acopla perfectamente a los patrones epistemológicos fundamentales de la modernidad: es antropocéntrico, su motor es el progreso (Jaria i Manzano, 2011; Agoglia Moreno, 2010) y el tecnocientificismo es su principal (y casi exclusiva) fuente legítima de comprensión y dominación del mundo.
Así, no exige propiamente un remplazo de unos valores materialistas por otros posmaterialistas, sino más bien un agregado pretendidamente conciliable. Exige la asunción de algunas responsabilidades pero apenas ninguna renuncia. El objetivo es conquistar la fórmula que permita mantener las expectativas de consumo de las sociedades de la abundancia de forma armónica con el entorno, lo que pasa principalmente por corregir solamente las formas de satisfacer tales expectativas. En esta dirección, por un lado, se invita a la ciudadanía a asumir ciertas responsabilidades cívicas y cambios de hábitos individuales (reciclar, no malgastar el agua, cuidar el entorno, etc.) y a adoptar determinados patrones de consumo; por otro lado, se exige a los actores económicos una transformación de los procesos productivos para hacerlos energéticamente más eficientes y minimizar o gestionar la incorporación en el ambiente de desechos en forma de gas, líquido y sólido. Ello significa, pues, someter a ciertos límites los procesos productivos, pero también someter a su vez esos límites a las exigencias de reproducción del capital.
La clave de esta (quimérica) pretensión conciliadora es encomendada al progreso tecnocientífico, exagerando su potencial para sortear o minimizar los márgenes de incertidumbre e ignorancia en las interacciones entre el ser humano y el entorno, y para remplazar o corregir progresivamente los dispositivos ambientalmente más problemáticos con nuevas tecnologías. De este modo, la innovación tecnológica, disciplinada (sea de forma política o espontánea, bajo las leyes del mercado) conforme a patrones verdes, se configura como principal mecanismo regulador de las posibilidades de transformar cualitativamente el crecimiento económico. Igualmente, se impone como lenguaje dominante para la comprensión y problematización de las múltiples manifestaciones y dimensiones de la crisis ambiental, así como para la delimitación de sus posibles soluciones.
EL DESARROLLO SOSTENIBLE COMO MOTOR DE LA INJUSTICIA AMBIENTAL
A continuación, quiero mostrar cómo el acoplamiento de la matriz reguladora del desarrollo sostenible a las estructuras institucionales del capitalismo global y los Estados de bienestar tiene un potencial reformista muy modesto y fragmentario, y contribuye a legitimar y reproducir determinadas inequidades distributivas que se han ido acumulando a lo largo de la historia del capitalismo en relación con los beneficios y pasivos ambientales de la economía-mundo, lo que ha incorporado, a su vez, nuevas fuentes de inequidad.
Desarrollo sostenible y desigualdades en la distribución de los beneficios de la economía-mundo
La visión de la justicia social comprendida dentro de la matriz reguladora del desarrollo sostenible hereda y obvia los fracasos del aparato institucional del capitalismo tardío para cumplir el objetivo de garantizar una distribución equitativa de los beneficios del capitalismo global