Leyendas del rugby. Danis Dionisi
que alguno iba a calificar de “hitleriano”. No solo la presencia física de este hombre que aparentaba más edad de la que tenía impactó a los jugadores. Su gesto adusto, serio, absolutamente contrastante con la algarabía que reinaba en el recinto, y su mirada pétrea hacían sentir a los jóvenes que los podía mirar fijo a cada uno al mismo tiempo, aunque fueran veintiséis contra uno.
Lo que un rato antes era euforia y griterío de pronto se convirtió en un silencio sepulcral. El hombre se acercó a Camardón y le susurró algo al oído en inglés. La orden llegó enseguida: “Dice el profesor Van Heerden que en cinco minutos los espera a todos en el centro de la cancha cambiados para entrenar”.
“Fue el entrenamiento más duro de mi vida. Parecía la colimba. Bajo la lluvia, Van Heerden nos tuvo una hora y media haciendo salto de rana, teníamos que tocar el travesaño de los palos, caer y volver a saltar…”. Años después, en una entrevista, el Pato García Yáñez recordaba esa noche con lujo de detalles:
Creí que no lo iba a aguantar. Hubo momentos en que me ahogaba, y eso que yo era uno de los más entrenados. El tipo, con el traje puesto, todo mojado y con el único detalle de unas galochas de goma, nos daba con todo. Después del físico empezamos a hacer algunos movimientos con pelota, con una guinda pesadísima y pintada de blanco para que se viera en la penumbra de la cancha de Gimnasia. Esa noche cuando volví a mi casa pensé que lo de Sudáfrica iba a ser más bravo de lo esperado. Si allá todos entrenaban como lo hacía este tipo la cosa iba a ser muy dura. Sin embargo, años después me di cuenta de que en esa noche lluviosa habíamos hecho el clic. Ahí fue cuando empezamos a construir el éxito de la gira del 65, y con el tiempo terminamos adorando a ese sudafricano que nos había metido miedo en la cancha de Gimnasia.
Cuando ya hacía rato que el entrenamiento había terminado y el viejo vestuario de Jorge Newbery solo estaba habitado por el silencio, Izak van Heerden, todavía con el traje mojado, le regaló unas palabras a Alberto Camardón: “Me parece que en Sudáfrica van a ganar más partidos de los que ustedes creen”.
La sonrisa del entrenador argentino iluminó la medianoche de Palermo.
3 Botines, la decisión correcta
1965. Un viaje agotador con escalas en ciudades africanas de nombre difícil de pronunciar. La llegada a Johannesburgo y la sorprendente recepción. Conferencia de prensa, algo inédito para los jugadores argentinos. Firma de autógrafos, más inédito todavía. Otro viaje, esta vez más corto, y el equipo ya instalado en Rodesia, sede del partido inaugural de la gira. Primer entrenamiento. De pronto, el grito de Papuchi Guastella: “¡Vos no podés jugar con eso!”.
Roberto Cazenave, fullback del SIC, era uno de los más jóvenes del plantel y su inclusión en la lista se decidió luego de un drop de mitad de cancha que configuró un milagro doble. Por un lado, el drop en sí mismo, a más de cincuenta metros del ingoal, en línea oblicua a los palos y con una potencia tal que la pelota pasó con mucho resto por el medio de la hache. Una patada que no solía verse en aquellos tiempos. La otra parte del milagro fue que ese partido amistoso con Alumni era presenciado por Alberto Camardón, entrenador del seleccionado, quien al llegar a casa llamó a su compañero Guastella para avisarle que ya tenían pateador.
“¡Vos no podés jugar con eso!”.
“Eso” era un par de botines Sacachispas, conocida marca de aquellos años que con solo nombrarla arranca un lagrimón a los nostálgicos. Para Bove Cazenave, los gloriosos Sacachispas eran su calzado de toda la vida. Incluso el drop que lo llevó a Sudáfrica había sido ejecutado con el botín de tapones de goma. Pero claro, no parecía lo más adecuado para entrar a la cancha en un partido internacional.
Acompañado por Guastella, Bove recorrió algunas tiendas deportivas y se hizo de un par de botines nuevos, brillantes, con tres tiras y tapones de madera. Los Sacachispas quedaron en el fondo del bolso, traicionados por su compañero de tantos años.
Por fin llegó el momento del debut del seleccionado en la gira del 65. Frente a Rodesia, Los Pumas jugaron un gran partido y marcaron cuatro tries. Pero el resultado final no fue favorable: Rodesia le ganó a Argentina 17-12. ¿La razón? El pateador argentino tuvo una tarde negra. Roberto Cazenave, incómodo y ampollado, casi sin saber cómo pararse sobre esos zapatos nuevos, desperdició todas las conversiones y los penales que tuvieron Los Pumas a favor. Ni un punto salió del pie de Bove ese día.
Luego del partido, ya en el vestuario, a alguien le pareció escuchar una risotada socarrona que venía desde las entrañas de la pila de bolsos de la delegación. A partir de ese momento Eduardo Poggi reemplazó a Cazenave como pateador de la gira, sorprendiendo a los sudafricanos con su famosa guadaña.
1988. Francia ganó el primer Test y se espera una batalla durísima para la revancha en cancha de Vélez. Porta no juega. ¿Quién será el pateador? Los Pumas, concentrados en el predio de Adidas en Tortuguitas. Último entrenamiento antes del Test. De pronto, el grito de Michingo O’Reilly: “¡Vos no podés jugar con eso!”.
En los años ochenta, todo el mundo usaba botines con largos tapones de aluminio, pero Daniel Baetti jamás se acostumbró a ellos. Las pocas veces que los probó terminó el partido con la planta del pie destrozada. Definitivamente, el brillante jugador rosarino era fiel a los “Adipan”, los botines que habían provocado el grito del entrenador de Los Pumas.
O’Reilly conminó a Banana Baetti a jugar el partido con tapones de aluminio. En su puesto de medio scrum y con la responsabilidad de ser el pateador del equipo, el jugador rosarino no podía dar ventajas.
Pero Banana tenía un plan.
El día del partido escondió los Adipan en el fondo del bolso, y hasta un instante antes de emprender el camino a la cancha lució a la vista de todos unos brillantes zapatos con tiras verde flúo y, por supuesto, tapones de aluminio. Pero en el último minuto, haciéndose el distraído en un rincón del vestuario, los cambió por sus botines de toda la vida. En el pasillo que conducía hacia el césped de Vélez el medio scrum se retrasó un poco junto a Madero, su compañero en la pareja de medios, y a Rafa le sorprendió que los tapones de Banana no hacían ruido cuando chocaban contra el piso de cemento. Hubo risas, un cruce de miradas, algún guiño cómplice y todo estuvo bien.
El partido de esa tarde fue una verdadera guerra. Argentina y Francia disputaron uno de los choques más violentos que se hayan jugado en nuestro país y el resultado final fue un histórico 18-6 para Los Pumas, quienes no apoyaron ningún try en el ingoal francés. Todos los puntos argentinos surgieron del talentoso pie derecho de Daniel Baetti. Un pie que esa tarde lucía un viejo y comodísimo Adipan con tapones de goma.
Baetti no tenía ni la más mínima idea de lo ocurrido veintitrés años atrás en Rodesia. Banana apenas conocía de nombre a Bove Cazenave. Pero los grandes jugadores como él llevan una preciosa información en su ADN Puma. Esa información que en la legendaria tarde de 1988 le permitió tomar la decisión correcta.
4 El hombre
En junio oscurece temprano. Por eso aquel tercer tiempo empezó de noche.
Y en el frío anochecer de San Isidro fueron pocos los que vieron llegar a ese joven de pelo oscuro y cara conocida.
Enseguida se dieron cuenta de quién era y se sorprendieron. No debía estar ahí. Su partido en Virrey del Pino habría terminado una hora antes. Este no era su tercer tiempo.
El joven bajó del auto, caminó unos metros y llegó a la puerta del salón donde reinaba el bullicio. Era un tipo muy educado pero no saludó a nadie. Parecía retraído, ensimismado, concentrado. Como si fuera un jugador recorriendo el camino del vestuario al césped antes del test match de su vida. Él lo vivía así. Y no se equivocaba.
Los que lograban hacerse escuchar en el ruidoso tercer tiempo del SIC hablaban sobre el tema del momento, la capitanía de Los Pumas.