Historias reales. Urla A. Poppe

Historias reales - Urla A. Poppe


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      Eso eran para ellos Jack y Anne, unos indeseables que por razones que les resultaban ajenas tenían que ser apresados y llevados al Consejo para su posterior ejecución. Los Cazadores nunca sabían el por qué de las capturas: tan solo obedecían la orden. Nadie confiaba los Cazadores. No eran inteligentes, ni mucho menos, pero sí muy fuertes y difíciles de controlar. Muy pocos tenían el control sobre ellos, y ahora su misión era capturar a Jack y Anne.

      La pareja cruzó la plaza principal. Les llevaban ventaja, y se escondieron debajo de unas obras. Anne se recogió el pelo. Sus ojos de color violeta reflejaban sus dudas, temía por Jack, y sobre todo temía que esta vez no saliesen vivos. Sus pensamientos se mezclaban en su cabeza. Recordó el primer día que lo vio. Hacía ya tanto tiempo de eso…

      Jack era el iniciador de Anne, fue él quien la convirtió en vampiro. Ella era una campesina que vivía con sus padres en un pequeño pueblo muy pobre de la remota y ahora dividida Rusia. No tenían mucho dinero y Anne trabajaba para poder ayudar en su casa con algunos gastos. Era el año 1672, y en esa época los vampiros eran muy conocidos y temidos por sus crueles matanzas y reuniones escandalosas.

      A los padres de Anne les habían advertido de que su hija podía ser la próxima víctima de aquellos seres. Ella poseía algo especial, algo que todos advertían, y desde luego era presa fácil de los vampiros. Su belleza física, llena de enigma y misterio, la convertía en candidata de cualquier indecente. La peste de vampiros que acechaba a la Europa del este hacía que el pánico entre padres de chicas hermosas fuese casi insoportable. Se sabía que los vampiros, cazadores nocturnos, preferían a las jóvenes vírgenes y pobres, pues no llamaban tanto la atención de la policía… Los padres de Anne intentaron cuidarla y alejarla de todos los males durante muchos años, pero con el tiempo se tranquilizaron. Por eso le permitieron ir a trabajar al bar del pueblo, inconscientes de los peligros que le acechaban.

      Jack pasó una noche por el pueblo y decidió descansar en una posada. Pero antes de eso, fue al bar. Llevaba muchos años vagando solo por el mundo y nunca se había planteado tener un compañero. Su creador lo abandonó, lo dejó con miles de preguntas, miles de interrogantes sobre su nueva raza. Hacía tanto tiempo que no pensaba en su creador. Para Jack no era más que una sombra del pasado, un nombre para la muerte, pues para él su nueva vida era una parte de lo que la muerte debía ser…

      Jack nunca antes había tenido un elegido. Siempre fue muy cerrado y prefería vivir solo, lejos de la gente. Pero cuando vio a Anne sintió algo muy extraño dentro de él. Fue un instante, un minuto intenso, en el que contempló aquellos ojos, aquella sonrisa, sus labios cerrándose misteriosamente para luego volver a abrirse y que sonara esa voz melodiosa y angelical; un alivio a tantos años de tormentos solitarios. Su cuerpo se estremeció, sus ojos se entrecerraron y dejaron escapar dos lágrimas de sangre en honor a aquel momento tan humano… Jack sabía que muchos otros como él habían visto lo mismo, pero algo le decía que esa mujer estaba en su destino, que algo muy importante estaba por ocurrir y ella era parte de ese acontecimiento.

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      —¡Pero si es uno de los nuestros, de los solitarios! —exclamaron dos hombres envueltos en gabardinas negras y con espadas atadas a la cintura. Eran grandes y muy imponentes…

      —Déjenme en paz. Hoy no quiero salir de compras con nadie. Y menos con ustedes.

      —No te pongas tan a la defensiva. Sabemos lo que quieres. Pero ella es nuestra. La vimos primero y eso nos da el derecho de hacer lo que queremos con ella. ¿Verdad, Sergio?

      —Sí, ya debes conocer las reglas. Y no creo que hayas iniciado a alguien en tu vida. Pareces virgen. —Los dos se rieron.

      —No creo que ustedes sean tampoco iniciadores. Yo diría que son los Cazadores los que están detrás de todo esto.

      Sus palabras molestaron a los dos vampiros, que se quedaron en silencio. En ese momento un miedo los invadió. Algo había en el aire. Una extraña energía merodeaba fuera, entre las sombras. Los dos vampiros se miraron y salieron del lugar sin decir nada. En cambio Jack no hizo caso de la alarma. Era la llegada de los Cazadores, que se encontraban en esa zona. Jack jamás había tenido problemas con ellos. Todo iba a cambiar cuando conociera a Anne. Ella era lo que él quería, pero no era el único.

      La noche estaba más clara que nunca. Las estrellas se reflejaban en el lago, cerca de la gran casa. La luna no brillaba; un leve reflejo suyo acompañaba a las solitarias estrellas y también a Ardos, que llevaba media hora apoyado en el marco de la ventana de su cuarto. Estaba muy inquieto por un sueño que había tenido. Sus ojos verdes se iluminaban como los de un tigre en medio de un bosque negro. Su porte imponía a todo el que se le acercase, por algo era considerado un ser importante y lleno de un poder extraordinario, pero no el suficiente como para gobernar, como para ser el rey…

      A Ardos se le revelaba quién era el rey y aquella noche debía ir en su busca. Todos sabían que Ardos era muy poderoso y sus influencias con los mortales también eran enormes.

      Los Cazadores se sentían muy nerviosos con la presencia de Ardos y fue él quien les ordenó que buscasen a Anne, pues su destino estaba marcado desde más tiempo del que Jack se imaginaba.

      Jack ignoraba todo aquello, más cuando vio a los Cazadores y supo enseguida que iban tras Anne. Tenía que actuar rápido, antes de que fuese demasiado tarde. Así que se acercó a Anne y le habló.

      —Oye, puede que no me creas, pero estás en peligro. Quiero que confíes en mí y vengas conmigo.

      —¡Debes de estar loco! Yo no me voy con un desconocido solo porque me diga tales mentiras. Será mejor que te marches, debes de estar muy borracho.

      —No tienes ni idea de lo que dices. ¿Viste a esos dos tipos que estaban en aquella mesa? Venían a por ti, son vampiros…

      Anne sintió que le decía la verdad. Sus padres le habían advertido de los vampiros y de lo terribles que eran con la gente. No creyó que Jack fuera uno de ellos y sin motivo aparente confió en él. Era como si lo conociese desde hacía mucho tiempo, como de otra vida. Lo miró. Acto seguido vio que unos extraños entraban al bar. Eran muy grandes, más imponentes que los dos anteriores. Estos daban miedo y muy poca confianza. La gente se asustó y salió del lugar.

      Jack la agarró del brazo y se la llevó por la puerta de atrás. Ella no entendía qué pasaba, vio que alguien los seguía. Corrieron en medio de la noche y se dirigieron al bosque. Allí se adentraron sin un rumbo fijo. Al darse cuenta de que no los seguían, se detuvieron a descansar.

      —Dime quién eres y si sabes por qué nos siguen —le pidió ella.

      —Mi nombre es Jack, y la verdad, no entiendo por qué «ellos» nos siguen. Sé que es una tontería, pero me parece que te conozco de algo, aunque no sé de qué. Tienes una magia a tu alrededor que nunca antes había visto. Debes de ser alguien muy especial, porque te persiguen a ti, no a mí. Yo nunca he causado problemas, no tienen por qué buscarme.

      —No entiendo lo que dices. ¿Quiénes son «ellos»? —preguntó Anne, confundida.

      —Siento mucho que tengas que pasar por esto. Yo no soy lo que piensas —se disculpó Jack.

      —¿De qué hablas?

      —Soy un vampiro.

      Los dos se quedaron en silencio. Ella lo miró con asombro y se quedó muy pensativa. Pasó un rato. El peligro parecía haber desaparecido, así que Jack la acompañó a su casa. Amanecería enseguida.

      Aquel día Anne no podía dejar de pensar en lo que Jack le había dicho. A pesar de todo no le tenía miedo, y tampoco creyó que fuese malo. Sus padres y los del pueblo siempre contaban historias terribles, mas él la había salvado de algo que sí tenía más sentido que aquellas historias.

      Anne nunca se había sentido como una chica cualquiera. Desde que era una niña se sentía llena de poderes, de magia prohibida para otros… Podía leer la mente de los demás, mover objetos. Era muy rápida y astuta, atributos no muy habituales


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