Un príncipe en el desierto - La mujer más adecuada. Rebecca Winters

Un príncipe en el desierto - La mujer más adecuada - Rebecca Winters


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      –No. Hay una invitada en el palacio que hace dos días quedó atrapada en una tormenta de arena. Estuvo a punto de morir.

      Farah se llevó la mano a la boca horrorizada.

      –La ha visto el doctor Tamam y dice que se está recuperando bien, pero creo que le vendría bien tener una amiga mientras esté aquí, para que no se sienta muy sola. Su abuela murió hace poco. Tú eres la persona ideal para ayudarla a superar este difícil momento. ¿Podrías pasar un rato con ella esta tarde?

      –Encantada. Haré todo lo que pueda para animarla. ¿Dónde está alojada?

      –En la suite del jardín.

      Su hermana se puso en pie.

      –¿Tú la llevaste allí? –preguntó incrédula. Era conocida como la suite de la luna de miel entre los miembros de la familia real.

      –Le pedí al doctor Tamam que la llevaran allí después del reconocimiento. Tras su horrible experiencia pensé que debía estar rodeada de belleza. ¿No estás de acuerdo?

      –Oh, sí, ¡por supuesto! Sólo tú pensarías en eso. ¿Quién es?

      –Es una mujer joven que vive en Suiza y se llama Lauren Viret. Vino aquí confiando en superar la pérdida de la mujer que la había criado. Quizá te cuente qué era lo que esperaba hacer durante su visita al oasis. Es fácil hablar contigo, Farah.

      –Lo intentaré. Tienes razón, no debería estar sola después de haber sufrido esa tormenta de arena.

      –Gracias. Te agradezco en el alma que me hagas este favor personal. Una cosa más, le he dicho que soy el jefe de seguridad del palacio.

      Ella sonrió.

      –Bueno, suponía que no le habrías dicho que eres el príncipe.

      –No. Pensé que decírselo sería demasiado para ella y que se sentiría incómoda quedándose aquí. Le he dicho que me llame Rafi.

      –Hace años que no oigo a alguien llamarte así –le guiñó un ojo antes de salir al pasillo.

      –Mantenme informado, Farah. Si te dice algo que creas que debo saber, ven a contármelo –la siguió.

      Ella lo besó en la mejilla.

      –Lo prometo.

      Él sabía lo que su hermana estaba pensando. Rashad iba a casarse seis meses más tarde. Tenía que llegar el día en que obedeciera a su padre y celebrara la ceremonia que pondría fin a su libertad.

      Pero puesto que seguía soltero, su hermana sospechaba que tenía más interés por la chica norteamericana, al margen de su preocupación por que se recuperara después de su mala experiencia. Eso era exactamente lo que Rashad quería que Farah pensara. Si ella pensaba que podía servir para que se desencadenara una situación romántica, mucho mejor. Con su inocencia, Farah era la espía perfecta.

      Durante la siesta, Lauren oyó que la doncella la llamaba.

      –¿Sí? –preguntó sentándose en la cama.

      –Tiene visita, señorita.

      Lauren miró el reloj. Sólo eran las cuatro. Se le aceleró el corazón. ¿Rafi se había adelantado porque no podía esperar para verla?

      –¿Quién es? –preguntó mientras bajaba de la cama.

      –La princesa Farah.

      Lauren se cubrió la boca con la mano para ocultar su sorpresa. No podía creer la suerte que tenía. Había ido hasta allí para conseguir información acerca de su abuelo. Hasta ese momento no se había atrevido a preguntarle a Rafi nada acerca de la familia real. Puesto que era el jefe de seguridad podría sospechar de sus motivos. Pero ¿la princesa? Seguro que ella disfrutaba hablando de su familia.

      –¿La has hecho pasar al salón?

      –Sí, señorita.

      –Entonces, por favor, dile que saldré enseguida.

      Se dirigió al baño para retocarse la pintura de labios y cepillarse el cabello. Sin perder un instante, fue hacia el salón. La princesa estaba de pie junto al escritorio. Iba vestida con unos pantalones color crema y una blusa de color rojo sangre. Con una figura voluptuosa y su melena negra, era la mujer más guapa que Lauren había visto nunca.

      –Perdone por haberla hecho esperar, Alteza.

      –No se preocupe, señorita –dijo Farah en inglés–. Me llamo Farah. Rafi me dijo su nombre. ¿Puedo llamarte Lauren? Es un nombre precioso.

      –Por favor –dijo Lauren–. Usted también tiene un nombre muy bonito.

      –¿Nos sentamos a la mesa? He pedido que nos sirvan un té de menta.

      –Gracias. Esto es un verdadero honor para mí –Lauren se acercó a la mesa y se sentó frente a Farah.

      –La familia se ha enterado de lo que te pasó durante la tormenta de arena. No puedes imaginarte lo horrorizada que me quedé cuando me lo contaron –las lágrimas brillaban en sus ojos–. Ha debido de ser terrible.

      –Lo fue, pero ya ha pasado y me alegro de estar viva.

      –Mi esposo, Abdul, quedó atrapado en una cuando era niño. A veces pienso que quizá sea bueno que no hayamos podido tener hijos. Si les pasara algo así… –no pudo terminar la frase.

      –Debe de amar mucho a su marido. Quizá algún día os bendigan con un hijo.

      –Abdul es el hombre más tierno y amable que conozco, pero yo ya he sufrido dos abortos. Los especialistas no pueden prometerme nada así que sólo podemos esperar que algún día…

      –Lo siento.

      Ella negó con la cabeza.

      –Dejemos de hablar de cosas tristes. Celebremos que estás viva. Según el doctor, estuviste a punto de morir. Él habría tenido que responder ante mi padre si no hubiese podido salvarte.

      –Estoy muy agradecida por todo lo que el doctor Tamam y Rafi han hecho por mí. Si pudiera pagar por el tiempo que el doctor ha empleado conmigo y por el hecho de que Rafi fuera al lugar del accidente en helicóptero y me trasladara a tiempo a la clínica…

      –No quieren tu dinero, Lauren. Lo importante es que estás bien.

      –Pero ser la invitada del rey…

      –Mi padre recibe a todos los visitantes si vienen de forma pacífica

      Si el rey descubriera quién era Lauren en realidad, ella no estaba tan segura de que la recibiría tan bien.

      –¿Es su única hija?

      –No. Tengo dos hermanas mayores y un hermano. Somos gemelos.

      Lauren se terminó la taza de té.

      –A mí me habría encantado tener hermanos o hermanas. Por favor, transmítales mi agradecimiento a su madre y a su padre. Nunca he visto un apartamento tan bonito en mi vida. Las flores del patio son como un milagro.

      –A mi madre le encanta ese jardín.

      –Y a mí también.

      –Si no crees que te cansarás demasiado, mañana me encantaría enseñarte los alrededores del palacio. Es un jardín enorme.

      –¡Me encantaría! –quizá fuera la única oportunidad que tuviera para aprender cosas acerca de la familia de Farah y de su abuelo antes de marcharse del palacio.

      –Dime todo lo que te apetezca hacer mientras estés aquí en el palacio y yo lo organizaré.

      –Es muy amable. Mustafa mencionó algo sobre Garden of the Moon. ¿Cree que es un lugar que debo visitar? –dadas las circunstancias confiaba en que la mentira sobre Mustafa no se le tuviera en cuenta.

      La princesa la miró sorprendida.

      –Me


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