Soñar la realidad. Lia Pistiner de Cortiñas
Considerarlo así es brindar una posibilidad de lectura que hasta ese momento el paciente era incapaz de hacer, precisamente por la escisión. Lo que parece más enfermo equivale a una señal de que el paciente no puede seguir así pues el riesgo es enfermarse más y mejor.
5) El trastorno de los procesos de simbolización. Es lo que llamamos “símbolo fachada”, significa que ese símbolo carece de un proceso auténtico de transformación de la experiencia emocional. Lo que parece un símbolo es una fachada que carece de interioridad y de significado emocional. Es una simbolización al servicio de la adaptación al mundo externo, escindiendo las emociones que quedan relegadas a nivel protomental o prenatal, en el sentido de su nacimiento psíquico. El contacto con la realidad en ese sentido está a un nivel predominantemente fáctico, prescindiendo del significado emocional, que es escindido y queda relegado al funcionamiento somático.
Para el abordaje técnico de esta problemática consideramos necesario el desarrollo de una auténtica simbolización como una herramienta necesaria para establecer contacto con la realidad externa, pero sobre todo con el mundo interno, de un modo no sólo pragmático.
Una viñeta clínica para ejemplificar esto: a una paciente de alrededor de 50 años, muy exitosa profesionalmente pero con un serio fracaso matrimonial, que siempre me decía que ella se cuidaba, de repente le diagnostican un cáncer y tiene que ser operada de urgencia. Se trataba de una persona con la cual era muy fácil tener un diálogo convencional pero con la cual era muy difícil hablar de sus vivencias emocionales. Llegó al análisis debido a su fracaso matrimonial, pero cuando yo intentaba aproximarme a alguna cuestión relacionada con lo afectivo se ponía violenta y me llevó bastante tiempo poder confrontarla con hechos evidentes, puesto que la irritación violenta constituía una especie de barrera que parecía infranqueable. Había una contradicción manifiesta entre su exitosa adaptación al mundo externo, su éxito profesional y el fracaso de su vida emocional. Casi era una cuestión caracterológica el hecho de transitar sólo por caminos seguros. Pero el crecimiento emocional no puede aprenderse en los libros y es necesario poder aprender de los errores, ese no era un camino seguro y por eso era evitado. Ahora, cómo se hace para evitar la cuestión de las emociones en un análisis, salvo con la complicidad de la analista, cosa que no iba a ocurrir. Los silencios prolongados en los que a veces transcurrían las sesiones eran matizados con irritaciones violentas cada vez que yo intentaba alguna descripción de esa problemática. La paciente se había aislado mucho en todo lo referente a su vida emocional y con el tiempo se encontró cada vez más sola; si bien tenía un sufrimiento por su soledad, tampoco dejaba mucho que en el análisis pudiéramos aproximarnos a las cuestiones de los estados emocionales y tampoco podía, debido a la misma problemática, curar del todo las heridas que había dejado su fracaso matrimonial. Correspondía, en cuanto a ciertos rasgos de la personalidad, a lo que describimos en relación a estos pacientes con D. Liberman: muy cumplidores en lo formal, –por ejemplo en cuanto a horarios y honorarios– pero al mismo tiempo con una violencia apenas contenida cuando yo intentaba aproximarme al campo emocional. Al cabo de unos años apareció el cáncer con una indicación urgente de cirugía. No puedo decir que el cáncer –una enfermedad inmunológica, cuyas causas no se conocen hasta hoy en día– haya tenido como causa su disociación de lo emocional, pero sí que esta disociación no le permitía un crecimiento mental en cuanto a los vínculos emocionales. Tengo sí la impresión de que esta disociación de lo emocional puede haber sido un factor que podría haber incidido en la aparición de una enfermedad somática tan grave. El conflicto, que lamentablemente no puede llegar a manifestarse como conflicto, entre la sobreadaptación “eficiente” a la realidad externa y el rechazo, a veces muy activo, hacia todo lo referente a lo emocional, es el núcleo central en este análisis, puesto que si no podemos encarar esta cuestión no hay manera de crecer auténticamente en lo referente al crecimiento mental-emocional.
Después de esta breve digresión por el campo de una ilustración clínica voy a continuar refiriéndome a ciertas características del análisis con estos pacientes sobreadaptados que somatizan. Dentro del contexto de la situación analítica, nuestra caracterización de la problemática clínica nos llevó a una diferente concepción de la alteración del encuadre, cuando esto ocurre con estos pacientes. Pensamos que en el caso de estos pacientes que suelen ser “tan cumplidores”, cuando se da alguna alteración del encuadre como por ejemplo una llegada tarde, esto equivale a una señal de que el proceso analítico ha llevado a una ruptura o quiebre de la rígida estructura caracterológica. Estas llegadas tarde son casi el equivalente de un acto fallido, que como sabemos requiere un alto grado de simbolización de lo emocional y un mínimo de control defensivo. Podríamos considerarlo como un cambio en la relación continente-contenido: como si ese continente de sobreadaptación ya no diera para más en relación a los contenidos emocionales. La ruptura del encuadre puede entenderse desde un vértice psicoanalítico como un contenido a la búsqueda de un continente diferente.
Desde esta perspectiva, nuestro trabajo clínico con pacientes psicosomáticos trata de cómo construir o ampliar un continente diferente para contenidos en evolución. Este es un modelo para pensar el problema de cómo generar un espacio para dar cabida a la realidad psíquica. El paciente sobreadaptado que somatiza suele vivir en un mundo fáctico, en un mundo de datos opuesto al mundo de significados, sobre todo de significados emocionales. A un sueño, a una asociación, a un poema, a un mito se le puede encontrar un significado emocional. A un hecho fáctico no: es “una realidad”, “una cosa en sí”. Nuestra mente y nuestro desarrollo emocional se nutren de significados.
Estas ideas están inspiradas en mi práctica clínica y son un intento de enfrentar algunas de las dificultades con las que me he encontrado. En ese sentido intento el desarrollo de algunas ideas que me han sido útiles para pensar la clínica y que voy a presentar a continuación.
1) La revolucionaría idea de Bion de que los pensamientos son anteriores al pensar y que estimulan el desarrollo de funciones para pensarlos fue la base de muchas evoluciones. Una idea muy fecunda es la postulación de aspectos prenatales de la mente. En este capítulo propongo ampliar la conjetura imaginativa de aspectos prenatales de la mente y esta extensión tiene el sentido de ampliar la investigación psicoanalítica desde la concepción de cura hacia el vértice del crecimiento mental.
La hipótesis de aspectos prenatales de la mente conlleva la idea de una mente embrionaria con potencialidades de desarrollo. Es una concepción de la mente como un universo en expansión, concepción que es central para relacionar pasado, presente y futuro. A diferencia de otras especies, el ser humano no nace con un equipo innato con todo lo que tiene que saber encriptado en su ADN para sobrevivir. Lo que trae innato se complementa con lo que recibe de su entorno familiar y su cultura –y esto requiere, como sabemos, de muchos años en vínculos amorosos y protectores para desarrollar sus potencialidades.2
Esta concepción es la que intento desarrollar aquí a través de la conjetura de aspectos prenatales de la mente, que podemos concebir como pensamientos embrionarios y/o pensamientos sin pensador, que necesitan intersectar con un pensador, es decir intersectar con funciones capaces de usar los pensamientos3 para pensar y poder así evolucionar. En ese sentido, no concibo el nacimiento psíquico como un punto de origen sino como un punto de intersección. Una idea prenatal sería, en este modelo, el equivalente de un embrión que evoluciona hacia un futuro bebé, que contiene potencialidades desconocidas y por lo tanto demanda una ruptura, una desarticulación de lo estructurado previamente que necesita ser recibido y transformado. Es una condición para el desarrollo de un continente para lo nuevo; como somos seres animados que habitamos en un mundo, en un cuerpo y una mente cambiantes, necesitamos poder desarrollar un continente para los cambios.
Como psicoanalistas esta idea nos lleva por su parte a la noción de encuadre, concebido como marco protector y continente para dar lugar al desarrollo de los cambios que la persona necesita para crecer. Podemos complementar la hipótesis de la evolución de la personalidad con la de cambio catastrófico, no en el sentido de una catástrofe, sino de algún cambio, el que asu vez no es producido por una evolución continua en el tiempo, sino por un movimiento brusco, por ejemplo el surgimiento de los Andes, los cambios de la adolescencia, algún suceso traumático, etcétera.
2) Me parece central