La Sonrisa Escondida de Dios. John Piper

La Sonrisa Escondida de Dios - John  Piper


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llevar a Su iglesia al mar de la tribulación, no va a ser sino hasta el cuello, y hasta donde Él permita, y sin ser ahogados. 2 Reyes 19:28; Isaías 37:29; 8:7-8. Lo que sostengo es que el Señor los tiene bajo Su control y les da órdenes; en ningún momento se pueden lanzar contra Su pueblo sino con Su permiso y compasión en cuanto a lo lejos que pueden ir, y dónde se deben detener33.

      Esta sólida visión del dominio de Dios sobre Sus enemigos es el fundamento del consuelo de Bunyan mientras ministra a su pueblo:

      En pocas palabras, he hablado de todo esto… para mostrarles que nuestros sufrimientos son ordenados y dispuestos por Él, de manera que puedan siempre, cuando se vean metidos en tribulaciones por causa de Su nombre, no vacilar ni sentirse desorientados, sino mantenerse firmes, compuestos y resueltos en sus mentes, y decir, ‘Hágase la voluntad del Señor’. Hechos 21:14 … Por consiguiente, con cuánta bondad nos trata Dios cuando decide afligirnos por un poco de tiempo, para poder tener misericordia de nosotros con una bondad eterna. Isaías 54:7-834.

      “Me dará lo que es mejor”

      Esta es la visión de la bondad soberana y misteriosa de Dios que ha sostenido a los cristianos en cada siglo y en todas partes del mundo. Es la visión que subyace en decenas de himnos que el pueblo de Dios ha cantado a través de muchas tormentas. De hecho, los grandes himnos generalmente provienen de la experiencia del sufrimiento y demuestran por su existencia la verdad de su mensaje–que las aflicciones dan fruto para el pueblo de Dios. Los ejemplos no solo provienen de William Cowper, sino también de otros.

      Karolina Wilhelmina Sandell-Berg (Lina Sandell) “era la hija de Jonas Sandell, pastor de la iglesia luterana en Fröderyd, Suecia. A la edad de veintiséis años, acompañó a su padre en un viaje en barco a Gotemburgo, durante el cual él cayó por la borda y se ahogó ante sus ojos. La tragedia afectó profundamente a Lina y la inspiró a escribir himnos”35; uno de los más conocidos es “Día en día”.

      Día en día Cristo está conmigo,

      Me consuela en el medio del dolor.

      Pues confiando en Su poder eterno,

      No me afano ni me da temor.

      Sobrepuja todo entendimiento

      La perfecta luz del Salvador.

      En Su amor tan grande e infinito

      Siempre me dará lo que es mejor.

      Esta es la misma visión de la bondad soberana de Dios que encontramos en Seasonable Counsel [Consejo a tiempo] de Bunyan. Nuestro Dios es bondadoso más allá de toda medida. “En Su amor tan grande e infinito” cada día nos “dará lo que es mejor”. Con Su poder eterno y amorosamente distribuido nos “consuela en medio del dolor”. La verdad y la belleza de este himno fue el fruto de la aflicción y continúa ayudándonos a tenerlo todo “por sumo gozo” (Santiago 1:2) para que la aflicción de nuestras propias vidas pueda dar “fruto apacible de justicia” (Hebreos 12:11).

      Bautista, anglicano, congregacionalista:

      Todos justificados por medio de la fe

      El sufrimiento de la persecución no fue otorgado igualmente a John Bunyan, William Cowper y David Brainerd. Sin embargo, hubo otra forma de aflicción que une a estos tres, y todos apreciaban el remedio, a pesar de que dio frutos muy diferentes en sus vidas. La aflicción fue la terrible agitación mental y oscuridad de la culpa delante Dios, y el remedio para ello fue la gran verdad bíblica de la justificación por gracia únicamente a través de la fe. Bunyan era bautista, Cowper anglicano y Brainerd congregacionalista. Una de las grandes misericordias de Dios es que, en sus tiempos, la doctrina de la justificación era clara y común para todos ellos.

      “Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas”

      La Segunda confesión de Londres fue forjada por bautistas en la época de Bunyan y fue publicada en su forma final en 1689, el año después de su muerte. Construida sobre la Confesión de fe de Westminster, fue totalmente clara con respecto a la justificación.

      A quienes Dios llama eficazmente, también justifica gratuitamente, no infundiéndoles justicia y rectitud sino perdonándoles sus pecados, y considerando y aceptando sus personas como justas; no por nada que hay en ellos o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo; no imputándoles la fe misma, ni la acción de creer, ni ninguna otra obediencia evangélica como justicia; sino imputándoles la obediencia activa de Cristo a toda la ley y Su obediencia pasiva en Su muerte para la completa y única justicia de ellos por la fe, la cual tienen no de sí mismos; es don de Dios.

      La fe que así recibe a Cristo y confía en Él y en Su justicia es el único instrumento de la justificación; sin embargo, no está sola en la persona justificada, sino que siempre va acompañada por todas las demás virtudes salvadoras, y no es una fe muerta sino que obra por el amor36.

      Esta fue la verdad que rescató a Bunyan de los terrores de sentirse irremediablemente condenado. “Oh, nadie conoce los terrores de esos días, excepto yo”37. Luego vino lo que parecía ser el momento decisivo.

      Un día, mientras entraba al campo… esta frase cayó sobre mi alma. Tu justicia está en el cielo. Y pienso que además vi con los ojos de mi alma a Jesucristo a la diestra de Dios; allí, digo, estaba mi justicia; de manera que dondequiera que estuviera, o hiciera lo que hiciera, Dios no podría decir de mí: él carece de mi justicia, porque la tenía justo delante de Él. También vi, además, que no era mi buen corazón el que haría mejor mi justicia, ni tampoco mi mal estado de ánimo el que la hacía peor, porque mi justicia era el propio Jesucristo, “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, Hebreos 13:8. Entonces sí que cayeron las cadenas de mis piernas. Fui liberado de mis aflicciones y mis hierros… Ahora también me volví a casa regocijándome por la gracia y el amor de Dios38.

      “Creo que habría muerto con gratitud y gozo”

      El fundamento sólido de Los treinta y nueve artículos de religión de la iglesia de Inglaterra (formulados en 1571) había existido por casi 150 años cuando William Cowper, el anglicano, experimentó el poder de su verdad sobre la justificación. El artículo 11, “Sobre la justificación del hombre”, dice:

      Ante los ojos de Dios somos estimados como justos pero sólo por el mérito de nuestro Señor y Salvador Jesucristo por medio de la fe y no por nuestras propias obras o merecimientos. Por lo cual el hecho de que estamos justificados por la fe es sólo una doctrina muy benévola y reconfortante…39.

      Ciertamente era consuelo para el joven Cowper que había sido enviado a un manicomio por su depresión suicida. Allí, un hombre de Dios le presentó las verdades del evangelio una y otra vez. lentamente, Cowper comenzó a sentir algo de esperanza. Un día abrió la Biblia al azar, y el primer versículo que vio fue Romanos 3:25, “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Él marca su conversión a partir de este momento, porque, como él dice,

      De inmediato recibí la fortaleza necesaria para creerlo, y los rayos del Sol de Justicia resplandecieron sobre mí. Vi la suficiencia de la expiación hecha por Él, mi perdón sellado en Su sangre, y la plenitud y totalidad de Su justificación. En un instante creí, y recibí el Evangelio… Si no me hubiera sostenido el brazo del Todopoderoso, creo que habría muerto con gratitud y gozo. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y mi voz quedó entrecortada por la gran emoción que sentía; lo único que pude hacer fue mirar al cielo en silencioso temor, abrumado por el amor y asombro40.

      Nuevamente es “la totalidad de la justificación [de Cristo]” lo que el Espíritu Santo utilizó para despertar y rescatar a Cowper de la oscuridad de la condenación que se había asentado sobre él. La guerra por el alma de Cowper no había terminado, pero la batalla decisiva había sido peleada y ganada por el evangelio de la justificación por gracia a través de la fe.

      “Este camino de salvación, enteramente por la justicia de Cristo”

      El Catecismo menor de Westminster formó


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