La segunda independencia. Federico Prieto Celi

La segunda independencia - Federico Prieto Celi


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aristócrata británico, fue gobernador de Antigua y Barbuda entre 1850 y 1855, designado por S. M. Victoria I del Reino Unido.

      20 José A. de la Puente Candamo, Notas sobre la causa de la Independencia del Perú, 3° edición, Lima, 1971, p. 43 y s.

      21 José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 59.

      22 Francisco Quirós Chueca, Historia del Perú, Lexus, Barcelona, 2007, p. 742.

      23 Francisco Quirós Chueca, Historia del Perú, Lexus, Barcelona, 2007, p. 743.

      24 Francisco Quirós Chueca, Historia del Perú, Lexus, Barcelona, 2007, p. 746.

      25 Batalla de Guaqui (o Huanqui), conocida también como batalla de Yuraicoragua o del Desaguadero, el 20 de junio de 1811, entre las tropas realistas del Virreinato del Perú y las tropas del gobierno revolucionario de la Primera Junta de Buenos Aires, mandadas por Juan José Castelli y por Antonio González Balcarce, durante la primera expedición auxiliadora al Alto Perú, en el límite de la actual Bolivia, y el Virreinato del Perú.

      26 José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 243 y ss.

      27 Véase la historia completa de este caso en Fernán Altuve-Febres Lores, Los últimos soldados del rey, en Sobre el Perú, homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, tomo I, F. de Letras y Ciencias Humanas, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2002, p. 135 y ss.

       Más de un millón de peruanos camino de ser libres

      El virrey Francisco Gil de Taboada y Lemos, en el censo de 1796, encuentra 1 076 122 habitantes en el reino del Perú. «La intendencia de Lima alberga a 149 112 habitantes; la de Trujillo, a 230 967; la de Arequipa, a 136 175; la de Tarma, a 201 259; la de Huancavelica, a 30 917; la de Huamanga, a 111 410; la del Cuzco, a 216 282».

      El virrey José Fernando de Abascal y Sousa, en el censo de 1812, hecho para elegir a los diputados a las Cortes de Cádiz, «incorpora las poblaciones de la intendencia de Puno y los gobiernos de Guayaquil, Chiloé, Maynas y Quijos. El total que consigna es de 1 509 551 habitantes. La descomposición demográfica de entonces es como sigue: 178 025 españoles, 954 799 indios, 287 486 mestizos y 89 241 esclavos»28.

      El patriotismo o la fidelidad realista, el color de la piel (blancos, indios, negros), la clase social y económica a la que se pertenecía, el grado de educación y la manera de pensar, entre otros elementos, forjaron el mestizaje peruano. «Esta formación del tono mestizo general de la vida peruana se confunde con el nacimiento del país. La colonización española en el siglo XVI señala así el principio del Perú mestizo y occidental, que advierte no por la destrucción de una raza ni de una forma de vida, sino que es ancho fruto de unidad, a través del aliento de creación»29.

      Rey de Castro Arena considera tres elementos en la evolución ideológica de los peruanos de entonces: las ideas de los líderes políticos que dieron sustento a la revolución emancipadora; las motivaciones que hubo detrás de las diferentes conspiraciones, rebeliones y revoluciones, entre 1780 y 1920, en el Perú; y los acontecimientos internos e internacionales que formaron el contexto histórico del proceso de formación de la nacionalidad peruana30.

      ¿Qué piensan los criollos en la segunda década del siglo XIX? De la Puente intenta una síntesis: «Está el autoritarismo pragmático y experimental de Monteagudo; está la formación clásica, el sentido religioso y el profundo conocimiento de las ciencias naturales y la historia del Perú, que encarna Unanue; aparece en Toribio Rodríguez de Mendoza la lucha por obtener la síntesis viva y coherente entre los adelantos científicos de la “ilustración” y la creencia en la revelación cristiana; muéstrase en Sánchez Carrión un encendido empeño por el enaltecimiento de la libertad política, de los derechos del ciudadano y de la validez de la República; a la cátedra de San Marcos llegan hombres continuadores de las preocupaciones científicas del siglo XVIII, del espíritu de libertad de esos años, y de afirmación, asimismo, de principios políticos que vienen de la “escolástica”; y están del mismo modo presentes hombres que creen en la soberanía popular, dentro de los moldes que proclamaron las Cortez de Cádiz, y quienes creen en la monarquía, como José Ignacio Moreno, que la promueve como un elemento de estabilidad»31.

      Veamos ahora unos pocos, entre los muchos, protagonistas de la época de la independencia que han destacado en el proceso de evolución de la monarquía española a la República peruana, como ya hemos visto en el primer capítulo con los casos de Juan Pablo Mariano Viscardo y Guzmán y de Vicente Morales Duárez.

       José Baquíjano y Carrillo: amante del país

      «En pleno rigor del coloniaje, afirma Manuel Mujica Gallo, surge, admirablemente erguido, un limeño hoy en la penumbra, y en su tiempo alabado por el consenso de sus contemporáneos como el supremo adalid del liberalismo, de la entereza y del desinterés cívicos: José Baquíjano y Carrillo, Conde de Vista Florida»32.Y José de la Riva Agüero sostiene, a su vez, que Baquíjano, «autor del Elogio de Jáuregui, campeón de la renovación de los estudios, presidente de la Sociedad de Amantes del País y redactor principal del Mercurio, jefe del partido liberal, protector de la prensa libre y propagador del enciclopedismo […] es acreedor al recuerdo y al respeto de los peruanos»33.

      Baquíjano y Carrillo había nacido en Lima el 13 de marzo de 1751. Se doctoró en leyes, ejerciendo su profesión a través de diversos cargos públicos y judiciales, y la docencia en la Universidad de San Marcos. Como protector general de los naturales ante la Audiencia de Lima, realizó «una discreta pero brillante defensa de los caciques Bernardo Tambohuacso (1780), acusado por conspiración en el Cuzco, y Pedro Cimbrón (1781), acusado por fomentar el no pagar los tributos»34.

      Ese mismo año, la Universidad de San Marcos lo eligió para que pronunciara el discurso de elogio del nuevo virrey, que era Agustín de Jáuregui y Aldecoa, militar y político español, nacido en el Reino de Navarra, que venía de ser gobernador en Chile. Era este discurso normalmente una oración panegírica, llena de pueriles adulaciones y desaforadas hipérboles gongorinas, como comenta Riva Agüero35, quien añade:

      «Duraba todavía la impresión de terror producida por el suplicio de Túpac Amaru y su familia, y permanecían en armas muchos de los sublevados, cuando un catedrático de San Marcos se atrevía en un acto oficial y solemne a hablar de tiranía, sangrienta política y humillación, y a convertir la aparatosa ceremonia del elogio en un medio de aludir a todas las cuestiones del día y a expresar, casi sin embozo, las quejas de los criollos contra el régimen colonial. Si se considera el tiempo en que se pronunció, el Elogio de Jáuregui adquiere gran importancia: es el remoto anuncio de la Independencia».

      Leamos algunas líneas del panegírico: «El bien mismo deja de serlo si se establece y funda contra el voto y la opinión del público… Mejorar al pueblo contra su voluntad ha sido siempre el especioso pretexto de la tiranía… Un pueblo es un resorte que, forzado más de lo que sufre su elasticidad, revienta destrozando la mano imprudente que lo oprime y sujeta».

      Comenta Riva Agüero que «mucho arriesgó Baquíjano con este acto de valor moral» porque el Gobierno español, por desconfianza, «por más de quince años no le concedió ningún ascenso en su carrera judicial»36. La restauración absolutista del rey Fernando VII lo encuentra en Madrid donde, con algunos diputados, acude al besamanos para aprovechar la ocasión de defender a los insurrectos americanos, pero se encuentra con un desaire generalizado que termina con alejarlo de la Corte y, desterrado en Sevilla, muere «fiel a la monarquía»37 el 24 de enero de 1817, unos años antes de la independencia peruana.

       José Faustino Sánchez Carrión: el Solitario


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