Drácula. Bram Stoker

Drácula - Bram Stoker


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a agitarlo salvajemente en el aire. Luego, prosiguió: “Pero está aquí, y voy a encontrarlo. Está en la bodega, tal vez en alguna de esas cajas. Las abriré una por una y veré. Usted encárguese del timón”. Y con una mirada de advertencia, se puso un dedo sobre sus labios, y se dirigió hacia abajo. El aire comenzó a agitarse, por lo que no pude alejarme del timón. Lo vi subir nuevamente a cubierta con una caja de herramientas y una linterna, y luego bajar por la escotilla delantera. Está loco, total y completamente loco. No tiene ningún caso que trate de detenerlo. No puede hacerle ningún daño a esas grandes cajas, pues están llenas de arcilla y arrastrarlas de un lado a otro es lo más inofensivo que puede hacer. Así que aquí me quedaré cuidando el timón, mientras escribo estas notas. Sólo puedo confiar en Dios y esperar a que la niebla se despeje. Entonces, si no puedo navegar hacia algún puerto debido a este espantoso viento, arriaré las velas y esperaré, enviando señales para pedir ayuda…

      Ya todo está a punto de terminar. Justo cuando esperaba que el piloto saliera de la bodega más tranquilo, pues lo escuché martillando algo, y el trabajo le hace bien, surgió por la escotilla un grito repentino y asustado, que me heló la sangre. Subió corriendo a cubierta como si hubiera sido lanzado desde un cañón, completamente loco, con los ojos y el rostro convulsionados por el miedo. “¡Sálveme! ¡Sálveme!”, gritó, y luego miró a su alrededor a través de la neblina. Su terror se convirtió en desesperación, y dijo con voz firme: “Será mejor que usted también venga, capitán, antes de que sea demasiado tarde. ¡Está aquí! Ahora conozco el secreto. ¡El mar me salvará de Él, y es todo lo que queda!” Antes de que pudiera decir nada, o diera un paso para sujetarlo, saltó por la borda y se lanzó deliberadamente al mar. Supongo que ahora yo también conozco el secreto. Fue este demente el que hizo desaparecer a los hombres uno por uno, y ahora él mismo los ha seguido. ¡Que Dios me ayude! ¿Cómo podré explicar todos estos horrores cuanto llegue a puerto? ¡Cuando llegue a puerto! ¿Será que eso llegue a suceder?

      4 de agosto.

      Sigue habiendo neblina, que no permite ser traspasada ni por el sol. Sé que hay luz del sol porque soy marinero, pero no por otra razón. No me atreví a bajar ni a separarme del timón, así que aquí me quedé toda la noche, y en la penumbra de la noche lo vi, ¡a Él! Que Dios me perdone, pero el piloto tuvo razón en haber saltado por la borda. Es mejor morir como un hombre. Morir como marinero en el mar azul, es algo a lo que ningún hombre puede objetar. Pero yo soy el capitán, y no debo abandonar mi barco. No obstante, detendré a ese demonio o monstruo, pues ataré mis manos al timón cuando mis fuerzas comiencen a fallarme, y junto con ellas ataré también aquello que él, o esa cosa, no se atreverá a tocar. Y luego, haya buen o mal viento, salvaré mi alma y mi honor de capitán. Cada vez me siento más débil y la noche ya se acerca. Si vuelve a verme a la cara, tal vez no tenga tiempo de actuar… Si naufragamos, tal vez alguien encuentre esta botella, y así puedan comprender. Si no… bueno, entonces todos los hombres sabrán que he sido leal a mi juramento. Que Dios, la Santísima Virgen y todos los santos ayuden a esta pobre alma ignorante que solo está tratando de cumplir con su deber…

      Desde luego, el veredicto fue abierto. No hay evidencias que aportar, y ya no hay nadie que pueda atestiguar si el capitán cometió o no los asesinatos. La gente de aquí afirma casi unánimemente que el capitán es simplemente un héroe, y que debe tener un funeral público. Ya se han hecho los arreglos necesarios para que su cuerpo sea llevado en un tren de botes por un tramo del Esk, para luego ser traído de vuelta al Muelle Tate Hill y subido por la escalinata de la Abadía, pues será enterrado en el cementerio del despeñadero. Los propietarios de más de cien barcos ya han dado sus nombres para ofrecerse a seguir al capitán hasta su tumba.

      No se ha encontrado rastro alguno del enorme perro, lo cual es motivo de gran tristeza, porque, en el presente estado de la opinión pública, creo que hubiera sido adoptado por la ciudad. Mañana será el funeral, y así terminará este “misterio del mar”.

      Diario de Mina Murray

      8 de agosto.

      Lucy estuvo muy inquieta toda la noche, y yo tampoco pude dormir. La tormenta fue atemorizante, cuando resonaba estrepitosamente entre las marmitas de la chimenea, un escalofrío me recorría todo el cuerpo. Cada vez que se escuchaba una fuerte ráfaga de viento parecía el disparo de un cañón lejano. Curiosamente, Lucy no se despertó, pero se levantó dos veces de la cama y comenzó a vestirse. Afortunadamente, ambas veces me desperté a tiempo y pude desvestirla sin despertarla, y acostarla de nuevo. Este sonambulismo es una cosa muy extraña, pues en cuanto su voluntad se ve impedida de cualquier forma física, su intención, si es que la tiene, desaparece, y cede casi exactamente a la rutina de su vida.

      Temprano por la mañana, las dos nos levantamos y bajamos hasta el puerto para ver si había ocurrido algo durante la noche. Había muy poca gente alrededor, y aunque el sol brillaba con fuerza y el aire se sentía fresco y limpio, las enormes y sombrías olas, que parecían más oscuras porque la espuma que tenían en la cresta era como nieve, se introducían por la fuerza en la boca del puerto, como un gigantón que se abre pasó entre la multitud. Por alguna razón, me sentí aliviada de que Jonathan no se encontrara en el mar anoche, sino en tierra firme. Pero, oh, ¿está en tierra o en mar? ¿Dónde está y cómo está? Me siento terriblemente preocupada por él. Si tan solo supiera qué hacer, ¡y si pudiera hacerlo!

      10 de agosto.

      Hoy tuvo lugar el funeral del pobre capitán, y fue de lo más conmovedor. Parecía que todos los botes del puerto estaban allí. Y el ataúd fue cargado en hombros por varios capitanes desde el Muelle Tate Hill hasta el cementerio de la iglesia. Lucy me acompañó, fuimos temprano a nuestra vieja banca, mientras el cortejo de botes navegaba río arriba hasta el Viaducto y volvía nuevamente de regreso. La vista era maravillosa y vimos la procesión de cerca casi todo el camino. El cuerpo del pobre hombre fue enterrado cerca de nuestra banca, por lo que tuvimos que levantarnos y, cuando llegó el momento, pudimos verlo todo.

      La pobre Lucy parecía muy afectada. Estuvo sumamente inquieta e intranquila todo el tiempo, no puedo evitar pensar que sus sueños nocturnos están causando estragos en ella. Su comportamiento es muy extraño en un aspecto: no admite que haya causa alguna para su intranquilidad, y en caso de haberla, ni ella misma la conoce.

      Es posible que haya otra razón para esto, y es que el pobre Sr. Swales fue encontrado muerto esta mañana en nuestra banca, con el cuello roto. Según dijo el doctor, evidentemente cayó de espaldas de la banca a causa de algo que lo espantó, pues en su rostro había una expresión de miedo y horror que hizo estremecer a los hombres que lo vieron. ¡Pobre y querido anciano!

      Lucy es tan dulce y sensible que estas cosas la afectan más profundamente que al resto de la gente. Justo ahora está muy perturbada por un pequeño detalle al que yo no le presté mucha atención, a pesar de que yo misma siento un gran afecto por los animales.

      Uno de los hombres que suele subir aquí para mirar los botes llegó seguido por su perro, que no se separaba jamás de su lado. Ambos son muy tranquilos, y yo nunca he visto enojado al hombre, ni he escuchado ladrar al perro. Durante el funeral el perro no obedeció al llamado de su amo, que estaba sentado en la banca que nosotras, sino que se mantuvo alejado algunos metros, ladrando y aullando. Su amo le habló dulcemente, luego en un tono áspero y, finalmente, muy enojado. Pero el perro no se movió ni dejo de hacer ruido. Estaba hecho una furia, con los ojos salvajes y todo el pelo erizado como la cola de un gato cuando se prepara para pelear.

      Finalmente, el hombre, que ya estaba muy enojado, se levantó de un brinco y pateó al perro. Luego lo tomó por el pescuezo casi arrastrándolo y lo lanzó a la lápida sobre la que está fijada nuestra banca. En cuanto tocó la piedra, el pobre animal se cayó y empezó a temblar. No trató de escapar, sino que se agachó a mis pies, tembloroso y muerto de miedo. Estaba en un estado de terror tan lamentable que traté de calmarlo, sin conseguirlo.

      Lucy también estaba muy apenada, pero no trató de tocar al perro, sino que se limitó a mirarlo lastimosamente. Me temo mucho que su naturaleza sea demasiado sensible como para poder vivir en el mundo sin problemas. Estoy segura que esta noche soñará con esto. Todo el conjunto de cosas: el barco llevado a puerto por un hombre muerto atado al timón con un crucifijo y


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