Correr con los caballos. Eugene Peterson
Corro por el camino de tus mandamientos, porque has ampliado mi modo de pensar.
Salmo 119:32, (NVI)
Correr con los caballos: la búsqueda de una vida mejor
© 2006 por Eugene H. Peterson
Publicado por Editorial Patmos,
Miami, FL 33166
Todos los derechos reservados.
Publicado originalmente en inglés por InterVarsity Press, Downer’s
Grove, Illinois, USA, con el título Run with the Horses: The Quest for Life
at Its Best. © 1983 por Inter-Varsity Christian Fellowship of the United
States of America
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han
sido tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI®.
© 1999, 2015 por Biblica, Inc.® Usada con permiso de Biblica, Inc.®
Reservados todos los derechos en todo el mundo.
Traducido al español por Marisoly Álvarez-Scarpitta
Diagramación por Wagner de Almeida
Diseño por Adrián Romano
eISBN: 978-1-58802-268-4
Categoría: Vida cristiana / Crecimiento espiritual
Impreso en Brasil | Printed in Brazil
Para Eric también hijo de un sacerdote
Contenido
1 ¿Cómo competir con los caballos?
5 No confíes en palabras de mentira
6 Desciende a casa del alfarero
10 Toma un rollo en blanco y escribe en él
16 En tierra de Egipto serán exterminados
1 ¿Cómo competir con los caballos?
Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán?
Jeremías 12:5
Mi queja hacia la sociedad contemporánea es su decrepitud. Existen pocos placeres que sean lo suficientemente llamativos como para tentarme, casi no hay belleza que me hechice, nada erótico que me excite, posición o círculo intelectual que me rete o me provoque, ni filosofías o teologías florecientes o arte nuevo que capte mi atención o cautive mi mente, ningún movimiento político, social o religioso apasionante que me estimule o emocione. No hay hombre libre que me guíe, ni santo que me inspire. No hay pecadores lo suficientemente pecaminosos como para que me impresionen o que compartan mis dificultades. Nadie lo suficientemente humano como para validar el estilo de vida “vigente”. Es difícil mantenerse en un mundo tan aburrido sin terminar siéndolo también.
Confío el futuro a los pocos humildes que aman sinceramente y que buscan a Dios apasionadamente en el mundo maravilloso y desordenado de realidades redimidas y relacionadas que yacen frente a nuestras narices.
William McNamara 1
El gran misterio es por qué tantas personas viven tan pobremente. Más que pecaminosamente, neciamente. Más que cruelmente, estúpidamente. Existe poco que admirar y mucho menos que imitar en las personas destacadas de nuestra cultura. Tenemos celebridades, pero no santos. Famosos animadores entretienen a una nación de aburridos insomnes. Criminales infames llevan a cabo las agresiones de tímidas conformistas. Atletas consentidos y petulantes juegan en lugar de holgazanes y apáticos espectadores. La gente, aburrida y sin propósito, se entretiene a sí misma con basura y trivialidades. Ni la aventura de la bondad ni la búsqueda de la rectitud ocupan los titulares.
El hombre moderno es “un negocio sombrío”, dice Tom Howard. “Para disgusto nuestro hemos descubierto que la declaración de autonomía no fue emitida por una raza de hombres libres y magistrales, sino más bien por una raza que puede ser descrita por sus poetas y dramaturgos sólo como aburrida, irritada, desesperada, amargada y congestionada”.2
Esta condición ha producido un raro fenómeno: individuos que viven vidas triviales y luego se involucran en hechos malvados para darles significado. Asesinos y secuestradores que intentan dar el brinco de la oscuridad a la fama matando a una persona prominente o poniendo en peligro las vidas de quienes viajen en un avión. Con frecuencia tienen éxito. Los medios de comunicación hacen públicas sus palabras y muestran sus acciones. Los escritores compiten entre sí analizando los motivos y proveyendo perfiles psicológicos de éstos. Ninguna otra cultura ha estado tan ávida en recompensar el sinsentido y la maldad.
Si miramos, por otro lado, a nuestro alrededor para saber lo que significa ser una persona madura, íntegra y bendecida, no encontramos mucho que ver. Estas personas están a nuestro alrededor, quizás muchos más de los que hubo nunca, pero son difíciles de localizar. Ningún reportero los entrevista. Ningún show los toma en cuenta. No son admirados. No son imitados. No marcan la moda. No tienen valor monetario alguno. No se da un Oscar a la integridad. Al finalizar el año nadie elabora una lista con las diez vidas más decentes.
Sed por la integridad
De igual forma, seguimos teniendo una sed insaciable por la integridad, un hambre por la rectitud. Cuando nos disgustamos verdaderamente con los cretinos y farsantes que se nos presentan diariamente como celebridades, algunos de nosotros