Correr con los caballos. Eugene Peterson

Correr con los caballos - Eugene Peterson


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a medida que han atendido a la palabra de Dios dada a y por medio de Jeremías.

      He ordenado los pasajes que he escogido para reflexión en orden aproximadamente cronológico. El libro de Jeremías no está ordenado en sí mismo de manera cronológica, y contiene en sí mismo algo más que biografía. Esto significa que los lectores no pocas veces son confundidos por las transiciones y luchan por encontrar el lugar apropiado para cada dicho. No he intentado resolver estos acertijos o explicar las dificultades. Tampoco he descrito el complejo trasfondo histórico internacional de la época, conocimiento que es de inmensa ayuda en la lectura del libro de Jeremías. Esto significaría escribir otro tipo de libro mucho más largo. Para los lectores que quieran ampliar su conocimiento de Jeremías y ser guiados detalladamente a través del texto, recomiendo tres libros: Jeremiah and Lamentations (Jeremías y Lamentaciones) de R.K. Harrison (InterVarsity Press) para una introducción buena e interesante al mundo y mundo de Jeremías; The Book of Jeremiah (El Libro de Jeremías) de John A. Thompson (Editorial Eerdmans) para un tratamiento más avanzado y detallado; y Jeremiah (Jeremías) de John Bright (Editorial Doubleday) para un estudio más completo del profeta y su profecía.

       Compitiendo con caballos

      Vitezslav Gardavsky, el filósofo y mártir checo que murió en 1978, tomó Jeremías como su “modelo de hombre” en su campaña contra una sociedad que planeaba cuidadosamente cada detalle de su existencia material eliminando el misterio y el milagro, y extrayendo toda libertad a la vida. En su libro God Is Not Yet Dead (Dios aún no está muerto), dice que la terrible amenaza contra la vida no es la muerte, ni el dolor, ni ninguna variación en los desastres de los cuales tratamos obsesivamente de protegernos por medio de nuestros sistemas sociales y estratagemas personales. La terrible amenaza es “que podemos morir antes de nuestra muerte física, antes de que la muerte sea una necesidad natural. El verdadero horror yace en esta muerte prematura, una muerte después de la cual seguiremos viviendo por muchos años”.6

      Existe un memorable pasaje referente a la vida de Jeremías cuando, agobiado por la oposición y absorto en la autocompasión, estuvo a punto de rendirse a esta muerte prematura. Él estaba listo para abandonar su llamado único en Dios y ser un número estadístico más en Jerusalén. En aquel momento crítico, escuchó la reprimenda: “Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán” (Jer. 12:5). El bioquímico Edwin Chargaff actualizó las preguntas: “¿Qué quieres alcanzar? ¿Grandes riquezas? ¿Un pollo más barato? ¿Una vida más feliz, más larga? ¿Es poder sobre tus vecinos lo que buscas? ¿O buscas mayor sabiduría y una piedad más profunda?”7

      La vida es difícil, Jeremías. ¿Te vas a rendir con la primera señal de oposición que se presente? ¿Te vas a retirar cuando has descubierto que la vida es mucho más que tres comidas al día y un lugar cómodo donde dormir por la noche? ¿Vas a salir corriendo en el momento en que hombres y mujeres están más interesados en mantener tibios los pies que en vivir para la gloria de Dios? ¿Vas a vivir cobarde o valientemente? Te llamé para que tuvieras una vida plena, para que buscaras la rectitud, para que fijaras tu rumbo hacia la excelencia. Es más sencillo ser neurótico, lo sé. Es más sencillo ser un parásito. Es más sencillo relajarse en los brazos tiernos de La Media. Es menos complicado, pero no mejor. Más fácil, pero no más significativo. Más sencillo, pero no más satisfactorio. Te llamé a una vida con propósito más allá de lo que crees que eres capaz de vivir y te prometí las fuerzas adecuadas para cumplir tu destino. Ahora, a la primera señal de dificultad te quieres rendir. Si estás fatigado con esta muchedumbre corriente de mediocres apáticos, ¿cómo estarás cuando la verdadera carrera comience, la carrera contra los rápidos y determinados caballos de la excelencia? ¿Qué es lo que en realidad quieres, Jeremías, arrastrarte con la multitud, o correr con los caballos?

      Es comprensible que existan cosas que nos alejen de la excelencia, el riesgo, la fe. Es más sencillo definirse a sí mismo mínimanente (“un bípedo desemplumado”) y vivir de manera segura dentro de aquella definición que ser definido máximamente (“poco menos que Dios”) y vivir aventuradamente en esta realidad. Es poco probable, creo yo, que Jeremías fuera espontáneo o rápido en su respuesta a la pregunta de Dios. Los ideales extáticos de una vida nueva han sido salpicados con el cinismo del mundo. El ímpetu eufórico del entusiasmo juvenil ya no estaba más en él. Él sopesó las opciones. Evaluó el costo. La duda lo llevó de un lado al otro. Cuando la respuesta llegó, ésta no fue verbal sino biográfica. Su vida fue la respuesta: “Competiré con los caballos”.

      2 Jeremías

       Las palabras de Jeremías hijo de Hilcías, de los sacerdotes que residieron en Anatot, en tierra de Benjamín. Palabra de Jehová que le vino…

      Jeremías 1:1-2

       ¿Qué hay en un nombre? La historia de la raza humana está escrita en nombres. Nuestros amigos objetivos no entienden que están en un mundo de objetos que pueden ser contados y numerados. Han reducido los grandes nombres del pasado a polvo y cenizas. Lo llaman historia científica. Sin embargo, el significado completo de la historia está en la prueba de que antes del presente vivió gente que es importante conocer.

       Eugen Rosenstock-Huessy1

      La primera cosa que recuerdo que quería ser cuando creciera era ser un guerrero indio. El lugar en donde crecí había sido tierra indígena hasta hacía un par de generaciones antes de que yo naciera. Podía ir caminando desde mi casa hasta las faldas de las Montañas Rocosas en veinte minutos. La mayoría de los sábados durante los años de mi infancia llevaba conmigo mi almuerzo y pasaba el día en aquellas colinas, explorando los bosques y riachuelos, imaginándome a mí mismo enfrentándome habilidosamente contra traicioneros indígenas.

      Si alguien me hubiera presionado para explicar lo que hacía en aquellos paseos, no estoy seguro de que lo habría hecho, pero los sentimientos son aún fuertes y vívidos en mi memoria: un sentimiento de aventura en el desierto en contraste con la vida segura y prosaica del pueblo; un sentimiento de bondad en lucha con el mal, ya que en aquellos días las únicas historias sobre indígenas que yo había oído los presentaban arrancando la cabellera a inocentes viajeros.

      Todas las grandes historias del mundo tratan sobre uno de estos dos temas: que toda la vida es una exploración como aquella de la Odisea o que toda la vida es una batalla como aquella de la Iliada. Las historias de Odisea y Aquiles son arquetípicas. La infancia de cada uno provee la materia prima que es moldeada por gracia en la vida de una fe madura.

      La mayoría de mis suposiciones aquellos maravillosos sábados eran incorrectas. El desierto que yo pensaba estaba explorando era propiedad de la Ferroviaria Great Northern y su destrucción ya había sido tramada por ejecutivos en algún rascacielos de la ciudad de Nueva York; los indígenas que yo creía eran oscuros asesinos, eran en realidad, como supe luego, nobles y generosos, victimas de la rapacidad de los primeros colonos. Mis supuestos eran incorrectos; aunque dos cosas fueron esencialmente ciertas en cuanto a lo que experimenté. Primero, la vida era mucho más allá de lo que yo había conocido hasta entonces en mi hogar y en la escuela, en las calles y callejones de mi pueblo, y era importante saber que era, ir fuera y explorar. Segundo, la vida era una lucha del bien contra el mal y la batalla era por los más altos intereses: la victoria del bien sobre el mal, de la bondad sobre la maldad. La vida es una continua exploración de una mayor realidad. La vida es una constante batalla contra todo aquel o todo aquello que corrompa o minimice su realidad.

      Luego de unos cuantos años recorriendo aquellas colinas sin encontrar nunca indígenas, me di cuenta que el mercado laboral para guerreros indígenas había cesado. Me vi forzado a abandonar aquella fantasía, y lo hice de muy buena gana cuando llegó el momento, porque he creído siempre que la realidad es mucho mejor que la fantasía. Al mismo tiempo me encontré a mí mismo bajo la presión de abandonar la opinión que siempre había tenido que la vida es una aventura


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