Correr con los caballos. Eugene Peterson

Correr con los caballos - Eugene Peterson


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vida diaria la humanidad auténtica y madura?

      Cuando vamos a las Escrituras en busca de ayuda en este tema, podemos sorprendernos. Una de las primeras cosas que nos impresionan sobre los hombres y mujeres de las Escrituras es que fueron decepcionantemente poco heroicos. No encontramos ejemplos morales espléndidos. No encontramos modelos virtuosos impecables. Esto es siempre algo que impresiona a los lectores novatos de la Biblia: Abraham mintió, Jacob traicionó, Moisés murmuró y se quejó, David cometió adulterio, Pedro blasfemó.

      Leemos y comenzamos a sospechar una intención: una estrategia consistente para demostrar que las figuras grandes y significativas en la vida fueron creadas del mismo barro que el resto de nosotros. Encontramos que la Biblia es parca en la información que da sobre las personas mientras que es generosa en lo que nos dice sobre Dios. Se rehúsa a alimentar nuestras ansias por héroes a quienes adorar. No complacerá nuestro deseo adolescente de unirnos a club de fanáticos. La razón es, creo yo, bastante clara. Los clubes de fanáticos alientan vidas de segunda mano. Por medio de fotografías y objetos que pertenecieron a personajes famosos, autógrafos y visitas turísticas, nos asociamos con alguien cuya vida es (según nosotros) más emocionante y glamorosa que la nuestra. Encontramos diversión en nuestra propia existencia monótona a través de la vida de alguien exótico.

      Lo hacemos porque estamos convencidos de que somos pocos atractivos y ordinarios. El pueblo o ciudad en que vivimos, el vecindario en el que crecimos, los amigos que frecuentamos, las familias o matrimonios que tenemos, todo parece ser tan irrelevante. No encontramos la manera de ser importantes en tales áreas, con tales compañías, entonces nos rodeamos de evidencias de alguien que sí lo es. Llenamos nuestras fantasías con imágenes de una persona que vive más aventuradamente que nosotros. Tenemos gente emprendedora a nuestro alrededor que nos provee (por un precio, por supuesto) con el material para encender el fuego de estas vidas de segunda mano. Hay algo triste y lamentable en todo este negocio, pero florece aún así.

      Las Escrituras, sin embargo, no participan en este juego. Algo muy diferente sucede en la vida de la fe: cada persona descubre todos los elementos de una aventura única y original. Se nos previene acerca de seguir las huellas de alguna otra persona y se nos llama a una incomparable asociación con Cristo. La Biblia pone muy en claro que cada vez que hay una historia de fe, esta es completamente original. El genio creativo de Dios no tiene fin. Él jamás, fatigado e incapaz de sostener los rigores de la creatividad, recurre a la producción en masa. Cada vida es un lienzo nuevo en el cual usa líneas y colores, sombras y luces, texturas y proporciones que jamás había usado antes.

      Vemos lo que es posible: todos y cada uno de nosotros somos capaces de vivir una vida entusiasta que sobrepase los límites de un estereotipado envase que una sociedad cohibida por el pecado provee. Este tipo de vidas unen espontaneidad y propósito y reviven un paisaje deshidratado con significado. Vemos también cómo es posible: sumergiéndose en una vida de fe, participando en lo que Dios inicia en cada vida, explorando lo que Dios está haciendo en cada evento. Las personas que vemos en cada página de las Escrituras son extraordinarias por la intensidad con la que viven siguiendo a Dios, la minuciosidad con la cual todos los detalles de sus vidas son incluidos en la palabra de Dios para ellos, en el actuar de Dios en ellos. Son estas personas, quienes son conscientes participar en lo que Dios dice y hace, quienes son más humanos, quienes están más vivos. Estas personas son evidencia de que a ninguno de nosotros se nos pide que vivamos “a este pobre y mediocre nivel” otro día más, otra hora más.

       Un modelo de Hombre

      Esta cualidad doble de las Escrituras –la capacidad de intensificar una pasión por la excelencia combinada con una indiferencia hacia los logros humanos como tales— me llama poderosa y particularmente la atención en el libro de Jeremías.

      Cleanth Brooks escribió lo siguiente: “Uno busca un modelo de hombre, intentando en un mundo crecientemente deshumanizado identificarse a sí mismo con un hombre que actúe como un ser moralmente responsable y no que ande como si fuera un mero objeto”.3 Jeremías es, en mi opinión, un “modelo de hombre”, una vida excelencia que los griegos llamaron aretê. En Jeremías está muy claro que la excelencia viene de una vida de fe, de estar cada vez más interesado en Dios que en sí mismo, y que tiene casi nada que ver con comodidades, fama o logros personales en la historia. Jeremías estimula mi pasión por una vida plena. Al mismo tiempo, cerraba firmemente la puerta contra intentos de alcanzar esta clase de vida por medio de la autopromoción, autosatisfacción o mejoramiento propio.

      Es extremadamente difícil ilustrar la bondad de manera atractiva; es mucho más sencillo retratar a un canalla interesante. Todos nosotros tenemos mucho más experiencia en el pecado que en la bondad, por lo que un escritor tiene más material imaginario con que trabajar para crear un personaje malo que uno bueno. En novelas, poemas y obras de teatro la mayoría de los personajes memorables son villanos o victimas. La gente buena, de vidas virtuosas, parecen un poco tontas. Jeremías es una impresionante excepción. En la mayor parte de mi vida adulta me ha atraído. La complejidad e intensidad de esta persona capturó y retuvo mi atención. Lo cautivante en este hombre es su bondad, su virtud, su excelencia. Tuvo una vida plena. No tuvo una vida color de rosas, al contrario, atravesó tormentas violentas de hostilidad y la furia de la duda amarga. No hay un solo rastro de satisfacción, complacencia o ingenuidad en Jeremías. Cada músculo de su cuerpo fue presionado hasta el límite por la fatiga, cada pensamiento en su mente fue sujeto al rechazo, cada sentimiento en su corazón fue sometido al ridículo. La bondad en Jeremías no significó “ser bueno”. Fue algo más como la valentía.

      Jeremías me ha ayudado a nivel personal, pero también pastoralmente, y los intereses personales y pastorales convergen entre sí. Como pastor reto a otros a vivir una vida plena y proveo guía para hacer esto. Pero, ¿cómo hacer esto sin estimular inadvertidamente el orgullo y la arrogancia? ¿Cómo estimulo el apetito por la excelencia sin alimentar al mismo tiempo la determinación egoísta de hacer caer a todo aquel que se atraviese en el camino? En todas partes encontramos voces alentadoras que abogan por una vida mejor. Es bueno tal estímulo. El consejo, sin embargo, que acompaña este estímulo ha introducido una malicia ilimitada en nuestra sociedad, y me opongo enérgicamente a él. El consejo es que podemos alcanzar nuestra plena humanidad por medio de la satisfacción de nuestros deseos. Esto ha sido una receta para la miseria para millones.4 El consejo bíblico sobre este asunto es claro: “no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Pero, ¿cómo puedo guiar a otras personas a que se nieguen a sí mismos sin que tengan la idea errónea de que estoy estimulándolos a ser la alfombrilla en la cual todos limpian sus zapatos? El difícil arte pastoral consiste en alentar a la gente a crecer en excelencia y a vivir de manera generosa, a perderse y encontrase a sí mismo al mismo tiempo. Es paradójico, pero no imposible. Jeremías resalta entre quienes lo han hecho: una identidad plenamente desarrollada (y, por lo tanto, extraordinariamente atractiva) y una persona completamente desinteresada (y, por lo tanto, maduramente sabia). Por medio de conversaciones, charlas, retiros, sermones, Jeremías ha sido un ejemplo y mentor para mí a lo largo de veinticinco años.

       Una búsqueda por la excelencia

      Vivimos en una sociedad que trata de disminuirnos hasta el nivel de zombis de tal forma que corramos mecánicamente, comprando y consumiendo. Es necesario reaccionar. Jeremías es una reacción: un ser humano bien desarrollado, maduro y robusto, viviendo por la fe. Mi procedimiento aquí es seleccionar las partes biográficas del libro de Jeremías y reflexionar en ellas en el contexto de la vida cotidiana actual. Se conoce más de la vida de Jeremías que de cualquier otro profeta, y su vida es mucho más significante que su enseñanza.5 Es digno de mención, creo yo, que cuando la gente trataba de identificar a Jesús, Jeremías era uno de los nombres que salían a relucir (Mt. 16:14). Enlistando la imaginación piadosa en el examen meditativo de estas páginas de las Escrituras, espero provocar la insatisfacción por cualquier cosa que no sea lo mejor. Deseo proveer documentación fresca de que la única manera en la que cada uno de nosotros puede tener una vida plena es a través de una vida de fe radical en Dios. Cada uno de nosotros necesita ser movido a llevar una vida plena,


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