Placer y negocios. Diana Whitney
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© 2000 Diana Hinz
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Placer y negocios, n.º 1188- septiembre 2020
Título original: Mixing Business…With Baby
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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I.S.B.N.: 978-84-1348-740-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
CONSEGUÍ el trabajo! —precipitándose al interior de la pequeña librería situada en el centro del pueblo, Catrina Mitchell Jordan bailoteó llevando de la mano a la propietaria alrededor de las estanterías —. ¡Conseguí el trabajo, conseguí el trabajo, conseguí el trabajo! —finalmente completó la estrafalaria danza imitando los movimientos que realizan los jugadores de fútbol tras marcar un gol.
—Claro que has conseguido el trabajo —dijo Gracie Applegate satisfecha, colocándose un mechón de pelo plateado en su moño—. Nunca tuve la menor duda.
—Bueno, pues yo sí que lo dudaba. Si no hubiese sido por la sugerencia que me hiciste, todavía seguiría buscando en las ofertas de empleo mientras me preguntaba cómo iba a pagar el alquiler del próximo mes —de pronto, sintiéndose inundada por una intensa sensación de alivio, Catrina se apoyó contra el mostrador tratando de contener las lágrimas. Había estado sin trabajo durante semanas, y su cuenta de ahorros estaba casi sin fondos—. No sé a quién habrás llamado, ni qué es lo que has tenido que hacer para conseguir que se produjera este milagro, pero te estaré siempre agradecida. Muchas gracias.
—Qué bobada, niña. Es la empresa Arquitectura Blaine la que debe estarme agradecida por haberle enviado a la mejor contable que jamás hayan visto. Estoy segura de que mi querida amiga Martha del departamento de personal coincidirá conmigo.
—¿Existe alguna persona en Los Ángeles a la que no conozcas personalmente?
—Bueno, me imagino que habrá algunos tipos que se me habrán escapado, pero una de las ventajas de poseer la mejor librería de libros antiguos de la ciudad es que te permite conocer a muchas personas maravillosas e inteligentes. Por cierto… ¿has tenido la oportunidad de conocer al propio jefe?
—¿El señor Blaine? —Catrina negó con la cabeza, todavía algo nerviosa ante la posibilidad de tener que encontrarse con el personaje al que todas las personas que le habían presentado describían en los más elogiosos términos—. Aparéntemente un grupo de directivos han negociado un contrato muy lucrativo para remodelar un complejo de oficinas del centro de la ciudad, así que como recompensa les invitó a comer.
—Qué amable. ¿Por qué pones esa cara de sorpresa, querida?
—Les ha llevado a comer a San Francisco Gracie. Los ha metido en un avión alquilado que ha pilotado él mismo —explicó Catrina—. La gente rica me pone nerviosa. Mi hermana Laura cometió la equivocación de casarse con un hombre rico, y casi acaba con ella.
Claro está que otro hombre rico se lanzó al rescate, como si se tratara del propio príncipe del cuento de Blancanieves, pero Catrina pensaba que no se trataba más que de un caso de pura suerte.
—Vamos, vamos, querida, no puedes juzgar a todos los hombres ricos por las acciones de unos pocos. Además, si Rick Blaine fuera tan rico como se rumorea no tendría por qué alquilar un avión, ¿no crees?
Catrina no pudo evitar una sonrisa:
—No, supongo que no —los finos labios de la mujer mayor dibujaron una sonrisa, y sus ojos azules brillaron de una forma peculiar, como si supiera algo que nadie más conocía. Y probablemente era así. Gracie Applegate reunía a partes iguales la sabiduría de una abuela con la capacidad de predicción de una vidente. Catrina la adoraba. Y también la adoraba Heather. Un gorgeo llamó la atención de Catrina. Atravesó la puerta abierta y entró en la oficina de la tienda para tomar en brazos a su pequeña hija que estaba todavía adormilada—. Ya, ya, bonita, ¿has dormido una buena siesta?
El bebé tenía el pelo húmedo y revuelto y una marca rojiza atravesaba su pómulo derecho. Abrazó y besuqueó la cara de Catrina:
—Abu Gracie me da mazana.
—¿De verdad? —Catrina abrió los ojos fingiendo cariñosamente un desmedido interés por aquel comentario trivial—. Qué buena es Abu Gracie ¿no es cierto?
Mientras Heather asentía con la cabeza, Catrina dirigió una mirada curiosa hacia la mujer que se encontraba parada junto al quicio de la puerta.
—Ya