Mi proyecto escolar Matemáticas Lúdicas. Horacio García Mata
(1995) considera que:
(…) ayuda a comunicar los impulsos nerviosos más rápido y de mejor manera en un individuo, así mismo contribuye a mantener aguda nuestra memoria. Es necesaria para la buena comunicación entre las células nerviosas del cerebro y para la buena memoria. Todos los individuos necesitan la acetilcolina para tener buenas señales entre las células nerviosas del cerebro, que a su vez movilizan el sistema músculo-esquelético (p. 28)
En el aspecto educativo podemos decir que este neurotransmisor es fundamental para aprender y conservar en la memoria de corto plazo los contenidos analizados en la escuela, así como mejorar sus conductas motrices. Es por ello que la escuela debe brindar las alternativas de aprendizaje adecuadas a las características evolutivas del niño, para que así el cerebro cumpla su función fisiológica. De ahí la importancia de que el docente favorezca ambientes de aprendizaje positivos a través de actividades lúdicas.
Un estudio realizado por Hillman y Ardoy (2014), que evaluó el efecto del juego sobre la actividad neuronal asociada a los procesos de atención y memoria en infantes de 10 años, logró fundamentar que la actividad lúdica mejoró el rendimiento cognitivo y la función cerebral. En la figura 1 se muestran dichos datos:
Figura 1. Fundamento del experimento realizado por Hillman y Ardoy (2014)
Gamo (2016) en su artículo “El cerebro necesita emocionarse para aprender”, señala que en los últimos años han aparecido diferentes corrientes que quieren transformar el modelo educativo, y una de ellas es la neurodidáctica, la cual es un conjunto de conocimientos que está aportando la investigación científica en el campo de la neurociencia y su relación con los procesos de aprendizaje. “Antes solo se podía observar el comportamiento de los alumnos, pero ahora gracias a las máquinas de neuroimagen podemos ver la actividad cerebral mientras realizan tareas” (p. 66). Esa información sirve a los pedagogos para decidir qué métodos son los más eficaces. Por su parte Mora (2018) asegura que el elemento esencial en el proceso de aprendizaje está en:
La emoción, porque sólo se puede aprender aquello que se ama, y donde existe la diversión y la felicidad, aquello que le dice algo nuevo a la persona, que significa algo, que sobresale del entorno dentro del escuela y la actividad lúdica, puede ser uno de los grandes detonadores (p. 6)
Actualmente existen evidencias en el aspecto matemático, en las que los niños, desde edades tempranas tienen desarrollado el dominio de conceptos sobre estimaciones y operaciones básicas relacionadas con las matemáticas. Los que todavía no hablan pueden distinguir numéricamente entre unos pocos objetos, al igual que algunos animales como los chimpancés, lo cual hace pensar que el sentido de la cantidad es una característica que compartimos con los primates, mientras que el pensamiento simbólico, verbalizado y matemático es exclusivo del ser humano. La AUM (Academy University of Mathematics) en el año 2010 realizó diversos estudios como el siguiente:
(…) a niños de cinco años a los que se les muestra un objeto, usualmente un juguete, y luego se oculta tras una pantalla. Después se les muestra otro objeto y nuevamente se oculta detrás de la pantalla. Si al retirar la pantalla solo aparece un objeto, el niño permanece con la mirada sobre el objeto durante mucho más tiempo, como si estuviera sorprendido de un resultado no lógico (p. 50)
Esto se interpreta como una capacidad innata de pensamiento matemático a nivel cerebral.
Otro de los experimentos realizado por la AUM (2010) logró descubrir que en niños mayores de cinco años, a medida que aprenden la matemática simbólica, es importante el uso del cuerpo y actividades motrices diversas para realizar cálculos, especialmente el uso de los dedos para contar y realizar operaciones básicas como sumas y restas. En este caso las cortezas motora y sensorial, audición, lenguaje y control motor son importantes. Se comprobó que para aprender las matemáticas el cerebro del niño emplea inicialmente el sentido visoespacial de la cantidad y luego lo combina con los símbolos matemáticos que aprende y que están relacionados con el lenguaje, cerrando el proceso las actividades que impliquen movimiento corporal.
Las áreas cerebrales encargadas del pensamiento matemático van madurando progresivamente, de tal manera que en el niño solo algunas de estas áreas son activas y otras se irán activando con el desarrollo cerebral y con el estímulo que reciba a través de la educación.
Los neurólogos Radford y André (2009) establecen que:
Las áreas cerebrales encargadas del pensamiento matemático van madurando progresivamente, de tal manera que en el niño sólo algunas de estas áreas son activas y otras se irán activando con el desarrollo cerebral y con el estímulo que reciba a través de la educación. Inicialmente maduran las áreas primarias, tanto motoras, como somatosensorial, visual y auditiva. En el momento se plantea que el hemisferio derecho tiene la capacidad para reconocer los símbolos numéricos y realizar aproximaciones o estimaciones matemáticas. El cerebro izquierdo tiene la capacidad de reconocer la escritura alfabética matemática, esto probablemente está relacionado con su función lingüística; desde el punto de vista de procedimientos tiene la capacidad de realizar cálculos como la multiplicación, suma y resta (p. 97)
Figura 2. Hemisferios cerebrales y áreas de pensamiento matemático. Radford y André (2009)
FUNDAMENTO PSICOLÓGICO
Desde la perspectiva conductual el juego tiene características intrínsecas, ya que genera en el niño motivación, felicidad, alegría y sobre todo gran disposición para participar. También es extrínseco, porque favorece a que manifieste conductas positivas porque al momento de jugar con los que le rodean hay un desenvolvimiento de todas las capacidades físicas y psíquicas. Huizinga (1945) señala que:
El fenómeno lúdico es un recurso educativo que favorece el aprendizaje en sus múltiples facetas, tiene una función catártica, ya que puede servir para liberar tensiones. Tal vez esta diferencia entre el juego de los niños y los adultos se resume en este pensamiento: ¡los niños juegan para encontrar la realidad; los adultos juegan para rehuirla! (p. 83)
Por lo tanto, resulta importante que los adultos jueguen con los niños para favorecer los lazos familiares y escolares.
Así mismo la conducta del niño cuando juega tiene una función compensadora e integradora, tanto en el medio familiar como el escolar, para Batllori (1992):
(…) el juego infantil permite un vuelco de todo el ser y una liberación energética que se reconoce en la alegría que se siente y que se transmite con los que le rodean, es la expresión del ser que socializa, explora, construye y comparte con otros el descubrimiento de la realidad y el despliegue de su propia creatividad (p. 100)
Mora (2018) precursor de las neurociencias y conocedor sobre la importancia del juego en el aprendizaje de los niños, considera que éste “forma parte fundamental para que los neurotransmisores cum-plan su función con las conexiones neuronales, lo anterior se logra a través de la alegría, la emoción y la felicidad que solo el fenómeno lúdico puede dar en cualquier etapa de nuestra vida, sobre todo en la infancia” (p. 224). Piaget (1981) “asocia tres estructuras básicas del juego con las fases evolutivas de la cognición del niño: el juego es simple ejercicio (libre); el juego simbólico (abstracto y creativo); y el juego colaborativo (colectivo de tipo familiar o escolar)” (p. 83); Vygotsky (1976) suponía que “el juego surge como necesidad de reproducir el contacto con lo demás. La naturaleza del juego está basada en una construcción social que los humanos han creado para su bienestar físico y mental, donde la educación tiene que echar mano para favorecer a la formación académica de cada alumno” (p. 47)
Gardner (2000) establece que el juego es una actividad social, que favorece al desarrollo de las inteligencias