Cuando domina la injusticia. Группа авторов

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38 puntos, posición 76; Colombia, 37 puntos, posición 83; Perú, 36 puntos, posición 88; Surinam, 36 puntos, posición 88; México, 35 puntos, posición 95; Bolivia, 34 puntos, posición 99; República Dominicana, 33 puntos, posición 103; Argentina, 32 puntos, posición 107; Ecuador, 32 puntos, posición 107; Honduras, 31 puntos, posición 112; Guayana, 29 puntos, posición 119; Guatemala, 28 puntos, posición 123; Nicaragua, 27 puntos, posición 130; Paraguay, 27 puntos, posición en 130; Haití, 17 puntos posición 158; Venezuela, 17 puntos, posición 158.17

      Mediciones alternativas: relocalización del fenómeno y sus dimensiones

      Sin embargo, según Bastian, en las últimas décadas —en contraste con lo sucedido anteriormente en la región hasta mediados del siglo xx— la participación de los protestantes en los medios políticos (mayormente de aquellos pertenecientes a los sectores pentecostales y neopentecostales) reflejan rasgos ambiguos, donde los pocos esfuerzos de significación contrastan con una presencia oportunista y no informada, con los típicos vicios achacados a la cultura política latinoamericana, desorientada en cuanto al tipo de proyecto político que los tiempos requieren para la transformación y mejoramiento social de nuestros países.

      En esa misma vena, en este debate sobre lo ético y la cultura y sociedad latinoamericanas, se debe tomar en cuenta el asunto religioso en sus contrastes catolicismo/protestantismo (según Zea y Mariátegui), y una necesaria reforma moral y cultural al estilo de la Reforma protestante (según Gramsci), para poder avanzar en transformaciones duraderas y de alcance civilizatorio. Posiblemente lo protestante bien asumido, a partir de sus antecedentes históricos mejores, podría ser una alternativa que contribuya al mejor desarrollo de la región latinoamericana.

      Conclusiones

      Años 80: “década perdida”; años 90: “década de la corrupción”: ambas, décadas de acentuación de la pobreza y miseria humanas con las cuales se cerraba el siglo xx y se iniciaba el nuevo siglo, en cuyo recorrido no parece haber cesado la corrupción. Aún más, si la esfera de la justicia se consideraba como garante de que los actos corruptos quedasen al descubierto, ello se ensombreció por el fenómeno de la “politización de la justicia”, con lo cual intereses ideológicos y partidistas interfieren en su adecuada administración. Asimismo, debido a la “judialización de la política”, los intereses partidistas “embarran” a quienes buscan desde los estrados judiciales contribuir con dedicación al desarrollo de su nación. Es decir, los garantes de la probidad y la justicia han sido afectados por el fenómeno en cuestión. ¿Anuncio de desesperanza de todo esfuerzo, de posibilidades de cambio real?

      En el fondo, el problema


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